Romance con la Jefa

Capitulo 5 - Traición y Revelación

Andrea salió temprano de la oficina, una rareza en su apretada agenda de ejecutiva. ‘Hoy sorprenderé a Ricardo con una cena especial,’ pensó con una sonrisa. Sabiendo que sus habilidades culinarias no estaban a la altura de sus habilidades empresariales, decidió pedir comida china, su favorita.
Al llegar a casa, la emoción burbujeaba dentro de ella. Imaginaba a Ricardo sorprendido y encantado con el gesto. ‘Quizá hasta abramos ese vino que hemos reservado para una ocasión especial,’ se dijo, mientras buscaba las llaves.
Con una tranquila expectativa, Andrea abrió la puerta, intentando ser lo más silenciosa posible para mantener la sorpresa. La casa parecía un cementerio, sin el más mínimo ruido que perturbara su paz. ‘Probablemente Ricardo está en su estudio,’ pensó, dirigiéndose a la cocina para confirmar la orden de comida china.
Justo después de confirmar el pedido, un sonido suave desde el salón captó su atención. Con curiosidad, se acercó sigilosamente, esperando descubrir a Ricardo tal vez preparando su propia sorpresa.
Pero lo que encontró en el salón heló su corazón: allí estaba Ricardo, en un apasionado abrazo con otra mujer, besándola en el sofá donde habían compartido tantas noches de películas y risas.
- ¡Ricardo!- exclamó Andrea, su voz temblando entre la ira y el shock.
La mujer, sorprendida y claramente avergonzada, se levantó de un salto y salió corriendo de la casa sin mirar atrás. Ricardo, con una mezcla de sorpresa y miedo, tartamudeó intentando explicar.
- ¡Andrea, esto no es lo que parece! ¡Fue un error, un momento de locura!-
Ricardo se levantaba torpemente, extendiendo sus manos en un gesto vacilante de disculpa. -Andrea, por favor, tienes que entenderlo. Ha sido un error, un desliz. Tú estás siempre tan ocupada, yo… yo me sentí solo.-
Andrea lo miraba con una mezcla de incredulidad y desdén. -¿Solo? ¿Así que tu soledad justifica que me traiciones en nuestra propia casa?-
Las palabras de Ricardo sonaban huecas, incluso para él. -Fue solo un beso, no significó nada. Por favor, Andrea, podemos arreglar esto.-
Andrea fue a su cuarto de casados y empezó a llenar una maleta con ropa y varios objetos. Ricardo, paralizado por unos momentos, observaba con una mezcla de sorpresa y alivio.
- ¿Andrea, estás… estás empacando tus cosas? ¿Te vas?- preguntó Ricardo, con preocupación en su voz.
Ricardo se acercó, intentando alcanzar un tono conciliador. -Mira, sé que cometí un error, pero no tienes que irte. Podemos hablarlo, arreglar las cosas.-
Andrea se detuvo por un momento, mirándolo directamente. -Ricardo, siempre he sido una mujer que toma sus propias decisiones. Y uno de nosotros necesita irse.-
Aliviado, Ricardo asintió. -Entiendo, Andrea. Si necesitas tiempo y espacio, lo respetaré. Pero por favor, reconsidera, no tenemos que…-
Su voz se desvaneció cuando Andrea, con una mirada fría y decidida, interrumpió: -No, Ricardo. Estas no son mis cosas. Son las tuyas.-
La sorpresa se transformó en una máscara de asombro en el rostro de Ricardo. -¿Qué? ¿Mis cosas? Pero yo pensé que…-
- Pensaste mal,- dijo Andrea, cerrando la maleta con un golpe seco. -Tú eres quien se va.-
Tras cerrar la puerta en la cara de Ricardo, Andrea se volvió hacia la ventana, la maleta aún en su mano. Con una mirada feroz y una determinación impetuosa, abrió la ventana de par en par. Levantando la maleta, la arrojó con todas sus fuerzas, por lo que la maleta se abrió, dispersando un aluvión de ropa y objetos personales en un despliegue caótico.
En la calle, el repartidor de comida, que acababa de llegar en su moto, se encontró sorprendido por la inesperada lluvia de prendas y tambien aturdido por el golpe de un objeto que voló de la maleta desorientado, perdió el control de su moto, que se deslizó y chocó con el coche de Ricardo.
Ricardo, queriendo recuperar sus cosas, salió apresuradamente. La vista de su coche abollado y del repartidor tratando de levantarse, lo hizo tropezar y caer sobre la comida.
Desde su ventana, Andrea observaba la escena. Al ver a Ricardo luchando por desenredarse de su propia ropa, una sonrisa se dibujó en su rostro. Claro que eso no le impidió tener una explicación incómoda con el restaurante por los daños al repartidor y la moto, y que terminara siendo vetada por el servicio de delivery de todos los restaurantes de la zona.
