Rojo & Negro

8 - Desconocido

     Me desperté desorientada al escuchar dentro de mi ensoñación el sonido de mi celular que, al parecer, había olvidado silenciar. Cuando renuncié a intentar retomar mi sueño, salí con tropezones de la cama y entré al baño para cubrir mis necesidades básicas. Al pararme frente al espejo vi con desagrado el enredo que se había formado en mi cabeza, que como cosa habitual costaría desenredar sin unos pocos, o muchos, jalones de por medio. Decidí solucionarlo recogiendo mi cabello en una coleta alta con mechones desordenados, lavé mi cara y cepillé mis dientes borrando cualquier residuo de sueño.

     Salí aun bostezando de la habitación y seguí el ruido proveniente de la cocina. Megan estaba en lo que parecía ser el uniforme del hotel donde trabajaba. Este estaba compuesto por una falda lápiz color negro,  de corte alto hasta la rodilla, zapatos también negros de tacón grueso, camisa blanca de vestir con poco escote y un blazer del mismo tono que la falda. Tomando en cuenta que tenía un cabello abundante y lleno de rizos, lo había recogido en un moño alto con algunos mechones sueltos, estos enmarcaban su rostro que había perfeccionado con un maquillaje sencillo.

- ¿Qué hora es? - pregunte apoyándome de la encimera.

- Muy temprano para ti y bastante tarde para mí; son casi las siete de la mañana. Ya debería estar camino al hotel pero es ridículamente cerca.

- ¿A qué hora se supone que entras? - dije de forma burlona viéndola terminar de tomarse lo que parecía ser un jugo de naranja.

- A las siete - susurró haciendo una mueca - pero sólo son cuatro cuadras desde aquí. Por esa razón no me preocupo por la hora ¿qué tienes planificado para hoy?

- No mucho. Voy a salir a correr para conocer y hacer las compras. ¿Qué supermercado me recomiendas?

- Bueno, a unas calles de aquí está un supermercado italiano. No es muy grande pero te servirá para comprar lo que necesites - echó un vistazo a su reloj y mencionó - Ya debo irme, nos vemos más tarde. No hagas nada que yo no haría - dijo a la vez que iba recogiendo sus cosas y abriendo la puerta con un guiño y saliendo rápidamente, lo que me hizo rodar los ojos pero antes de cerrarla totalmente, me advirtió que en la encimera de la cocina había una copia de las llaves del apartamento para mí.

     Luego de verla irse, me serví un vaso del mismo jugo que la había visto tomar y lo llevé a la habitación para tomármelo mientras me cambiaba de ropa. Opté por un conjunto deportivo de mono oscuro y camisa fucsia con unos zapatos para correr del mismo color, me tomé el líquido rápidamente y tomé mis audífonos junto con mi identificación y mi tarjeta para poder hacer las compras.

***

     Cuando tenía un par de cuadras recorridas con la música a todo volumen tuve que parar a tomar un respiro. El calor de esta zona era mucho mayor en comparación con el clima de Michigan, es decir que me hacía sentir como si fuese una pieza de carne en medio de un sartén con muchos grados, lista para ser cocinada.

Retomé mi recorrido con Who do you love de 5 Seconds of Summer tronando en mis oídos dándome energía para continuar, rápidamente me sorprendí recorriendo lo que parecía ser el Río Mississippi. Lo que decían en los catálogos turísticos no le hacía justicia. Ya que era una extensión de agua que dominaba gran parte de la ciudad y que aparte de parecer un espectáculo para la vista, daba la sensación que tarde o temprano dominaría el territorio que ahora llamábamos Nueva Orleans.

     Cuando llegué un poco más allá del Puerto, consulté mi teléfono para ver la distancia recorrida, casi 3 kilómetros, lo que me hizo detenerme, si pensaba hacer las compras debía llegar a la tienda en mis dos pies no cerca de ponerme a gatear del cansancio. Vislumbré unos bancos que estaban en una de las aceras frente al río, compré un agua embotellada en un puesto cercano y me senté a disfrutar el paisaje mientras veía la poca gente que al parecer habían tenido la misma idea que yo de salir a correr.

     Revisé un par de mensajes en mi celular y envié una nota de voz a mi madre prometiéndole que la llamaría en cuanto llegara a donde me estaba quedando. Cuando acabé de enviar los mensajes,  inicié mi búsqueda entre la larga lista de canciones, la adecuada para hacer mi caminata de regreso.

- Tienes muy buena música, allí. - mencionó un hombre de acento extraño a mi lado haciéndome sobresaltar.

- Eh... ¿gracias? - respondí volteando confusa mientras calmaba los rápidos latidos de mi corazón - ¿tiene algún problema con el espacio personal de las personas? Me parece que no debió meter sus narices en la pantalla de mi celular - le reproché con obvia molestia - ¿Y si hubiese tenido algo personal, justo a la vista?

- Diría que hubiese sido un error bastante vergonzoso - aceptó aun con un acento peculiar - Pero no pude evitar mirar. Así que acepto la metida de pata.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.