Años atrás….
Bajo la cálida luz del atardecer, el campus de la universidad se llenaba de jóvenes mentes y futuros prometedores. En este escenario de posibilidades y sueños, Leonardo, un estudiante de gestión de empresas con una mente brillante y una notable timidez, se encontraba en su lugar favorito junto a su mejor amigo Raúl. Sentados en una mesa al aire libre, los libros y apuntes de negocios se extendían ante ellos, mostrando las ambiciones y planes de Leonardo.
Con una mezcla de entusiasmo y seriedad, Leonardo le contaba a Raúl sus visiones para la empresa familiar. Sus palabras, llenas de pasión y determinación, reflejaban a alguien que no solo había encontrado su vocación, sino que ardía en deseos de seguir ese camino.
- Hay tanto potencial sin explotar, Raúl. Con innovación y reformas estructurales, la empresa podría alcanzar niveles inimaginables,- explicaba Leonardo, sus ojos brillando con la visión de un futuro prometedor.
Raúl, siempre el confidente y apoyo de Leonardo, asentía, impresionado por la profundidad y claridad de las ideas de su amigo. Aunque sabía que Leonardo era propenso a la introspección, en esos momentos, su amigo se transformaba en alguien con una confianza y determinación que inspiraban respeto.
- Si alguien puede hacerlo, eres tú, Leo. Tienes la cabeza y el corazón para llevar las cosas en la dirección correcta,- le decía Raúl, ofreciéndole una fe inquebrantable en las habilidades de Leonardo.
Mientras conversaban, una carcajada resonó en el aire, anunciando la llegada de Jennifer y su grupo de amigas.
- ¡Hey, Leonardo, Raúl! ¡Qué sorpresa tan agradable encontrarlos aquí! Siempre están inmersos en sus mundos de negocios y números. ¿Qué les parece una pausa para hablar de algo más que gráficos y estrategias?- les dijo Jennifer, conocida por su energía vibrante y su personalidad extrovertida, que contrastaba con la presencia más serena de Gabriela, una amiga que acompañaba al grupo. Era la primera vez que Leonardo veía a Gabriela, y algo en su forma de ser lo cautivó al instante.
- Esta es Gabriela, una apasionada de la literatura y una mente brillante,- les presentó Jennifer, orgullosa de su amiga.
Leonardo, normalmente reservado, se sintió intrigado por Gabriela. Su belleza, que iba más allá de lo físico, parecía resaltar una profundidad y una inteligencia que resonaban en su interior.
- Es un placer conocerte, Gabriela. Es interesante ver a alguien apasionada por la literatura,- le dijo Leonardo, mostrando un deje de nerviosismo poco habitual.
Gabriela le devolvió la sonrisa, una expresión que parecía iluminar aún más la tarde.
- Igualmente, Leonardo. He oído hablar de tu interés en los negocios. Me intriga cómo ves el mundo a través de esa lente,- le respondió ella, abriendo la puerta a una conversación más profunda.
Raúl, observando el cambio en la actitud de su amigo, vio la oportunidad perfecta para animarlo.
- Ahí está tu oportunidad, Leo. Gabriela parece tan interesada en la literatura como tú en tus negocios. ¿Por qué no le pides una cita?-
Inspirado por Raúl, Leonardo se armó de valor y se dirigió a Gabriela. Sus palabras, aunque temblorosas, revelaban un sincero interés.
- Gabriela, he disfrutado de nuestra conversación hoy. ¿Te gustaría que la continuáramos en otro momento? ¿Te gustaría cenar conmigo algún día?- le preguntó, esperanzado.
Gabriela, sorprendida pero complacida, aceptó la invitación.
- Me encantaría, Leonardo. Sería interesante profundizar más en nuestras perspectivas,- dijo, su aceptación iluminando el rostro de Leonardo con alivio y alegría.
Con la promesa de una futura cita, Leonardo se despidió de Gabriela y del grupo, sintiendo una mezcla de nerviosismo y expectación. En ese momento, se dio cuenta de que estaba ante el comienzo de algo nuevo y emocionante, un capítulo inesperado en su meticulosamente planificada vida. Gabriela había despertado en él una curiosidad y un interés que iban más allá de lo académico, marcando el inicio de una nueva y apasionante etapa en su vida.
En la habitación de Leonardo, el ambiente estaba cargado de una mezcla de nerviosismo y emoción. Frente al espejo, Leonardo se ajustaba la camisa, intentando encontrar el equilibrio perfecto entre formalidad y casualidad. Quería impresionar a Gabriela, pero sin parecer que lo intentaba demasiado.
Raúl, sentado cómodamente en la esquina de la habitación, observaba a su amigo con una mezcla de diversión y simpatía.
- Recuerda, Leo, lo más importante es ser tú mismo. Gabriela ya dijo que sí, así que algo debes estar haciendo bien,- le aconsejaba Raúl, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora.
Leonardo se miró en el espejo una vez más, tomando una respiración profunda.
- Pero, ¿y si la conversación no fluye? ¿Y si hay silencios incómodos?- preguntó Leonardo, su voz revelando su inseguridad.
- Entonces, haz preguntas sobre ella, sobre lo que le gusta leer, sus intereses. La gente disfruta hablar de lo que les apasiona. Y escucha, realmente escucha. Eso es clave,- le respondió Raúl, confiado en su consejo.
- ¿Y a dónde debería llevarla? No quiero que sea un lugar demasiado informal, pero tampoco demasiado pretencioso,- reflexionó Leonardo, todavía indeciso.
- Busca un lugar con un ambiente relajado, tal vez ese café del centro con la terraza al aire libre. Es perfecto para una conversación íntima, y no es demasiado formal. Además, la música en vivo que tienen algunos días es un buen toque,- le sugirió Raúl, conociendo bien los gustos y la personalidad de su amigo.
- Eso suena bien. Gracias, Raúl. No sé qué haría sin tus consejos,- le dijo Leonardo, sintiéndose un poco más confiado.
- Eso es para lo que están los amigos. Y recuerda, si en algún momento te sientes nervioso, toma un momento, respira y sonríe. La sonrisa es tu mejor arma,- le añadió Raúl con un guiño.