Irene despertó a la mañana siguiente vestida con una camiseta y un pantalón de deporte que él le había prestado la noche anterior. Notó cómo el aroma característico de Samuel la rodeaba y el calor de él calentaba su espalda como la estufa humana que siempre había sido. Su brazo izquierdo apresaba su cintura entre el colchón y él haciéndole imposible levantarse al aseo como precisaba.
Trató de moverse y en su lugar, recibió un perezoso gruñido junto a su oreja a modo de respuesta... Percibió cómo la mano de Samuel la juntaba aún más contra su pecho, ajustándola al tiempo que acariciaba su melena con su mano contraria. Le oyó oler contra su pelo como si su olor fuera el oxígeno que necesitaban para vivir y suspirar relajado muy cerca de su oreja.
- Necesito ir al aseo, Sam. - Dijo ella con el tono más dulce que pudo.
- Un minuto más, Irene, sólo uno más. - Ella asintió sonriendo y él le dio un beso en la sien. - Gracias, babe.
Su mano buscó algún trozo de piel en su vientre que rozar y ella sintió cómo la erección de él apretaba aún más contra sus glúteos. Ella le dio un manotazo juguetón en la mano y oyó cómo la risa de Samuel salía grave y clara muy cerca de su oreja. Cuando paró de reír, le volvió a decir con la voz rasposa:
- Lo siento, babe, eres una golosina. - Ella sonrió con sorna.
- Esta golosina te oyó prometerle que sólo la abrazarías...
- Touchè, babe, pero había que intentarlo. - Se mantuvo silencioso un momento y luego preguntó: - ¿Por qué no quiere que te toque de ese modo? ¿Cometí algún error en Miami? - Ella negó y trató de girarse hacia él, luego él la dejó hacerlo.
- No lo cometiste, Sam, - ella le acarició la mejilla y le plantó un beso en los labios - pero estoy viendo a otro hombre intermitentemente y... Sinceramente no quiero dañaros a ninguno de los dos. Sé que si me dejara llevar con ambos y aceptara tener sexo contigo estaría haciendo mucho más difícil la posibilidad de rechazarte, en el caso en que me vea obligada a hacerlo. - Paseó sus dedos por el borde de su cara rozando la raíz de su cabello y tragó saliva. - Te quiero demasiado como para herirte de ese modo, te deseo y sé que me deseas aún más de lo que yo lo hago pero créeme que lo menos que quiero hacer es dañarte aún más profundamente. La anterior vez fue terrible separarme de ti, especialmente sabiendo que habíamos hecho el amor tan sólo dos días antes.
- Sé lo que Isobel hizo, babe, puedes hablar conmigo de es... - Irene le tapó la boca con el dedo índice sobre sus labios, negando y tragó saliva.
- No sé cómo te has enterado pero no quiero hablar de eso. - Él la abrazó cubriendo su rostro con su pecho y le susurró:
- Si ellos intentan algo esta vez, dímelo de inmediato. - Posó un beso en su frente y la apretó contra él. - Tengo pruebas suficientes como para hacer que mi madre pague por lo que te hizo y del acoso de mi padre podría conseguirlas sin apenas pestañear. - Ella se apartó sorprendida porque Samuel supiera de todo ello.
- Dime cómo lo s... - No pudo terminar la frase, sus ojos empezaron a llorar y ella trató de contener sus lágrimas y sollozos.
- No me lo dijeron ellos si eso es lo que te preocupa, ellos no saben nada de lo que presencié. - Ella dejó salir las lágrimas y se escondió más en su pecho. - Vi cómo mi padre se insinuaba de un modo físico asqueroso en una de las fiestas y no pude evitar salvarte de él, por eso te llama puta... - Él paró y le consultó: - ¿Estás bien? - Su voz preocupada le hizo mirarle y sonreírle con dificultad asintiendo.
- ¿Y-y... de tu madre? - Él asintió y suspiró:
- Tras averiguar eso in situ, empecé a estar pendiente tu ánimo. Pareciste triste cada vez más, muy distante y quise saber qué sucedía... Hice algo ilegal, puse un micrófono en tu salón pero - ella le miró horrorizada - sólo lo encendía cuando el chófer de mi madre me avisaba que ella iba a tu apartamento, lo juro. - Ella se mantuvo quieta, con el cuerpo tenso. - Mi único propósito era saber qué estaba haciendo Isobel contigo, por qué cada vez que venía tras verla a ella actuabas de modo perdido, inaccesible y, sobre todo, muy distinto a tu vivaz forma de ser...
- Yo... - Ella se sorbió los mocos y le acarició la mejilla. - No debiste hacerlo, Sam, un hijo no debe descubrir que sus padres son... así de dañinos... - Ella tuvo un flashazo. - ¿Por eso no querías llevarme a la residencia anoche? - Él asintió y apretó sus labios. - He aprendido que no vale la pena separarse de alguien que me hace tan feliz porque sus padres jueguen conmigo como si fuese una muñeca Barbie. ¿Sabes que mentí en aquel despacho?
- Lo intuyí - ella se rió.
- Se dice "lo intuí", - le oyó murmurarlo - ¿cómo lo intuíste?
- Porque no te cambiaste apartamento, ni tus costumbres. Esa fue razón, te conocía y sabía que de haber querido desaparecer mi vida de todo te habrías mudado. - Ella sonrió.
- Estaba confusa, te seguía amando pero una parte de mí te odiaba por haber nacido de unos padres tan poco honestos... - Irene le acarició la mejilla. - Cuando te volví a ver en la oficina aquel día, te vi tan atractivo y maduro que pronto volví a sentir los sentimientos que había bloqueado. Pero siendo sincera, no eres el único hombre en el que pienso recientemente y no quiero herirte de más así que permito los besos entre nosotros pero no puedo aceptar ir más allá de la tercera base. Quiero ser justa contigo, Sam, - él apresó su labio inferior mordisqueándolo y susurró sobre sus labios: