Rompiendo Paradigmas

34: No más secretos.

Leslie Belmont.

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Mamá siempre nos había educado de una manera en la que debíamos ser agradecidos, hacer las cosas de corazón y sin echar en cara nuestras buenas acciones a las demás personas. Así que era entendible porque no quería confesar todo esto. Sin embargo, todo lo que sucedió… lo que hice, tiene un trasfondo. Tal vez no merecía su perdón por ocultarle esto, especialmente en todos estos años y más llevarme de cómplice a mi hermano. Pese a todo ello, debía afrontar las consecuencias. Especialmente, si eso implicaba recibir el rencor y rechazo de mis propios padres.

—¿Cómo que no la vendiste? —preguntó al ver que no decía nada más. Tragué saliva y una lágrima salió de cada ojo y comenzó a resbalarse por mis mejillas.

—Pero se repartieron los muebles y sus pertenencias porque dijiste que querías vaciar la casa para venderla. —explicó Amelia.

—Sé lo que dije, Am. —contesté con la voz cortada cerrando los ojos logrando que más lágrimas salieran. Miré al suelo; mis manos estaban entrelazadas temblando levemente de la ansiedad.

Finalmente, alcé la mirada. Mi mamá me miraba con atención y cierto rechazo cruzada de brazos. El ambiente estaba denso, pero todos me estaban escuchando con cautela.  

—La vacié para que creyeran que la vendí, pero sólo la renté. —Fernando se levantó del sillón y subió las escaleras. —Le pedí a Fernando que escondiera los documentos de la casa y él es quien ha estado recabando todo el dinero de la renta.

En eso, bajó Fernando con un cofre de madera. Le extendió el mismo a mi mamá y a papá le dio la llave para abrirlo.

—Ábrelo, mamá—habló Fernando.

Mamá dudó, papá quitó el seguro del cofre con la llave y mamá lo abrió lentamente. Eran fajos de dinero. Inmediatamente, mamá se tapó la boca y el llanto regresó. Bajé la mirada.

—No quería dejarlos desamparados, así que le dije a Fernando que les diera el dinero mes con mes, pero mejor me propuso guardarlo hasta juntar lo necesario para que pudieran arrancar con su negocio. —hice una pausa—Tal vez no es mucho y probablemente este no era el momento o la forma de decírselos ya que buscaban una explicación más corta, pero Fernando me hizo entender que merecían saberlo. Yo no podía orillarlo a que siguiera guardando este secreto.

—Entiendo que no la hayas vendido. —habló Amelia al ver que nadie decía nada—¿Pero por qué lo ocultaste?

—Porque la casa más que ser una propiedad, tiene un valor sentimental para mamá. Por eso quise conservarla. Y respondiendo a la pregunta de por qué lo oculte, es porque sabía que, si decía que la había rentado; mis tíos estarían molestando a mamá sintiéndose con autoridad sobre esa casa. En otras circunstancias… no tendría problema ya que no es mi casa, sino de ellos y de mamá; pero después de todo lo que le hicieron, no.

Hice una pausa. Miré a mamá. A papá. Nada. Bajé la mirada. Nadie dijo nada durante varios segundos.

—Canadá fue algo que quise por años, pero sabía que, si se los decía, buscarían la manera de hacerme cambiar de parecer. Así que me moví por mi cuenta y se los hice saber cuándo todo estaba listo; ya no había marcha atrás. No obstante, se dio la oportunidad de la casa y me apresuré para dejar algo para ustedes. Sé que del negocio de Fernando salió para los gastos mucho tiempo, pero ahora que lo saben, quiero que sepan que yo no me siento dueña de esa casa, porque no es mía. La casa está a tu nombre, mamá.

—¿Qué?

—Si, el abogado que me iba a ayudar con mis tíos me ayudó a poner la casa a tu nombre. Claro, con ayuda de Fernando.

Mamá dirigió su vista a mi hermano. —¿Eso es cierto, hijo?

Él asintió. Aclaró su garganta.

—Cuando te di a firmar el contrato de mi local para que fungieras como mi aval, realmente era el cambio de propietario.

—Pero fuimos a la notaría. El abogado…

—Era el abogado de Leslie, no mío. Dijo que no era correcto engañarte, pero no queríamos que supieras que realmente estabas firmando el cambio de nombramiento de la casa de la abuela. —explicó Fernando.

El silencio volvió a inundar la casa. Ninguno dijo nada. Voltee a ver a Fernando y éste colocó su mano en mi hombro. Sabía que probablemente mamá me dejaría de hablar después de esto. Tal vez no era con mala intención, pero fue una mentira que subió de nivel durante 3 años. La engañamos para que firmara un papel donde suponía que ella sería aval, más no propietaria. En el fondo, sabía que era una buena acción, pero no la forma en que la hice.

Finalmente, mamá soltó un largo suspiro. Se enderezó en el sillón. Papá aun la tenia rodeada de los hombros son su brazo. Ambos estaban muy juntos. Papá la miró, pero no dijo nada. Mamá le extendió el cofre con el dinero a papá quien lo dejó sobre la mesita de centro que había en la sala.




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