Andrea se sentó frente a Ana en la oficina de la abogada, un espacio elegante y profesional. Las dos mujeres se miraron con una expresión grave y tensa antes de comenzar la conversación.
- Gracias por reunirte conmigo, Ana. Necesito entender cómo podemos manejar el divorcio con Ricardo,- comenzó Andrea, su voz reflejando su determinación.
Ana asintió, juntando las manos sobre el escritorio. -Andrea, antes de entrar en detalles, necesitas entender que tu caso es delicado. La imagen pública de Ricardo como marido devoto y hombre de negocios exitoso complica las cosas. Y después del incidente con la maleta y el repartidor, bueno, la situación es aún más desafiante.-
- ¿Cómo te sientes después de descubrir la infidelidad de Ricardo?- le preguntó Ana, con una voz suave y comprensiva.
Andrea suspiró, mirando al vacío. -Me siento traicionada, humillada, enfadada. No puedo creer que me haya hecho esto. Pensaba que éramos felices, que teníamos un futuro juntos. Pero ahora, todo se ha derrumbado.-
Ana le ofreció una sonrisa comprensiva. -Lo siento mucho, Andrea. Sé que es duro, pero no estás sola. Yo estoy aquí para ayudarte a salir de esta situación. Y no eres la única que ha pasado por algo así. Hay muchas mujeres que han superado un divorcio y han encontrado una nueva vida.-
- ¿Qué opciones tengo?- preguntó Andrea, inclinándose hacia adelante.
Ana le miró seriamente. -Primero, debemos reunir pruebas de la infidelidad de Ricardo, algo más concreto que solo tu palabra contra la suya. Segundo, necesitamos trabajar en reparar tu imagen. El incidente con la maleta… aunque cómico, no te pinta en la mejor luz.-
- ¿Qué esperas del divorcio?- le preguntó Ana, cambiando de tema.
Andrea se encogió de hombros. -No lo sé. Supongo que quiero una compensación justa por todo lo que he invertido en nuestra relación. Quiero que Ricardo pague por lo que me ha hecho. Quiero recuperar mi dignidad y mi libertad.-
Ana asintió, tomando nota. -Entiendo, Andrea. Esas son demandas razonables. Pero en el tribunal, no solo se trata de lo que es cierto, sino también de lo que puedes probar y cómo se percibe públicamente. Y ahora mismo, la percepción no está de tu lado.-
- Hablemos claro, Ana. ¿Qué posibilidades tengo de ganar?- preguntó Andrea, con ansiedad.
Ana suspiró con resignación. -No te voy a mentir, Andrea. Tu caso es difícil. Ricardo tiene mucho poder e influencia, y puede usarlos para manipular la opinión pública y el sistema judicial. Además, tiene un equipo de abogados muy hábiles y agresivos. No va a ser fácil enfrentarse a él.-
- Pero no imposible- insistió Andrea, con esperanza.
Después de enfrentar el torbellino personal de su divorcio y el incidente con el repartidor, Andrea se encontraba en un momento crítico en su carrera. Como segunda al mando en la empresa, su imagen pública había sufrido un golpe. Sin embargo, su competencia y determinación profesional permanecían intactas, permitiéndole continuar desempeñándose eficazmente en su rol ejecutivo.
En este contexto, Raúl, el líder de la empresa y mejor amigo de Leonardo, se acercó a Andrea con una solicitud importante. -Andrea, tenemos un nuevo grupo de empleados que requieren orientación. Entre ellos está Leonardo, un amigo mío que ha pasado por momentos difíciles. Confío en tu capacidad para guiarlos efectivamente,- dijo Raúl, expresando su confianza en las habilidades de liderazgo de Andrea.
A pesar de las turbulencias en su vida personal, Andrea asumió la tarea con seriedad. -Lo haré, Raúl. Me aseguraré de que reciban la orientación adecuada y prestaré atención especial a Leonardo,- respondió, preparándose para el desafío.
El día de la orientación, Andrea llegó temprano, revisando minuciosamente los materiales y asegurándose de que todo estuviera listo para recibir a los nuevos empleados. Su reciente experiencia personal no mermaba su compromiso con su rol profesional.
La sala de conferencias estaba repleta cuando Andrea entró. Con una autoridad innata, comenzó a hablar sobre la misión y los valores de la empresa. Mientras exponía, su atención se vio atraída por un hombre al fondo de la sala cuya actitud desafiante y desinteresada contrastaba marcadamente con la del resto del grupo. 
El hombre bostezaba, miraba su teléfono y se rascaba la cabeza con evidente aburrimiento. Algunos de los otros empleados lo miraban con curiosidad, otros con indignación. ¿Quién era ese sujeto que se atrevía a faltarle el respeto a la subdirectora?




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