A Marshall le temblaba el labio superior, inclinándose hacia arriba, quería reír, sonreír tan amplio y grande que le dolerían los músculos de la cara. Pero su león gruñó, diciéndole que no era una buena idea, por el momento.
Así que mantuvo un rostro neutral, y apenas jaló a Ava hacia su habitación cerró la puerta y dejó libre su muñeca. Cuidado, se decía a sí mismo, que ella estuviera aceptando sus acercamientos no significaba que tenía el derecho de tocar a voluntad. Entonces ¿por qué hacer esto? Bien, Marshall era un hombre simple, vio a la mujer de sus sueños en su puerta, con esos ojos ambarinos subiendo lentamente por su pecho desnudo, una pequeña brecha separando sus labios, con el rubor en sus mejillas y el aire contenido, su reacción: atraerla —o arrojarla—, a la parte más íntima de su territorio.
Marshall era puro instinto ahora, su león queriendo pavonearse por haber sido admirado por ella. Sin embargo, el tiempo de admiración terminó en el momento en que Ava salió de la sorpresa inicial y entonces, de nuevo en el juego. La tigresa gruñó, fuerte y claro, pero para aumentar más el calor de su cuerpo, ella se quedó.
Del otro lado de la habitación, pero se quedó.
«Un paso a la vez» se repitió, sosteniendo las puntas de la toalla que tenía en el cuello «no hay nada malo en prolongar este paso» teniendo a una pequeña tigresa a punto de dar el primer zarpazo, su cuerpo demasiado rígido para su gusto, el león de Marshall quería morderla.
—¿Qué sucede? —le preguntó.
Usó la toalla para absorber los restos de humedad en su melena. No había necesidad de cubrirse de inmediato, no es como si estuviese desnudo frente a ella, y si lo estuviera, ni siquiera pensaría en ocultarse. La desnudez era parte de la vida de un cambiante, y Ava lo sabía bien.
Ahora, lo interesante era esa mirada reacia, nerviosa, que evitaba fijarse en él. Aunque minutos antes, ella había apreciado el paisaje.
—Cody estuvo intentando comunicarse contigo.
Ava se cruzó de brazos, y dirigió esa mirada ambarina al paisaje del ventanal.
Su león rogaba internamente por que lo mirara de nuevo.
—Estuve un largo tiempo en la ducha.
Ella también, pensó, olfateando los dulces olores en su cabello casi seco, sobre su piel, donde antes había quedado su olor. Marshall escondió su frustración al cubrir su cabeza con la toalla para empezar a secar. Él también había olido a ella, pero era una capa tan débil y superficial que estaba enterrada debajo de su propio sudor. Incluso aunque no hubiera tomado un baño, el olor habría desaparecido en la siguiente hora.
En cambio, con Ava..., él había tenido toda la intención de dejarlo sobre ella.
Apretando los ojos, se obligó a ser racional.
—¿Qué quería? ¿Te envió a buscarme?
Más importante, ¿por qué se quedó? ¿Por qué parecía querer alargar esta conversación? Marshall era consciente de esas miradas furtivas, tendría graves problemas si no se controlaba.
—No. Patrick lo hizo. Hay un inconveniente con cuatro huéspedes.
Ahora, eso llamó su atención, porque por la forma pausada en que soltó la última palabra, no se refería a las personas que alquilaban las cabañas. Entonces, debían ser familiares de alguien.
—¿Quiénes? —Marshall se quitó la toalla de la cabeza y se acercó al borde de la cama grande, donde tenía su ropa en una pila ordenada.
Una pequeña mirada furtiva más, y ella volvió al ventanal. Marshall se había quitado la toalla de la cintura, dispuesto a vestirse.
—Ellas se identificaron como tus familiares, vístete pronto, es tú problema ahora.
Con el viejo vaquero apenas sostenido en las caderas, Marshall detuvo a Ava con una mirada cuando ella rodeó la cama en busca de la salida.
—¿Qué? —Murmuró—. ¿Mis familiares? —Entonces, entró en razón—. Oh no..., esto no puede ser posible.
—No me interesan tus problemas familiares, ya cumplí con la orden.
Y entonces ella quiso pasar por su lado, el león rugió.
—Espera —Marshall volvió a tomar su muñeca, pero la soltó de inmediato.
Se abrochó el vaquero, luego se metió dentro de la camiseta roja contorneando su figura con esfuerzo, un par de segundos después estuvo sobre las botas de puntas gastadas. El lío de su melena lo arreglaría después, pensó, aunque si lo que decía era cierto, de eso se encargaría Ma'eve.
Pero Marshall no quería un regaño por su descuido.
Gruñendo por lo bajo ante el enorme problema que se le venía encima, Marshall le abrió la puerta, Ava de deslizó apresurada. Pero no lo tuvo lejos por más de un segundo, él estaba junto a ella por el pasillo, frunciendo el ceño a los curiosos leones que se asomaron desde sus habitaciones. No estaría enojado en absoluto por los comentarios después de esto.
Pero Ava sí, y mucho.
Él quería que todos los machos de la coalición supieran quien estaba interesado en Ava Storm, así lo pensarían dos veces antes de pretender algo con ella.
—Mañana iré a ver las obras en construcción en la zona comercial del pueblo —le informó, porque el silencio era insostenible—. Llevaré a Dimael conmigo —el leopardo de las nieves podría ser útil por si debía tomar prestado algo—. ¿Qué necesitas para conectar a Dustin Hedwingo con el alias de Bobby?
Un largo silencio, hasta que ella respondió:
—Correos electrónicos o su dirección IP.
Y esa fue toda la conversación que pudo tener con ella antes de llegar a la sala principal de la Casa Matriz, en parte, porque su león estaba levantándose en su mente, haciendo un reconocimiento con los sentidos porque sentía los familiares olores en la distancia, estaban cerca.
—¿Cuál es la situación? —Le preguntó a Patrick.
El león alfa detuvo su vaivén para darle una mirada cautelosa.
Marshall sabía que Ma'eve no se movería de su base en Aberdeen de no ser estrictamente necesario, y solo había una razón para que de pronto decidiera hacer un largo viaje desde Washington hasta Idaho.
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Editado: 08.08.2022