Aquella mañana Irene había salido del trabajo a las once pues a las doce había quedado con sus padres que les llamaría por Skype. Tenía que avisarles del horario del vuelo de llegada a Barajas y también de otros detalles como si sus hermanas o ellos querían que les llevase algún producto habitual americano... Algún otro año habían pedido algunas botellas de sirope de arce y botes de mantequilla de cacahuete.
Además de bolsas de nubes que tanto gustaban para las acampadas que seguía realizando Patricia como instructora de los scouts de la escuela en la que trabajaba. Aquellos presentes comestibles junto con los verdaderos regalos de Navidades solían ocupar una maleta extra. La declaración de cuanto llevaba cada año por Navidades solía divertir a los agentes del aeropuerto Hartsfield-Jackson pues Irene solía bromear con que iba a realizar una rutina americana de comida en su ciudad...
La idea resultaba chistosa para los aburridos agentes que cambiaban su monocorde tono y habitual rostro agrio para reírse y sonreír ante su ingenio. Irene no solía ser de tomarse a risa aquellos pesados trámites burocráticos pero desde la primera había preferido aportar su granito de arena a la pesadez de la tarea en tan concurridas fechas.
Se estaba encaminando a casa con paso apresurado pues cuanto antes llegase, más tiempo tendría para cambiarse aquel ceñido vaquero por uno más suelto. Aquel día ya se había maquillado muy ligeramente por la mañana, no necesitaba prepararse más si después se le podría estropear. Se cambió las botas de pequeño tacón por unos calcetines algo menos ligeros por si el frío acechaba pasando de la tarde y unas converse rosas a juego de su mochilita rosa pálida.
Dejó la mochilita junto al abrigo marrón claro cerca del vestíbulo y abrió el portátil para poder asegurarse de que la cámara funcionara. En el enchufe más cercano posó su teléfono a cargar asegurándose de no quedarse sin batería en aquella cita exprés con Eric...
Le había sorprendido tanto aquella videollamada a través de mensajería instantánea que Eric le había hecho hacía dos días que apenas había podido asimilar lo que habían hablado... Durante la conversación se había sentido tan completamente torpe que no creía conocerse de nada. Había tenido la cara un poco pétrea al principio.
Al menos hasta el momento en que Eric había dicho que debía considerar esa visita al acuario como su primera cita porque él ya lo hacía. Tras aquella confesión las emociones en ella se habían incrementado de modo exponencial pero lento. Aunque su cordura decía que aún no sentía nada especial por él.
Una vez abierto Windows acudió al Skype y lo dejó preparado a la espera de la llamada de sus padres. No tardó en oír el tono de llamada y marcar el botón verde para ver cómo la imagen del perfil de su padre desaparecía. Al otro lado la imagen pasó de negra a clara dejando ver a la familia reunida para la videollamada.
Sus ojos se posaron directamente en la castaña tras sus padres, quien la miraba como ellos sonriente. Observó su melena castaña estaba más larga que la suya propia y ensortijada en un modo juvenil que enmarcaba su rostro más redondo que el de su madre. Compartía la mayor parte de rasgos de Elena pero su carácter era más parecido al de su padre aunque mucho menos severo al enfadarse.
Verla allí tras sus padres con la hermosa sonrisa que siempre gastaba, hizo que Irene sintiera la calidez de su pecho crecer. Patricia, su hermana mediana, siempre había sido su hermana preferida... Era con la que más hablaba, sin embargo, se veían aún menos que con sus padres porque Patricia no era muy dada al Skype ni a la videomensajería.
- ¡Estás guapísima, Irene! - El orgullo y jovialidad de su tono le sacaron una sonrisa genuina y notó que sus hoyuelos salían a relucir.
- Tú también, Patri, - dijo con orgullo - ojalá pudiera abrazarte también. - Elena puso una mano sobre la mano de Patricia apoyada en su hombro y la apretó.
- ¿Y Olivia? - Preguntó Irene con entusiasmo.
- Tenía planes previos, ratoncito, pero nos ha pedido que te mandáramos un abrazo fortísimo y dos sonoros besos. - La voz cariñosa de su padre le hizo asentir y sintió cómo las lágrimas ardían en sus lacrimales pero las retuvo.
- Está deseando verte en Navidades, ella tiene una importante noticia que darte. - Ahora era Elena quien hablaba orgullosa y con un brillo especial en la mirada.
- Parece que fue ayer cuando estuvisteis aquí y estoy deseando abrazaros a los dos tanto como a ellas... - Confesó Irene con varias fugitivas lágrimas escapando al tiempo que se abanicaba con las manos para tratar de secarlas. - Estoy como una magdalena, no sé qué me pasa.
- Deja de llorar ahora mismo - amenazó Elena con un tono poco creíble mientras padre e hija se reían junto a ella. - ¿Y? Cuéntanos, Irene, ¿has vuelto a ver a ese chico tan majo? ¿Ese asiático? José, ¿cómo se llamaba? - Irene abrió la boca sorprendida y negó con la cabeza.
- Eric, se llamaba Eric y espero se siga llamando así. - Susurró a modo de broma él, guiñándole el ojo.
- ¿Hay otro chico? - Interrogó Patri con una sonrisa e Irene no pudo evitar reírse.
- La verdad es que mamá estuvo de Celestina por Atlanta y me obligó a ir a una cita con Eric. - Su hermana se rió y negó con la cabeza.
- ¡Nunca cambiarás, mamá! - Exclamó en tono jocoso.