Rompiendo las olas

Capítulo 1

Estaba enamorada.

Muy enamorada decía mi madre.

Ese día Darel se había pasado toda la mañana en casa, sin importarle que era domingo, y que se suponía que debía estar durmiendo. Pero era mi cumpleaños, y tenía que ser el primero en felicitarme, como todos los años.

—E-E-Estás bonita. —Me dijo mientras se embutía un pedazo de tarda en la boca. No tenía nada especial, ni siquiera me había preocupado por peinarme. Pero las ondas de mi cabello rubio alborotado no parecieron estar de humor para hacerle creer al mundo que estaba loca. Su cumplido me había hecho enrojecer. Eran pocas las veces en las que mi mejor amigo me había dicho estas cosas. De hecho, era la tercera vez que lo hacía. La primera, el día de la graduación de secundaria hace años ya, y la segunda, la noche en la que dormimos en la playa, estábamos borrachos hasta más no poder.

—Lo sé. —Le respondí intentando ocultar mi nerviosismo. Esa siempre había sido mi respuesta. Simple, tonta, y equivocada. No era bonita, ni era fea, ni estaba entre las dos, en aquella época era Narel. Solo Narel, con mi propia forma de ver el mundo, y mis cicatrices a la vista.
 

Estábamos sentados en la mesa del comedor, la madera rechinaba a nuestros pies, y la brisa salada se colaba por la ventana sin permiso. Mamá estaba a mi lado intentando quitarle las fresas a su porción de Pavlova, y frunciendo el ceño cada que veía una nueva. «Fresa y merengue, es la mejor combinación del mundo, pero ella no sabe valorarla.»

Papá sonreía mientras la observaba. Llevaba su camiseta de los domingos con el logo de los Vengadores y la barba canosa sin afeitar. Los clientes del hostal aún dormían, por lo que teníamos el tiempo suficiente para comer con tranquilidad.

—¿Qué planes tienes para hoy? —Me preguntó papá intrigado. Me detuve a pensar por un momento. No tenía nada organizado para mi cumpleaños, nunca había sido de planear esas cosas, en ese instante lo que más me apetecía era surfear, pero decírselo a él me incomodaba sabiendo que también se moría de ganas por hacerlo y no podía.

—Iré a la playa. Creo que caminaré todo el día por ahí. —Me encogí de hombros. Desde el accidente, ir a la playa significaba cazar olas, y tener cuidado con los tiburones.

—¿Revisaste la app? ¿Está todo despejado? —Mamá levantó la cabeza de inmediato una vez que terminé de hablar.
—Sí. —susurré. En los últimos 50 años los ataques de tiburones en Australia eran mucho más frecuentes de lo que lo habían sido antes, y no había surfista o habitante de estas playas que no hubiera conocido algún caso de ataques de tiburones o lo hubiera visto en vivo y en directo. Afortunadamente ese último año habían disminuido un 80% los ataques, gracias a todas las apps de vigilancia marítima que se encargan de avisar a los bañistas y surfistas sobre el estado del mar con la ayuda de un dron que vigila la zona. «Ojalá la hubieran inventado dos años atrás, así papá no hubiera perdido su pierna.»
 

—Y-y-yo iré con ella. —Darel también se encogió de hombros mientras tartamudeaba. Papá confiaba en él, eraparte de la familia. Éramos amigos desde que estábamos en la barriga de nuestras madres.

Resulta que su mamá y la mía eran mejores amigas de la infancia. Coincidieron en quedar embarazadas al mismo tiempo. Escogieron nuestros nombres de modo que se parecieran y que ambos significados tuvieran algo que ver. Darel significa cielo azul, y el celeste de sus ojos lo demuestra. Narel significa mujer que viene del mar, y mi pasión por el mismo es más que evidente, a pesar de todo lo que hemos sufrido...

Mamá de pequeña solía decirme que Darel y yo debíamos estar siempre juntos, sin importar lo que sucediera entre nosotros porque el cielo y el mar nunca se sueltan de la mano, siempre están en los buenos y malos momentos para apoyarse. Ninguno de los dos tiene hermanos, por eso nuestras familias han querido criarnos como tal. Pero yo llevaba enamorada de él más de una década, y eso no lo podía evitar.


 

Darel nació un mes antes que yo, por eso no dejaba de recordarme que era el mayor todo el tiempo. Pero me gustaba, adoraba tenerle cerca y sentir su perfume salado ambientar cualquier lugar. Sus mechones color oro caían con despreocupación por su frente, el bronceado de su piel me fascinaba, y la forma en la que sus músculos se contraían me enloquecía. Era adicta a mirarlo, a observar cada movimiento que hacía, a imaginarme sentada en su regazo repasando con mis dedos todos los tatuajes que adornaban su brazo derecho...

—Espero vuelvan para la cena. Haré costillas bañadas en salsa barbecue. —Nos informó mi madre, y tanto a Darel como a mí se nos iluminó el rostro.

—¿E-E-Eso es una invitación? — Preguntó mi amigo regalándole a mi madre una sonrisa de esas que te dejan sin aliento.

—Ni que hiciera falta que te invite, vas a venir igual. —Todos en la mesa reímos a carcajadas, ya eran 27 años que compartía mi vida con estas maravillosas personas y no podía estar más agradecida por ello.

—M-M-Me alegra saber que me t-t-tienes en cuenta. —Le respondió Darel llevándose la mano al pecho.

—Hoy llega el representante de Aquarium Australia, se quedará 6 meses por aquí, así que le dejaremos la suite presidencial. — Mamá y papá habían montado un hostal en casa hacía cuatro años. Teníamos 10 habitaciones pequeñas y dos grandes, la suite y la de mis padres. La última de estas la habíamos intercambiado al primer piso, para que fuera más fácil para mi padre manejar su silla de ruedas. Todas las habitaciones de huéspedes estaban en la planta baja, mientras que, tanto la suite como mi habitación estaban en la segunda planta, cabía resaltar que mi baño y el de la habitación estrella era compartido, ya que como años atrás había sido la habitación de mis padres no tenía problema con ello, pero en ese instante que volvería a estar ocupada me preocupaba un poco mi privacidad.

Todos los años un representante del Acuario Nacional visitaba la isla en busca de nuevas especies; revisar el estado del agua e investigar el comportamiento de ciertos animales en el mar. Siempre se hospedaban con nosotros, porque mi madre trabajó con ellos alguna vez y aún tenía amigos en el sitio. En estos últimos años una chica llamada Julia había sido nuestro huésped, pero según habían dicho mis padres, sería el mismo jefe de laboratorio de biología marina el que vendría.




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