Rough

Epílogo

South Aegea, Grecia.

  Miraba a mi familia desde la terraza de mi habitación. Tenía que ponerme algo para bajar, puesto que apenas hace unos minutos había tomado mi ducha. Tenía puesto un albornoz mientras esperaba que mi cabello se hiciese con las ondas naturales de las puntas. Quería tomarme el tiempo de saborear la visión que tenía del gran jardín de mi casa.

Mi pequeña niña de cuatro años corría para escapar de su hermano, los dos en pasos aún torpes. Su cabello largo y castaño caía en ondas sueltas por su espalda, una imitación mía. Enmarcaba su rostro fino, con grandes ojos  idénticos a los de su padre, a diferencia del color, y la sonrisa. Era la de Alex. Reía a carcajadas para librarse del pequeño que igualmente iba tras ella con una replica de su sonrisa. Ese pequeño niño tenía los ojos un poco más claros, estos sí del color de Alex pero más profundos, y poseía todas y cada una de las facciones y rasgos de su padre. Su pelo, su carácter, su mirada. Era una pequeña Bestia.

Mía compartía pequeñas cosas conmigo, y entre ellas su personalidad, cosa que me divertía a mí y encantaba a su padre, quién besaba el piso por el que ella caminaba.

Amanda y Nikolas -Comprometidos hace poco- los observaban con sonrisas plasmadas en sus rostros desde unos bancos cercanos, mientras hablaban y tomaban una bebida que la madre de Alex había preparado en la cocina. Algo con frutas, había escuchado. Amanda y el mejor amigo de Alex habían comenzado a acercarse cuando los dos fueron elegidos para ser los padrinos de nuestros hijos en su bautizo, y desde ahí sólo continuaron viéndose por insistencia de Nikolas, pero mi amiga no resistió al final, la prueba de ello se reflejaba en que estaban a pocos meses de celebrar su matrimonio.

Elizabeth también se encontraba con nosotros en este pequeño viaje. Alex había metido a nuestra familia y amigos cercanos en un avión para traerlos a Grecia porque si y porque le daba la gana. Palabras textuales de mi esposo, cabe destacar.  Se acercaba Diciembre, y el señor quería pasar muchos días aquí en Grecia, apartado de los negocios y de las empresas, a medias, para disfrutar de la compañía de los nuestros.

Éramos felices.

Mi padre y mi madre también estaban aquí, lo que me ponía feliz. Y mi hermana, que tenía a Kiryacos detrás.

Era cómico por toda la trayectoria que teníamos con él, pero todo eso había quedado atrás hace mucho. Alex lo soportaba más, acordándose siempre de que él solo era nuestro amigo y socio.  Ahora posiblemente cuñado.

Una de las tantas veces que habíamos venido a Grecia a lo largo de estos cuatro años Amy decidió venir con nosotros, alegando que ella quería saber qué era lo que me tenía tan enamorada de ese país. Cuando nos acompañó al Resort, mientras veíamos las instalaciones y comprobábamos que todo estuviese marchando bien, nos cruzamos con uno de mis griegos favoritos. Después de todo el malentendido con la hermana de Alex y su padre, quedó comprobado que Kiryacos había sido solo una pieza en el juego de Kristen.

Mi hermana era una locura en una caja de sorpresas, cosa que dejó prendado al griego. Tiene algún tiempo detrás de la morena, pero no sabíamos más de lo que nos dejaban entrever.

Mi vida se centraba en tres personas desde hace mucho tiempo, y era exrtremadamente feliz.

La paternidad había sido difícil para los dos, pero habíamos superado cada prueba. La primera vez que cambié un pañal no me fue tan mal, después de todo mi madre y la de Alex estaban ahí para los dos, pero a Alex ni con la ayuda, le fue bien.

  -hice un jodido desastre, campeón- oí que le susurraba a Camilo. Sonreí. Pero no importa, porque tu mamá no se va a enterar si llamo a Betty ahora mismo, ¿verdad?— El bebé balbuceaba, como si de verdad entendiera lo que su padre estaba diciéndole. Betty  jamás le decía que no a Alex, más bien se reía y encantaba con sus desgracias paternales y no paternales. Era su hijo de alguna forma. Lo vió crecer.

  bien, vámonos de aquí. Llamemos a la nana Bettyle decía. Sonreí y me alejé de ahí con Mía en brazos. No quería arruinar la complicidad que tenía mi hijo con mi esposo.

Después de eso me dijo con un rostro orgulloso que le había ido excelente sin mi ayuda, que podía valerse por si mismo si llegase a quedarse solo con los bebés. Pero a la noche se arrepintió, me contó que la nana había ido en su ayuda.

Lo bueno es que la práctica hace al maestro. Alex se volvió un máster en cambio de pañales, baño y biberones en poco tiempo. Yo había comprobado mi teoría de que él sería un padre increíble.

Alex jugaba cada tarde después de llegar de la empresa un partido de Fútbol con Milo, lo enseñaba a jugar, lo llevaba a "paseos de hombres" y hasta donde tenía entendido, tenían sus pláticas de hombres, también. Ese niño ya era una Bestia en desarrollo. Mientras que con Mía lo único que había comprobado era que era su debilidad. No había una cosa que él no le diera, no había un solo capricho que él no hiciese realidad. Yo la enseñaba a ser buena, a valorar lo que tenía, habíamos formado a dos niños respetuosos y humildes. Cada noche Alex se la llevaba después de comer a su cuarto, después de despedirse de mí y de su hermano, y de la nana también. Ahí jugaba un momento con ella hasta que le avisaba que tenía sueño, ese era el momento donde la acurrucaba en sus brazos hasta que la nena caía en brazos de Morfeo.

Ahora, después de varios años, mis hijos estaban enamorados de su padre, que como también yo había comprobado, era una Bestia todavía con todo el mundo, a excepción de sus hijos.

  —¿Tienes problemas para vestirte?—escuché detrás de mí. Volteé con una sonrisa risueña en mis labios. La verdad es que estaba tan a gusto que no tenía ganas de vestirme ni un poco. Quería seguir observando a mi familia desde aquí. Alex se acercó hasta donde yo estaba y rodeándome la cintura con sus brazos me fundió en torno a  su cuerpo, dejando un beso en mi hombro desnudo. Me miró a los ojos esperando una respuesta—¿En qué piensas?—me preguntó. Negué lentamente.



#1799 en Novela romántica

En el texto hay: amor, empresario, rough

Editado: 28.07.2021

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