[AVISO IMPORTANTE: En esta escena se tratan temas delicados como la violencia verbal y física además de hablar sobre el intento de violación, si continúas leyendo que sea bajo tu propia responsabilidad]
Samuel estaba concentrado en su tarea como subastador pero también había sido consciente de dónde había estado todo el rato su preciosa Irene. Eso había sido hasta que ya llevaban veintiséis de las cincuenta piezas pues entre la veinticinco y la veintiséis, de repente ella había desaparecido del salón. Había mirado como un loco sin tratar de despistarse de su tarea pero su desesperación había crecido al notar que no era la única persona desaparecida.
Su padre, Joseph Worthington, también había desaparecido y guiándose por su sentido común tras haberlo visto acosándola antes... No hacía falta mucho más para atar cabos y... ¡joder! La simple idea de que su padre se hubiera propasado con la dulce Irene le revolvía el estómago de sólo pensarlo.
"Como le hayas tocado un sólo pelo a mi mujer, ¡te mato, cabrón de mierda! Me da igual que sea parricidio o lo que sea, no tienes derecho a vivir si la tocas, te lo juro." En el interior de Samuel la ira comenzaba a bullir como en una olla a presión y cuánto más pensaba en la idea de su padre forzando a Irene, menos control había en su estado de ánimo.
Fueron veinte minutos agónicos en los que notó la ausencia de su padre en la sala. Veinte minutos tras los que observó que regresaba con cara malhumorada y avinagrada y con varios golpes bien dados en ella, incluido uno que parecía haberle hinchado el ojo y el pómulo con suma virulencia. Aquello no le relajó a pesar de saberlo malherido, sino que sólo deseaba arreglarle aquel rostro hasta que quedara tan desfigurado que nadie le reconociera.
Pero la angustia por la ausencia de Irene, su falta de retorno era mucho mayor que su necesidad de aporrear a su padre como un boxeador. Necesitaba estar seguro de que no le había hecho nada, de que ella estaba sana y salva de su padre manos largas. Precisaba oír de sus labios todo lo sucedido y poder vengarla sabiendo absolutamente todo lo que aquel malnacido, que lo había engrendrado, le había hecho.
Cualquier cosa que le hubiera dicho o hecho, se la haría pagar de ahí en adelante del modo que fuera necesario. Sin embargo, para ello tenía que saber qué había sucedido realmente para, en el caso de ser necesario, denunciarle él mismo en nombre de su preciosa Irene. No le importaba ponerse en contra de sus padres si podía saber que así Irene no volvería a salir herida por culpa del malnacido acosador que tenía como padre.
Vio cómo Joseph se sentaba en un rincón lejos de los focos y cómo poco después de haber regresado aquel cerdo había entrado de nuevo el camarero de las copas con las mangas manchadas. Su compañero le había sustituido en su ausencia y pareció preferir quedarse a ayudarle en el resto del turno por alguna razón. Samuel vio como el nuevo pujador volvía a levantar su número y regresó a su tarea mientras sentía cómo le observaba el camarero sin disimulo pero a la vez de un modo preocupado más que amenazante o agresivo.
Algo había pasado, era obvio, por esa vigilancia y por la que dirigía a Joseph Worthington una y otra vez como si no deseara que se escapara de rositas. Le observaba con un asco y un disgusto sólo comparable a los que había sentido la última vez que él mismo había presenciado cómo ese cerdo de su padre se insinuaba a Irene la anterior vez a solas. Su padre se las pagaría, estaba ya claro que no había hecho nada bueno y aunque él tuviera en ese instante sus manos atadas, no lo dejaría pasar.
No permitiría de ningún modo que su padre se saliera con la suya, no lo permitiría aunque le costase todos los recursos de que disponía en aquellos momentos e, incluso, sus futuros. Otro pujador levantó su tarjeta para el objeto y Samuel volvió su vista hacia él mientras repetía su oferta. Ya sólo quedaban unas diez piezas más, su madre estaba sumamente feliz en su papel de asistenta descriptora de los objetos en subasta.
Lo que no le eximía de ninguna manera de lo que hubiera hecho su marido fuera del salón. No dejaría que ella tampoco se saliese de rositas, ella era tanto o más culpable de que su marido fuese un cerdo dispuesto a acosar incluso a la novia de su propio hijo. Nada, ni nadie le quitaría la idea de que ella era tan culpable como él de lo que fuera que Irene hubiese sufrido...
Los odiaba, ahora no los podía siquiera respetar por haberle dado vida alguna vez. No, en su corazón no había espacio para nada más que el acérrimo odio, asco y disgusto que le provocaban con aquella actitud de superioridad a los demás. Por no hablar de su supuesta integridad moral que era inexistente.
- Nueve mil quinientos, a la una. Nueve mil quinientos, a las dos. Nueve mil quinientos, a las tres. ¡Vendido al caballero con el sesenta! - Dijo Samuel con una sonrisa convincente, como le habían enseñado desde pequeño modales y educación sin importar tus sentimientos internos. Se alejó del atril dejando a su madre terminar y cerrar la gala.
- Éste era el último objeto, el recuento de la cantidad ganada ya está también terminado así que enseguida podremos informarles de cuán generosos han sido en esta velada maravillosa. Quiero dar las gracias a mi hijo Samuel por su arduo trabajo como subastador, aunque parecía algo distraído, ha cumplido con la tarea de un modo esforzado y generoso que espero hayan podido apreciar. - Todo el salón aplaudió y una joven se acercó a Isobel con una tablet diciéndole al oído algo. - Bien, ya tenemos la cifra recaudada. Esta noche hemos recaudado - su madre bajó la vista a la tablet y la volvió a subir con una apacible sonrisa, que Samuel veía fingida - un total de cien mil seiscientos dólares que como ya habíamos anunciado irán directamente al proyecto antes señalado de Malawi. Ojalá el año que viene la generosidad sea mayor que la de este año, los esperaremos igual de impacientes por supuesto pero no olviden que la Fundación Worthington tiene varios eventos anuales cuyas recaudaciones proporcionan también generosas sumas para proyectos como éste o más locales. Les deseo una feliz Navidad y una maravillosa entrada de Año, ojalá en el próximo año se cumplan muchos de sus sueños y deseos. ¡Buenas noches!