Rojo & Negro

1 - Realidad

 

 

 

 

 

SAVANAH

- ¿Sav?... Savanah... nena despierta – escuché lejanamente la voz de mi madre mientras me levantaba sobresaltada del sofá donde me encontraba.

- ¿Qué pasa? ¿Está todo bien? – pregunté inmediatamente a la vez que espantaba los restos del sueño de mis ojos.

- Sí, todo sigue igual – respondió apenada mientras miraba a mi padre que se encontraba en la cama de la clínica que ocupaba desde hace un buen tiempo – simplemente está allí. A veces pienso que no va a mejorar...

- Lo sé...pero no pensemos en eso ¿esta bien? - susurré tomando sus manos tratando de tranquilizarla - ¿lograste descansar? – le pregunté mientras me alejaba para comenzar a recoger mis cosas.

- Muy poco. Tengo miedo de que pase algo y no esté aquí.

- Mamá... tengamos esperanzas de que todo mejorará – le aseguré abrazándola, pero tomando en cuenta que ella es mucho más alta que yo, claramente ella me abrazaba a mí.

Tatiana, mi madre, es una mujer espectacular, llena de alegría, ternura y simpatía que a sus 48 años con su cabellera pelirroja, labios llenos y sonrisa radiante ilumina todo a su paso. Lo cual era una razón totalmente válida por la cual mi padre cayera perdidamente enamorado de ella en cuanto la vió hace 20 años.

Sin embargo, esa sonrisa se ha ido apagando día tras día desde que a mi padre le diagnosticaron leucemia, que con el paso del tiempo no hizo más que complicarse hasta llegar al lugar donde actualmente lo cuidábamos, en un cuarto de paredes blancas con máquinas cerca de su cama para mantener sus órganos funcionando luego de que colapsaran. Demás está decir que fue un choque en nuestras vidas, ya que un día él estaba trabajando normalmente como electricista y en un abrir y cerrar de ojos lo inducían a un coma por el daño irreversible que había causado el cáncer en su cuerpo.

- Es tiempo de nuestro cambio de turno – mencionó mi madre fijándose de la hora – ya es muy tarde. Aun debes ir a casa a cambiarte y buscar el resto de tu uniforme. Te dejé algo preparado para que comas camino al trabajo. Dudo que tengas que ocuparte de Hailee.

- No tendría que hacerlo... hace mucho que dejó de ser una niña. Nos vemos luego, mamá – dije acercándome a la puerta – si necesitas algo, llamas a Hai para que te lo traiga antes de irse a la universidad – Hailee es mi hermana menor y aunque nos llevamos 7 años de diferencia, ella con 22 años y yo con mis buenos 29, nuestros padres insisten en verla como una nena, a diferencia de mí que la veo más como una víbora de ojos soñadores y dirán ¡Mierda eso no tiene sentido! Pero lo tiene, porque justo cuando crees que ella es toda simpática y risueña, la cruda realidad te golpea en la cara en forma de comentarios llenos de ironía y sarcasmo. Sip, todo un encanto.

Esperé frente a la clínica unos minutos por un taxi que me llevara rápidamente a casa, luego de dictarle la dirección al chofer me adentré por unos momentos en mis pensamientos. Pensé en mi padre y su enfermedad, en las deudas que se acumulaban como piezas de lego y en mi trabajo que no daba más que para comprar comida y transportarnos a lo largo del mes. A veces, se colaban pensamientos negativos que no hacían más que llenarme de sentimientos de desesperanza y agobio. Aun así, deseaba con fuerza que las cosas mejoraran. Pero como dice el dicho: Soñar no cuesta nada. No quedaba más que adaptarnos a la situación. Y esperar a que un milagro sucediera.

...

En cuanto llegué a nuestra casa, le pagué al conductor para luego subir por la escalinata de la entrada principal. Recogí rápidamente el correo que había dejado en la puerta y de inmediato lo metí en mi bolso para leerlo de camino a la cafetería donde trabajaba por las tardes y gran parte de las noches.

Luego de entrar, subí perezosamente a la planta superior para dirigirme a mi habitación, pero antes de llegar a mi puerta toqué levemente la de Hailee, esta me abrió en lo que era una pijama de ositos ridículos que habían tenido un mejor tiempo.

- Te ves horrible – comentó mientras hacía el intento de acomodar el nido de rizos rojos que tenía por cabello.

- Tú no te ves muy bella que se diga, hermanita – le dije apoyándome en el marco de la puerta mientras me cruzaba de brazos

- Lo que sea... ¿Cómo está papá?

- Igual... - mencioné encogiéndome de hombros – los médicos no ven grandes cambios en él. Aún siguen haciéndole exámenes para ver cómo ha ido evolucionando con el nuevo tratamiento.

- Está bien – dijo mientras recogía y tendía su cama – este fin de semana yo lo cuidaré para que ustedes puedan descansar. Me preocupa que mamá se ve cada vez más cansada y tu no luces mejor.




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