Septiembre 25 del 2018
Él no sabía realmente que hacia alli, en ese lugar de paredes blancas, y donde parecían todos medios drogados.
En calma y a la vez, en agonía porque en su rostro desvelaban la frustración y la intranquilidad a pesar de su sonrisa fingida la conocía también porque él estuvo aquí, paso por esto pero nadie se enteró la razón ni nadie preguntó, ni siquiera su amiga.
No obstante, él aprendió a fingir y mostrarse como a la gente de la sociedad le gusta etiquetarlo un galán con alegría y sin importarle nada.
No a él le importaba muchas cosas aunque entre ellas no estaba molestarse porque lo conozcan y solo vean una faceta de él, la que ellos querían ver, la más hermosa y que no daba miedo.
Sabían que era un manipulador. ¿Pero sabían la razón? ¿Cuál era su historia? No, y tampoco debía contarla. No le avergonzaba quien fue en ese entonces. No ese alguien que era más saludable que en estos momentos. Nunca estuvo bien del todo pero nadie se da cuenta si logras engañarte hasta a ti mismo de que estás bien. Nadie era mejor que él en las artimañas, facetas y manipular.
Siempre estuvo roto y nunca lo admitió debido a que no sentían la necesidad de ayuda no hasta que conoció a esa joven que su cabello era radiante como un sol en un atardecer cuando esa luz irradiaba, tornándose un color naranja que brillaba y a la vez se apagaba.
Ella cambió su vida ya sea para bien o para mal, pues nunca conoció a alguien tan distinta y a la vez parecida a él. Ella brilla pero otros días era muy opaca su luz. Era el sol y la tormenta que se avecinaban junto a ella.
Era la luz y también la oscuridad dentro de ella lo que le llamó la atención, todo en ella era maravilloso y a la vez misterioso al igual que el joven que siempre andaba con ella. Aquel que parecía querer protegerla de todo, nunca estaban juntos los tres al mismo tiempo pero los conocía.
Y él nunca pensó usar sus influencias para lograr volver a un lugar que le daba pavor, pánico de solo ver las paredes, pero ella era especial para él.
Se sentía mal por ella porque la razón de que terminara tan mal era su culpa, era culpable de llevarla a la fiesta, y de los actos que sucedieron después fue cómplice y culpable.
Ella era su vecina, compañera y amiga. Pero nunca debió de acercarse a ella. Todos terminaban igual, siempre destruía lo que estaba cerca de él, y nunca podía hacer algo para cambiarlo.
La miro en esa cama casi sedada al completo, su padre no sabía que había venido ni peor su madre, deseaban mantenerlo lejos de todos y todo hasta de ellos mismos. A ella no le permitían visitas pero él siempre lograba lo que deseaba nunca existió un límite que lo lograra parar, es y siempre será un ganador aunque a la vez perdió más que la libertad.
Siempre tuvo libertad lo que ella deseaba con todo su corazón, pero él solo desea que en sus cumpleaños sus amigos vinieran por él no por sus padres ni tampoco por su dinero. También quería con anhelo que alguien lograra ver más allá de lo que todos pensaban menos ella, quien supo reconocer al falso del verdadero.
Lo real de lo de fantasía y también quién le mostró una salida de su escondite, que para ella siempre fue estar leyendo pero para él fueron las fiestas.
Pero verla allí casi dormida sin poder hablarle le confesó lo que le carcomía el alma, y cree que nunca podrá superar aunque intente negarlo.
“Fue nuestra culpa, lo matamos, era inocente”
—Elizabeth, nunca debí llevarte a la fiesta...
Sonrió y acaricio su cabello mientras ella murmuraba casi sin vida, sus ojos parecían perder todo el brillo y solo quedaban vacíos.
—Tú lo sabias ... —Ella se levantó abruptamente sin previo aviso y sostuvo su mano temblando.
Él asintio quizás no recordara esto al día siguiente pero debía confesarlo, y ella merecía la verdad no un simple no fue nuestra culpa, mientras que sentía que su alma era destruida y carcomida por haber condenado a ese señor a una muerte sin oportunidad de luchar y vivir un día más.
Por fin lo sabia, se tardo demasiado tiempo en decirlo en voz alta pero lo hizo antes de que la encerraran ya hora en estas paredes blancas.
Su sonrisa felina no mostraba rastro de alguna culpa, pero sus ojos lo delataban. Esos pequeños ojos luchaban para mantenerse ocultos de los suyos, no la miraba a ella cuando dijo en una plegaria: “¿Qué vas a hacer?”
No lo había pensado. No lo pensó ni planeo venir aquí, solo sucedió, era el lugar que pensó no volver y a la vez alguien le gritaba ir, su conciencia quizás. No para buscar refugio sino para enfrentarlo, debía hacer algo aunque no sabía que, y tampoco quería saberlo.
—Ese hombre... lo supiste todo el tiempo —respiró con irregularidad, para poder seguir hablando y no caerse de rodillas, no desplomarse en el suelo—. ¿Por qué lo ocultaste de mi? ¿Por qué no me dijiste la verdad antes de que todo esto sucediera? Me mentiste y me lo ocultaste mucho tiempo y me dijiste que no era nuestra culpa que no habíamos hecho nada hasta hace unos días que deciden que debes hacer lo correcto...
Se cruzó de brazos, y señaló que se sentará y tranquilizará. Ella no se sentó solo siguió temblando y su cuerpo sintió frío, como si se congelara. Sentía como si solo fuera un alma vacía, sin vida y llegando su desgracia a su final.
—Pensé en decírtelo pero solo te dañaba más, no saberlo era lo mejor para ti.
—¿Mejor? ¿Cómo mejor? —gemía de dolor, tan profundo como un cuchillo en sus costillas, me desgarraba por dentro verla sufrir—. Dime para quién era mejor ocultarlo, sabes qué piensan que trate de matar a Lukas, mientras que solo intenté protegerme. Soy una cobarde y debería entregarme, siempre pensé que Lukas era peor que yo pero no fue así. Soy un monstruo en piel humana, nada más que eso.
Mis manos ensangrentadas tomaron una taza de té, temblando de ira y con coraje, porque era mi culpa que ese hombre muriera. No sabía que hacer así que hice lo que siempre se me dio bien, mentir y engañar.
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Editado: 22.10.2021