En una cabaña protegida en el vértice entre tres territorios, Aria permaneció unos segundos observando el recuadro con el mensaje de conexión finalizada en la esquina inferior izquierda, su mente repasando la información que Ava Storm le había enviado. Cerró el recuadro, pero mantuvo pasando las imágenes de forma automática, los rostros humanos ocupaban la pantalla cinco segundos a la vez, las expresiones de pánico, miedo y desesperación de unos, desprecio, asco y desdén por parte de otros. Cada uno obligado a mirar hacia la cámara, en la mayoría de imágenes se podía ver las fuertes manos que sostenían sus rostros para que no se movieran.
Aria quería traspasar la pantalla para alcanzarlos, la necesidad violenta rugió en su sangre, luego la tristeza que pudo percibir en Ava enfrió sus emociones. En el pasado, Aria se habría hundido en la culpa y el enojo, dos emociones que usó para levantarse en sus momentos más difíciles, pero que se volvieron cada vez más y más grandes, más y más asfixiantes, tomando todo de ella, hasta que ya no encontraba la fuerza suficiente para sonreír...
Un gruñido desde la cocina de la cabaña evitó que descendiera más en ese camino oscuro, el vínculo en su mente envió un pulso caliente que se expandió por su columna y se convirtió en suaves olas que aliviaron el peso de la amargura. Recordó los años que trabajó como agente de campo en la AAC, se había exiliado por voluntad del clan Ice Daggers para refugiarse en un lugar remoto de Rusia creyendo que al estar aislada lograría superar y cerrar las heridas de su pasado. Sin embargo, estuvo equivocada, no soportó estar sin hacer nada, sus instintos se volvieron cada vez más fuertes, la necesidad fue un puñal astillado en su corazón. Se dio cuenta en ese entonces, que ella ya no podía volver a tener una vida como solitaria.
Las emociones y los recuerdos de sus lazos vinculares con los miembros de su Clan permanecieron a pesar de que los había cortado.
Así fue como decidió trabajar para la asociación anti-cazadores. Tres largos años... Aria todavía podía sentir el terror, el olor a sangre de sus víctimas cuando liberó los instintos depredadores para eliminar hasta el último criminal de su lista...
—Regresa —fue el pedido ronco de su compañero, su voz fluyendo en su mente como seda líquida.
Sean la envolvió con los brazos, inclinado sobre el respaldo del sillón gris claro de la sala, apoyó su mejilla en su sien derecha. Confortada por el afecto salvaje del puma que sostenía su alma y corazón, Aria inclinó la cabeza hacia atrás, Sean no desperdició la invitación, nunca lo hacía, marcó su cuello de esa forma lenta y suave y húmeda, que a ella le hacía desconectarse brevemente de todo.
—Harlan ya se durmió —informó, su voz lenta, profunda, acariciando cada parte de ella—. ¿Me dirás lo que sucede?
Sabiendo que nada escapaba a la filosa concentración de este puma alfa, Aria se inclinó un poco hacia su derecha, girando, levantó la mirada hacia él. Fue recibida por esos ojos del marrón más oscuro con suaves pinceladas cobrizas rodeando las pupilas negras. Solo ella podía ver la belleza de sus ojos, para el resto del mundo Sean tenía el color del carbón.
Si hubiera sabido que tendría este nivel de conexión, de intimidad, habría deshecho el bloqueo sobre el vínculo con el que lo mantuvo alejado mientras hizo trabajo de campo. El afecto de Sean, una fuerza primaria que se estrechaba a su alrededor sin dejar ni una sola brecha libre, habría aliviado la carga en sus peores momentos de frustración.
—Cazadores —respondió, dejando de lado los pensamientos sobre lo que hubiera pasado si ella hubiera actuado diferente. Necesitó estar sola y luchar contra el lado más cruel y despiadado del corazón humano para saber de qué estaba hecha, cuál era la razón de su existencia—. Esta vez fue una cacería en masa.
El vínculo, esa línea brillante que se encendía en su mente cuando cerraba los ojos, los delgados hilos dorados y azules entremezclándose unos con otros, vibró con la fuerza protectora de Sean. Su felino recibió esa fuerza, haciéndola parte de ella.
—¿Alguno de nuestros aliados está en riesgo? —Preguntó, su voz volviéndose grave.
Subiendo su mano para acariciar las delgadas fibras negras de su cabello, Aria lo tranquilizó. Desde que regresó de su exilio, el puma había desarrollado su instinto protector a un nuevo nivel, ignorando los principios básicos con los que se había creado su clan, liderando a sus leales pumas a un camino donde ya no les importaba el tipo de animal en que se convertían los demás, todos pertenecían a la misma raza, negar la ayuda a otro era como negarse a sí mismos.
Y Aria lo amaba por eso, su enorme corazón, su enorme voluntad para mantener a todos a salvo.
—No, la coalición está bien. —Sonrió. Desde que había ayudado a los felinos de Gold Pride a recuperar sus tierras, Aria había entablado relaciones con la mayoría de ellos. Incluso ahora tendrían conexiones vinculares a través de Dimael, uno de sus leopardos de las nieves que solicitó quedarse en la coalición junto a su compañera—. Sin embargo, esto les afecta de manera indirecta. Los cazadores tomaron como objetivo a una familia de tigres cuyas tierras son cercanas al territorio de la coalición.
El felino de Aria mostró los dientes, su pelaje deslizándose bajo su piel. Siete desaparecidos, la pareja vincular de la matriarca de la familia fue asesinada. Los recuerdos sangrientos gritaron, los cuerpos sin vida de sus seguidores alineados en la tierra...
Sean besó su frente, luego se incorporó, rodeó el sillón y se sentó junto a ella. Un brazo pasó sobre sus hombros, Aria se acurrucó en su calor.
—¿Mcgraw intervino?
—Sí, pero se arriesgaron demasiado.
Si estuviera en su lugar, Aria habría enviado a todos los refuerzos disponibles junto a los emisarios. No debía subestimar a los cazadores, siempre había que ir en alerta máxima si ellos estaban involucrados.
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Editado: 08.08.2022