Una semana después aquello parecía un episodio lejano pero una alarma en su agenda del móvil le recordó que al día siguiente tenía una cita, cita de la que había fijado horario esa misma semana. No se sentía tan fuerte como le gustaría afirmar pero la simple idea de salir con Eric, poder olvidarse de las vistas orales del juicio la semana siguiente y de entretener a su mente para que no le devolviese esos recuerdos que llevaban días atosigándole mientras dormía, era reconfortante y atrayente. Dichos recuerdos transformados en desagradables y enérgicas pesadillas le estaban extrayendo la energía, menoscabando su inestable corazón aún más.
Aquel recordatorio logró la primera sonrisa tímida pero salida del corazón, sentida y ansiosa, muy lejos de las de fachada que había tenido que forzar en algunos casos. Entonces cayó en la cuenta de que había quedado un viernes con él y que aunque no fuera a respetar la tradición de salir con sus amigas debía llamarles para avisarles, no fuera que hubieran pensado un plan completo. Las tres sabían ya que no estaba trabajando en la cafetería por lo que sabía que insistirían en quedar el sábado en compensación a su falta a la costumbre.
Nada que no pudiera hacer debido a sus escasos horarios de oficina y, por tanto, poco tiempo estando fuera de su apartamento. El jueves mientras terminaba el trabajo en la oficina junto a Samuel y a Angella debido a un estudio acerca de los productos de una empresa francesa, su teléfono vibró en su bolsillo trasero del pantalón. Se trataba de un mensaje de Eric informándola de que había llegado ya a Atlanta y que estaba deseando reunirse con ella y disfrutar del tiempo juntos.
Quedaron en que Eric pasaría por ella para llevarla al cine para después poder conducir al lugar donde cenarían. Por más que Irene había tratado de sonsacarle dónde estaba preparada esa suculenta cena no había podido sacarle nada, Eric se había empeñado en repetir que estaba todo preparado y que no tenía que preocuparse, justo aquello era lo que más nerviosa la ponía. ¿Y si había escogido un restaurante demasiado casual y su ropa era demasiado formal para el lugar? ¿O si ocurría justo lo contrario?
Al mediodía del viernes un mensaje de voz de su mejor amiga le llegó, no lo leyó de inmediato pues estaba batallando con su armario en una guerra fría que sabía le hacía ver tan idiota como era cuando estaba nerviosa… “Reconócelo, Irene, estás en modo «elefante en la cacharrería», cualquier cosa que elijas ahora parecerá en cinco minutos la peor elección del mundo. ¿En serio tienes que lucirte tanto? A él ya le gustas en tus peores pintas, es decir, recién levantada, ¿qué podría ver peor que eso?”
No necesitó respuesta porque a su mente vino una imagen de cuando era una adolescente vistiendo unos leggings de leopardo con una camiseta rosa chillón, un moño en lo alto cual donut y playeras blancas… “¡Oh, MIERDA, no, no y no!, me niego a ir tan hortera como en esa representación de Flashdance en el colegio… ¿Por qué me lo recuerdas, Irene? ¿Eres masoquista?” Parpadeó varias veces tratando de alejar la imagen de su cabeza y fijó la vista en la ropa guardada en el armario de su pequeño vestidor de nuevo.
Su mente estaba en blanco, no sabía qué vestir… “No puede ser verdad, Irene, bloquearte por una tercera cita… Es como empezar una rutina de ejercicios y abandonarla al segundo, por favor, no me avergüences. – Suspiró cerrando los ojos. – Ok, vamos a relajarnos un segundo y enseguida volvemos con refuerzos, Irene. El armario no es un monstruo, algo interesante tendrá para prestarte esta tarde, ¿no?” Ella salió hacia donde descansaba su teléfono móvil y se sentó en la cama para atender el mensaje.
– “Este es un mensaje para mi comadre Irene, alias mamacita linda, mañana a las seis mueva su trasero hasta la casa de Triple E para una sesión de tarde y noche de pelis, palomitas, tequila y cena ligera. – Su tono parecía el de una madre concentrada, lo que hizo a Irene sonreír sintiéndose de vuelta en su adolescencia y se rió negando con la cabeza mientras la lista seguía en sus oídos. – Cepillo de dientes, piyama, rutina de belleza nocturna, todo cuanto necesite no más tráigalo, su presencia es harto necesaria. ¡A la chingada!
» Posdata: si no sabe qué ponerse hoy, asegúrese de verse super mega bella con un skinny jean, un top ajustado y algún flat (bailarinas en España), no quiero verla con esguince mañana, además los tacones en el cinema ni lucen. – Decía con tono desanimado para luego añadir con tono más vivaz. – ¡Y makeup, sea la mujer hermosa de cada viernes de pedo, ya usted sabe! ¡Ah! ¡Se me olvidó decirle! Esta noche, no mames, se coge a Eric no más la lleve a casa de vuelta, ambos lo desean, no sigan jugando a los tontos. ¿Okey? Ya sabe cómo va, un beso frente al edificio, una carrera escaleras arriba, otro abrazados en el vestíbulo y a desnudarse pasillo por delante. Confío no necesita el manual más específico pues sabe cómo va el sexo, ¿cierto? Déjese llevar y pídame consejo, si no recuerda la mecánica recién. ¿Entendido? ¡Felices orgasmos, mamacita!”
El sonido de un sonoro beso terminó el audio dejando a Irene roja como un tomate pensando en qué momento había conocido a Katherina un mes después de llegar a Atlanta. ¿Era así cuando la conoció? La pregunta flotaba en su mente donde una representación miniatura de ella estaba calibrando la respuesta con una balanza vestida con un traje falda marrón de tipo secretaria aburrida de instituto con gafas de culo de vaso… De seguro lo era, no recordaba que nunca hubiera dejado de ser tan irreverente.
Suspiró, riéndose ante el pequeño manual de cómo llevarse a un hombre a la cama y le envió un escueto «Conozco cómo se hacen los hijos, mamá, no más responda ¿los orgasmos será mejor los tenga antes me toque o no más después?» La respuesta no tardó en llegar «Los dos, aunque reconozco, mamacita, que si logra su orgasmo sin ponerle un dedo encima es su chulo. En ese caso, le recomiendo no lo deje escapar hay ESCASOS especímenes así en el globo. Just saying~»