Domica Reinginald
Después de enterarme acerca de la boda entre mi hermano y la criada, tuve que acelerar mis planes y esperar a que me salgan bien. Por lo cual, hice unas llamadas para saber en qué lugar el alcalde Enrique iba a comer, así tendría tiempo para conversar a solas con él.
Al llegar al lugar, por las ventanas del local puede divisar una figura y sé que es el alcalde así que camino directo a la mesa en la cual él está comiendo mientras se sirve un trago.
-Escuché que la comida de este lugar es grandiosa, es popular entre los empleados-retire un poco la silla para poder sentarme, puse mi bolso en la mesa y retire mis lentes oscuros. Cruzo mis piernas y pude ver la cara seria del alcalde, parece que le incomoda mi repentina presencia.
- ¿Qué la trae por aquí, directora ejecutiva? -realmente no se ve nada feliz de que esté aquí.
-Ya que no hubo respuesta de su parte después de invitarlo a cenar, decidí aparecer.
-Ya dije que no tenía nada de que hablar con usted respecto al proyecto de la Ciudad Roja-alego.
-Emily Fairchild debió haberse ganado mucha de su confianza, pero ya que estamos aquí comamos juntos. Rechazó la cena en nuestra casa, así que le traje a nuestra cocinera hasta aquí-mire hacia la puerta del local y el alcalde imito mi acción, pude ver a la cocinera. Asentí con la cabeza, y ella entendió a lo que me refería, avanzó dentro del local seguida de tres sirvientes que entraban empujando carritos que llevaban lo que preparo, llego a nuestro lado, poniendo 10 bandejas cubiertas por cloches a lo largo de la mesa.
-Serviré su comida señor-dijo ella, para destapar el primer cloche que estaba frente del alcalde. Esté solo abrió sus ojos sin poder creer lo que veía en la mesa, en cada bandeja descubierta había dinero. Ordene poner un millón de dólares en cada bandeja, era muy poco, 10 millones era solo para convencerlo. Si llegábamos a un acuerdo él recibiría muchas más bandejas con el doble que le estaba ofreciendo hoy.
-Esta es mi forma de ganarme su confianza, claro que Emily probablemente también pueda preparar esto. Sin embargo, ese dinero no hubiera sido posible sin nuestra compañía-puedo ver señales de interés, tal vez este funcionando-. ¡Ella vino a nuestra casa a la edad de dieciocho para ser mi sirvienta! Incluso si los tiempos cambiaron. Es absurdo que una simple sirvienta tome el lugar de la señora de la casa.
-Yo soy así, Emily Fairchild es solo una hoja que será triturada y desechada después de ser usada, pero yo, Dominica Reiginald soy una tarjeta negra. Ilimitada-al terminar de hablar puedo sonreír con triunfo, eso debe bastar para convencerlo, estoy segura.
-Esto luce bien....
-Pero, es asqueroso para comer-contesta poniendo las manos en su cintura. Lentamente una expresión de fastidio llega a mí.
Veo como toma su saco y se levanta de la silla-. Tengo mi confianza en usted, le aseguro que este no es el fin-mi voz salió neutra y me limité a mirar al frente, en específico estoy mirando la silla-. Mañana lo invitaré a una fiesta de cumpleaños.
-Es su cumpleaños, ¿no es así? -finamente lo miro, mientras que él solo me observa en silencio, eso me da pie a proseguir-. ¿Qué tal si celebramos frente al mar de la Cuidad Roja? -dije alzando mis cejas.
Alcalde Enrique Figueroa
Pude sentir la brisa golpearme la cara, miro al frente y todo lo que veo es de color azul, después de haber aceptado la propuesta de la fiesta, la señorita Dominica preparo un yate privado para mí y mis invitados. Hay meseros vestidos de blanco y negro atendiéndonos, mis invitados están siendo cariñosamente atendidos por señoritas de prepago.
Pasa un mesero y agarro otra copa de champán, estoy consciente de que ya estoy un poco pasado de copas, pero que más da, es mi maldito cumpleaños.
-Yo, Enrique Figueroa definitivamente lo haré, en la historia de este lugar.... No, en la historia del desarrollo de este país, mi nombre estará grabado en un lugar destacado-me tambaleo un poco mientras me señalo a mí mismo.
Los invitados aplauden al igual que las señorías presentes, todos me felicitan y me dan sus buenos ánimos, excepto por uno.
-Oye Darius, ¿Por qué tu respuesta es así cuando estoy hablando? -todos voltean a verlo y él solo toma un trago de whisky que hay en sus manos. Con pasos torpes trato de acércame a donde están ellos-. Se supone que eres miembro de este gran proyecto de desarrollo, ¿no te impresiona en lo absoluto ver esto? -digo señalando a algún lado del mar. Él se levanta del lugar con fastidio y molestia.
-No hay suficiente tiempo para determinar si este sitio es adecuado para poder desarrollarse el proyecto, que al caso soy el único que ve esos detalles. Si procede de esta manera, será criticado por...
No deje que terminara de hablar porque una rabia se apoderó de mí, y lancé la copa que tenía justo al lado de Darius. Escucho como los meseros se exaltan, y los invitados se levantan lentamente de sus asientos para observar, incluso los que estaban en la parte de arriba del yate han bajado. Me talló los ojos porque me siento mareado y veo borroso a este punto. El hombre que está a mi lado se me acerca, pero cuando me toca lo alejo con brusquedad.
-Suéltame, suéltame. Oye, ¿eres el único limpio? ¡Eh! - grito señalándolo nuevamente. El tipo que se me había acercado me toma y les dice que me lleven adentro, dos meseros se me acercan, pero no me dejo.
-Bastardo. Estás actuando así porque no tienes una familia. ¿Qué harías si tuvieras una familia que mantener? ¡Como si no te ensuciaras las manos! ¡Intenta ser alcalde! Si lo hicieras ya no sonarías tan pedante.