*Narra Rosalie:
-Entonces los declaro marido y mujer, joven puede besar a la novia. -Anunció el sacerdote.
Giramos para mirarnos fijamente. Emmett acarició mi mejilla con su mano, delicadamente. Sonrió como un pintor lo hace al terminar su obra de arte más preciada y me besó, dulce y luego apasionadamente. Me perdí en el tiempo una vez más hasta que escuche:
-Ejem ejem. - fingió un carraspeo el cura. - Que sean felices hijos. - Y se marchó.
Con Emmett nos reimos un tanto avergonzados. El me abrazó por la cintura, elevándome sin esfuerzo. Edward, Carlisle y Esme aplaudieron al unísono. Era una ceremonia privada por la "debilidad" de Emmett, pero más adelante podríamos repetirlo con cientos de espectadores.
-Felicidades mi princesa. - Me abrazó Esme muy emocionada, mientras Carlisle saludaba a mi esposo.
-Uff, no… , te… , emociones… , Emmett… . - Decía Carlisle adolorido. Emmett lo soltó y se largó a reir.
-¡Contigo no tendré cuidado!. -Y abrazó tan fuerte a Edward que pude sentir el sonido ahogado que salía de su garganta. Esto se ponía cada vez mejor.
Luego Carlisle me felicitó y Esme a Emmett.
-Felicidades Rosalie. - Me dijo Edward dándome la mano. El no era mi persona favorita en el mundo ni yo la suya.
-¿Y cuándo te veremos a ti dar el "si" solterón?. -bromeé, aunque en parte quería saber.
-Si Rosalie, quizás el siglo que viene… .
-Bueno si sigues así terminarás enamorándote de tu piano.
Y visualicé a Edward en mi mente besando la parte superior del piano de la casa. Edward se rió al ver el pensamiento.
-Muy graciosa. Disfruta ahora de tu capricho.
Para ese entonces Emmett estaba a mi lado mirando fijamente a Edward.
-Lo nuestro no es un capricho. - Cada palabra sonó amenazante.
-Chicos, ¿pueden pasar un solo día sin pelear?. - Suplicó Esme interponiéndose entre mi esposo y Edward.
-Vamos a casa, hay que celebrar. -Dijo Carlisle.
-Oh, pero antes… . -Esme me miró. - Quiero enseñarles su nueva casa… .
Tomamos rumbo fuera del pueblo a unos cuatro kilómetros, al otro lado de la casa. Al fin cuando llegamos Emmett se rió.
-Wow, si que nos querían lejos. Prometemos hacer mucho ruido para que nos oigan y no nos extrañen.
Le pegué un codazo pero ya todos reían. Quizás por que Emmett tenía razón.
La casa era sencilla pero hermosa. Cada sector gritaba Esme; la decoración, el color pastel que eligió, todo. Tenía una chimenea y un jardín con rosas que estaban recién creciendo. La casa era de un piso pero grande.
-Los esperamos en la casa para celebrar. - Dijo Esme
-Gracias Esme, es el regalo más perfecto y hermoso. -Agradeció Emmett dándole un beso en la frente y un abrazo.
-Gracias Esme, prometemos volver después de ver la casa. -Dije.
Edward puso los ojos en blanco adivinando mi mentira piadosa.
Tomaron el camino de vuelta a casa y sentí como me elevaba de un momento a otro. Alcancé a recoger mi velo para que no se arrastrara. Mi esposo me llevaba en brazos a nuestro hogar.
-Hogar dulce hogar, mi ángel.
Sólo vi la chimenea y una alfombra tapizada color blanco frente a ésta. Al segundo no pude ver más que… , fuego… , si fuego… , que emanaba de nosotros. Me besó aún en sus brazos y en menos de un segundo estaba frente a la chimenea sobre la alfombra.
-¿Dónde… , están los botones… , del vestido?. - Jadeaba mi esposo buscando inútilmente.
-Aquí. - Y con mis manos rajé el vestido de novia desde el escote hasta el ombligo.
Emmett rajó su camisa y dejó ver sus perfectos musculos.
Me quedé mirándolo, incrédula de tanto amor y pasión.
-Amor, me haces tan f… .- Posó su dedo índice sobre mi boca. Me besó apasionadamente y su mano que me silenciaba ahora recorría mi cuerpo.
Tres horas después recordamos que debíamos ir a la casa a celebrar. Solo ahí pude ver un escenario claro. Había once ladrillos de la chimenea que faltaban y estaban en el suelo hechos polvos. Divisé mi vestido en tres partes repartidas por el living, mezclado con el traje de Emmett. La alfombra tapizada se salvó al menos aunque estaba tirada muy lejos. Que bueno que Esme aún no colocaba todos los muebles. Estarían destruidos.
-Ups. - Me mordí el labio. Pero luego me reí de mi misma al verme reflejada en la ventana. Mi pelo estaba hecho un desastre y tenía la boca enrojecida por el labial que mi esposo corrió con sus besos. Genial ahora parecía un payaso. Emmett me peinó como pudo. La peluquería no era su don así que continué yo.
-Debemos ir a la fiesta. - Me apuré
-emm, amor, nuestras ropas, jeje.
-Debe haber algo, Esme debió traer nuestra ropa.
Pero me equivoqué. Al ir a la habitación, estaba vacía.
-mm, creo que la casa no venía con ropa incluida. - Se rió mi esposo.
-¿Y que hacemos?. ¿Correr desnuudos por todo Vancouver?. - Me desesperé.
-No es mala idea. - Susurró abrazándome muy apasionadamente.
-¡Emmett concéntrate!. -Le detuve antes que nos demorásemos otras tres horas.
Y se me ocurrió una idea. Fui al living y tomé los trozos del vestido de novia y los acomodé para que me encajara como ropa.
Emmett se apoyó en la pared y al verme se rió pero no de mi. Pude adivinar por que.
-Y yo voy corriendo detras de cada arbusto, desnuudo por la vida, ¿no?.
-¿Crees que te dejaría llegar a la casa si anduvieras corriendo a mi lado así nada más?. - Enarqué una ceja presuntuosa.
-¿Y entonces que hacemos amor?.
Y otra gran idea vino a mi mente… .
-Esperame.
-¿Qué?. ¿Dónde vas?.
-Un minuto cielo.
Corrí un kilómetro y encontré a un humano. Me acerqué y puse mi cara más seductora.
-Buen hombre, ¿me daría sus pantalones por favor?.
El hombre quedó en shock al mirarme y con la boca abierta.
-¿Señor?. -Insistí.
-Si, perdón. - Me dijo aún asombrado por mi belleza.
-¿Me podría dar sus pantalones por favor? Los necesito.
-Si señorita. - Dijo casi hipnotizado y se bajó los pantalones sin dejar de mirarme.
-Gracias buen hombre. - Y me fui dejando al humano hipnotizado en calzoncillos en medio del bosque.