[AVISO IMPORTANTE: En esta escena se tratan temas delicados como la violencia verbal y la misoginia, si continúas leyendo que sea bajo tu propia responsabilidad]
Pasó un mes y medio hablando y siendo marcada por mensajería por Eric. Él le contaba cosas curiosas de lo que comía en Corea y, a veces, le contaba su día tras escuchar su propio relato. No sabía cómo calificar su relación, estaba muy confusa porque cuanto más compartía con él más unida se sentía a él a pesar de la gran distancia que los separaba.
¿Eran amigos o simplemente un chico y una chica conociéndose románticamente? Ella creía que era una simple amistad pero todos los demás a su alrededor, y sus reacciones corporales, le decían que no lo eran. Y entre medias ella seguía viendo a Samuel, sintiendo también algunas de esas respuestas de su cuerpo.
¿Se podía realmente amar a dos personas al mismo tiempo? La idea la confundía aún más, le volvía loca de desesperación... Ella no creía que existiese para ella el concepto de poliamor... Irene había crecido con la idea de la monogamia como ejemplo de vida, el aprendizaje de continuar amando a la misma persona hasta el final de sus días a pesar de las dificultades y cambios que surgieran.
Sí, Irene era tan tradicional que le dolía al mundo. Pero no aceptaría el ser el florero de su futuro marido, la idea le horrorizaba de todo modo. Amar para ella no era dejar su vida de lado para encajar en la de su marido como una hermosa pieza del puzzle que él tenía dibujado o soñado...
No quería ser como Isobel Grace Worthington, una mujer hermosa que sólo se encargaba de que la apariencia de la familia fuese la correcta. Eso y controlar la Fundación de la empresa como si su vida fuera en ello. Yendo de aquí para allá siempre arreglada como una perfecta maniquí complaciente y sin personalidad...
Aunque eso último era sólo en público porque ella había comprobado que tenía un carácter de mil demonios especialmente si no le caías bien. Como Irene misma, que nunca había sido persona de su agrado y no había gozado nunca de su protección. Ella había visto cómo se comportaba con las chicas que rellenaban perfectamente su formulario de admisión en la familia...
¿Por qué estaba pensando ahora en la madre de Samuel ahora? ¿De dónde demonios había venido la idea de plantearse la forma en que vivía Isobel? ¡Ah, sí! Por eso de no ser una mujer florero... Samuel nunca la había tratado como a una y... Eric parecía que tampoco, de hecho aparentaba estar muy interesado en cuanto aprendía y sabía ella.
Así que, en principio, ninguno parecía desear restringirla al puesto de mujer florero... Aunque pensándolo bien muchos hombres fingían ser abiertos y modernos hasta que una se casaba o se ataba con ellos y entonces mostraban sus verdaderos colores. Lo había visto algunas veces en sus amigas de España y le disgustaba la posibilidad de que le ocurriera.
Por eso era tan importante para Irene no caer en el amor pasional, no dejarse llevar hasta el mismo fondo como un peso muerto. Ella era fuerte, tanto como la habían hecho los avatares de la vida pero no se sentía con la suficiente fuerza como para tener que luchar por no asfixiarse en un amor posesivo y pasional. La verdad, aquel no era su plan de amor ni siquiera en la adolescencia cuando los chicos a su alrededor eran desconsiderados e "idiotas" según su noción del concepto.
Pero esa era otra historia, unos recuerdos que no le importaban lo más mínimo. Ya era adulta y había logrado superar aquello nada más entrar en la universidad y forjarse su propia personalidad así como su carrera... Allí en la cafetería vio a Mark entrar con el pedido habitual de cafés y almuerzos, le atendió con la prestancia de siempre.
Y acabó, sin saber cómo, hablando de su familia y cómo sin importar cómo sus hijos siempre conseguían sacarle algún viaje de fin de semana. Le hizo gracia cuando le narró cómo fueron a Universal Studios tras estar como cinco días en huelga de sonrisas y risas. Les costó mucho hacerlo porque Mark se empeñó en sacarles de la "tristeza" con actos realmente graciosos como pasarse un día en casa hablando y actuando estilo neandertal.
La simple imagen creada en su cabeza del serio abogado comportándose de ese modo, no hizo sino provocarle lágrimas de la risa. De estar en el lugar de sus hijos habría fallado en su intento de huelga nada más ver a su padre así. Con esa anécdota su día pareció resplandecer de un modo completo.
La sorpresa del día llegó a las doce del mediodía cuando un serio Samuel entró por la puerta. Vestía un traje negro cuya chaqueta llevaba suelta al igual que los tres primeros botones de su camisa. Se acercó a ella y le pidió un café largo con leche además de decirle que tenía algo importante que discutir.
Con sólo verlo, Irene sabía que estaba preocupado por algo. Se sentó en una mesa algo alejada de la puerta y miró por la cristalera hacia fuera con su pierna derecha agitándose de modo incontrolable. Irene preparó el café y le dijo a Krestina que haría su descanso en ese momento, su encargada asintió con rostro escrutador y la vista fija en Samuel.
Le llevó el café a Samuel y lo colocó como siempre lo hacía con los clientes con el asa perfectamente al alcance de la mano de uso habitual, en este caso la izquierda. Una vez hecho fue a sentarse en la silla enfrente pero Samuel tiró de su muñeca suavemente y le señaló la silla junto a él. Ella asintió sonriendo cohibida y se sentó junto a él.