Capítulo 11

—¿Qué haces durmiendo fuera? — Sentí su voz demasiado cerca, estaba justo a mi lado, con una sonrisa radiante, vestido con su ropa de deporte.

—¿Eh? —Estaba algo desorientada. —¿Qué hora es?—Me froté los ojos con ambas manos.

—Hora de tu entrenamiento, tu Romeo pensará que lo has dejado plantado. —dijo en tono burlón.

—¡Oh Dios mío! Espérame, me alisto en un momento y salimos. —Yoisel hizo una mueca y negó con la cabeza, se alejó de mí una vez que me puse de pie para entrar en la casa.

—No pienso esperarte, hoy quiero correr solo.

—Que novedad. —Negué con la cabeza y seguí mi camino.

Lo pensé mejor una vez que entré en mi habitación, no era recomendable la compañía del biólogo en esos momentos, considerando que había cosas sobre su ex novia que no me habían dejado dormir en toda la noche. Escogí mi atuendo para salir y corrí al baño para asearme. De mi cabeza no salía de que Darel debía de estar desesperado por no saber nada de mí. Casi rompo un jarrón de mi madre cuando tropecé con una mesita al bajar al primer piso, ahí noté que había olvidado ponerme los lentes de contacto, así que tuve que volver a subir a mi cuarto. No sabía cuánto tiempo había tardado con todos mis percances, pero me sorprendí al descubrir que no había podido haber sido mucho, porque Yoisel aún hacía sus estiramientos en el porche.  

—¿O soy muy veloz o me has esperado? — Me crucé de brazos esperando su respuesta. 

—Ni la primera, ni la segunda, se me había perdido un ipod y lo estaba buscando, estuve a punto de pensar que te lo habías llevado apropósito para que te esperara. —No estaba muy contento.

—¿Y dónde estaba? —Arqué una ceja e imité su cara de enojo, después de todo me había acusado de algo muy grave.

—Estaba debajo del sillón.

—Me alegra saber que no cargo con la culpa de tu tardanza. ¿Nos vamos? —Me relajé y le regalé una sonrisa. Por más que quisiera, no podía enojarme con él.

—¿Recuerdas que dije que quería correr solo? —Lo sentí seguirme.

—¿Recuerdas que solo voy un par de cuadras más arriba? Además, hoy no quiero hablar. — Mientras más callada me mantuviera, mejor para mí. Había tomado la decisión de que no diría nada a nadie. Yo ni siquiera era parte de ese triángulo amoroso, lo mejor era que me mantuviera al marguen.  

—¿Te sientes mal? —Se interpuso en mi camino, y posó sus manos en mis hombros. El contacto me tomó por sorpresa, así que me revolví con molestia. Él debió haberlo notado porque me soltó al instante.

—Ayer fue un día algo intenso. —justifiqué mi silencio.

—Sí. —Estuvo un momento callado mientras corríamos por el sendero. — Nunca me contestaste por qué estabas durmiendo en el porche. —Que volviera a repetir esa pregunta era porque verdaderamente le causaba curiosidad.

—No tenía sueño y salí a contemplar las estrellas, me quedé dormida allí.

No dijo nada más, trotábamos en silencio hasta que vimos a Darel en el sendero corriendo en nuestra dirección. Era la primera vez desde que comenzamos los entrenamientos que mi amigo no me esperaba en su casa. No pude evitar ponerme nerviosa, que ambos se encontraran otra vez cara a cara, con un secreto de por medio como el de Julia, se sentía como si una bomba estuviera a punto de explotar.

—B-B-B-Bu-Buenos días. —Ambos saludamos al unísono. —Na-Na-Nadel, estaba preocupado.

—Me quedé dormida.

—Yo los dejo chicos, no puedo detenerme ahora y quiero hacer unos recados. Nos vemos más tarde. —Yoisel por suerte no le gustaba nuestra compañía, cosa que alivió mi alma. Lo observé marchase por el sendero, y le pregunté a Darel una vez que no pude divisar más su silueta.

—¿Qué tortura piensas hacerme hoy de entrenamiento?

—No-no-no es tortura. Di-Di-Dime una cosa. —Dibujó una sonrisa en su rostro. —¿Po-po-por qué el biólogo no quiere correr co-co-con nosotros?

—Porque hablamos muchas tonterías. —Le contesté con obviedad.

—¿No-no-no será que le gustas?

—¿No será que eres tonto?