Aquello había pasado de castaño oscuro, había sabido que estaba sufriendo, pero verla postrada en la cama de la clínica y cómo era necesario que la sedaran para que no reaccionara con estertores y convulsiones a su voz. Esa había sido la gota que colmaba el vaso, la culpabilidad y el dolor estaban creando un monstruo que estrangulaba cada deseo egoísta cuando ella estaba presente. Se había limitado a acompañar a Ruth y acariciar su rostro en silencio cuando le hacían una visita hasta que despertó.
No había querido, en ningún momento, incomodarla en su recuperación y estar en silencio a su alrededor, aunque difícil, había sido menos pesado sabiendo que ella estaba tranquila. Granny se había empeñado en llevarle sus peonías cada día, eso implicaba poder revisar su buen estado cada mañana a la espera de su despertar definitivo. Sus tres amigas fueron muy amables y, sin importar sus rifirrafes anteriores, se volcaron en contarle los progresos de Irene.
Tampoco tardaron nada en llamarle y avisarle cuando ella se despertó; de hecho, la misma Katherina, que tanto le detestaba, había sido quien había realizado la llamada. Cruzar sus ojos con los castaños y brillantes de ella al entrar a la habitación de la clínica le había animado a respirar con tranquilidad de nuevo. Ella misma le pidió un abrazo antes de atender a Ruth y oírla quejarse, con tono demasiado jocoso para ser tomado en serio, de que él era su preferido de los dos.
La escuchó agradecerle a granny su gran detalle floral asegurando que sin él la estancia le hubiera parecido un lugar inhóspito e incómodo como poco. No fue extraño luego bromear junto a ellas, Dulce y Estefanía acerca de todo lo que en la clínica le daban. Su risa hizo que se aliviara mucho la tensión acumulada en sus hombros; la conversación en privado entre los dos hizo el resto.
Le explicó que José, su padre, se había enterado de los juicios y que le había exigido que regresara de inmediato a Madrid sin importar nada. Siguió con toda la culpabilidad que hubiese sentido de haberle hecho caso y haber adelantado el parto de su hermana mayor. Eso hizo que cuando se abrazó a él, la sostuviera con la intención de cuidarla y sostenerla sin darle importancia al sufrimiento que eso pudiera causarle después.
Ella insistió entonces con que acudiría a las sentencias de ambos juicios, pero él, con la ayuda de Ruth, logró convencerla de que no necesitaba ir de nuevo a aquel lúgubre lugar y verles la cara a sus desalmados progenitores. Samuel se centró en hacerle ver que era innecesario y perjudicial para ella, insistió en que le comunicaría los veredictos en persona en su hogar. Quiso alejarla del peligro puesto que su tenacidad la iba a herir mucho más si iba a ese juzgado, y para su propio bien siguió a pies juntillas su consejo.
Incluso su mejor amiga había dudado de que les hiciera caso, había sido un alivio saber que al menos no había ido a aquel suicidio con los brazos abiertos como antes habría hecho. Sí, acababa de abrir el sobre con el veredicto final dictaminado por ambos jueces, les habían dado la razón en sus demandas. La ilusión principal de él leyendo aquellos veredictos había sido –por una vez– muchísimo mayor que oírla de boca del juez pues eso confirmaba que ella ya no sufriría más.
Ella no había estado en aquellas salas del juzgado y no había escuchado los alegatos finales de ambas partes, ni así había ahogado gritos ni discrepancias al escuchar a los abogados de sus padres defendiendo lo indefendible. Los abogados de Ruth habían conseguido que se dictaminara una orden de alejamiento para ambos progenitores con Irene además de con la residencia Worthington, otras tantas para las otras mujeres, les habían retirado el acceso a los negocios familiares de por vida y habían conseguido anular la licencia como empresario por dos años a Joseph. Podía parecer una venganza si se viera desde su lado mas la intención de su granny y de él era que recapacitaran más que perjudicarles.
De todas formas, él no iba a estar dispuesto a hablar con ellos durante ese tiempo pues su reflexión debía también dirigirse a su ámbito familiar y cómo primaban el dinero a lo primordial en la vida: el amor de todo tipo. Le resultaba extraño ser él quien estuviera imponiendo tal enseñanza a quienes le habían dado la vida, de hecho, lo había comentado así con su psicólogo en una de las reuniones. Lo que no había esperado es que él le hubiera dicho que por extraño que pudiera parecerme si yo creía que era lo correcto y necesario lo era y punto.
Le había recordado entonces a Ruth hablando acerca de lo que uno en el fondo del corazón sabía que era lo correcto, sin apenas mencionarlo y cómo las acciones se atoraban si uno contravenía a aquel sentimiento interno. Desde niño le había oído hablar de aquello y ahora por fin lo comprendía: entendía la diferencia entre tomar una decisión por pensar que es lo correcto y creer con el corazón que una decisión era lo único que podía hacer si deseaba poder seguir con la cabeza en alto. Lo había hecho, primero asegurándose de que Irene no pisara aquellos juzgados y luego estableciendo su propia distancia con quienes le dieron la vida.
No se arrepentía, ahora cuando miraba a la mujer que amaba en la oficina no podía parar de sentirse aliviado a la vez que feliz de haber podido sacarla de aquel agujero sin fondo al que sus sentimientos por ella la habían empujado por la falta de alma de sus padres. Cuando la observaba ahora podía entrever que estaba más calmada y segura, era imposible no notarlo al cruzar miradas, pero era obvio para él que había algo que la molestaba desde el sabado siguiente a salir de la clínica. Podía leerla con facilidad, le había pasado desde que la había conocido y se había aprovechado de ello para fortalecer su relación muchas veces.