Ruge por mí [serie Gold Pride 3]

Capítulo 33

 

 

 

 


Cuando entró en el salón comedor media hora después de la reunión con Patrick y Ember Kage, Marshall no esperó encontrarla ahí. En el camino un par de leonas le habían detenido para preguntarle sobre el sistema de seguridad que estaban construyendo en el pueblo para dar mayor tranquilidad a la población cambiante, ambas leonas se mostraron entusiasmadas por formar parte del sistema, así que Marshall las apuntó para la siguiente reunión con las personas encargadas de dirigirlo. El retraso le había costado tiempo valioso con ella.

Ahora..., se sentía ebrio mientras caminaba entre las mesas vacías, pensó que ella no permitiría mostrarse junto a él en un sitio con tanta concurrencia de miembros como lo era el salón comedor, aunque a esas horas de la mañana estaba casi vacío, habían tres leonas en una mesa alejada en una esquina y al fondo se veía por la gran abertura recortada en la pare al equipo de cocina trabajando en el desayuno.

Todo estaba tranquilo, pero en su interior había una revolución.

Ava Storm estaba ahí, esperando por él, destrozando sus suposiciones, ella daba pasos agigantados y Marshall no podía evitar sentirse nervioso por eso, y emocionado también.

El depredador interior le decía que estaba avanzando a máxima velocidad y que eso en algún momento sería perjudicial, la veía como a una leona joven en sus primeros intentos de cacería, sabía de sus nervios, sus dudas y su incipiente entusiasmo. El cambio que veía en ella... Era como si estuviese empujando a la mujer en que se convirtió después de la pérdida a un rincón oscuro y profundo.

Se preguntó si lo que estaba haciendo era porque en el fondo anhelaba tener a la antigua Ava a su lado...

Con ese pensamiento rondando en su cabeza y haciéndole apretar los dientes, Marshall ocupó la silla libre frente a ella y recibió una mirada tan intensa que fue como una patada en el estómago. Había emoción en sus ojos, pero de un tipo indescifrable, inalcanzable, y eso perturbó a su león.

—Aquí estás —Marshall balbuceó.

Se sentía como si estuviera hundiéndose en el brillante tono ámbar oscuro de sus ojos.

—Por supuesto. ¿Qué, pensabas que no lo haría, que saldría huyendo?

Una breve sonrisa carente de emoción acompañó sus palabras.

—Bueno..., sí. Mostrarte en público con el que has llamado tu peor enemigo es una gran movida.

Los ojos de Ava se detuvieron un momento en los brazos que Marshall había dejado descansar sobre la superficie redonda de la mesa, Marshall le extendió una mano con la palma hacia arriba y esperó. No mentía al decirle que tenía derecho a tocarla, pero quería que supiera que en todo momento ella tenía salida, decisión.

Sorprendiendolo una vez más, Ava cubrió la palma con la suya, sus dedos quedaron peligrosamente cerca de las venas de su muñeca, si ella sacaba las garras tenía la capacidad de cortar el flujo de sangre en un parpadeo.

—¿No has olvidado lo que te dije la noche en que me encontraste golpeando ese árbol? —Su voz casi parecía carente de inflexión, casi..., porque en sus ojos se comenzaba a expresar una tormenta de emociones oscuras.

Emocionalmente inestable, pensó. Así era como habían clasificado a Ava cuando ella y sus hermanos se sometieron a un riguroso análisis físico y psicológico cuando llegaron a la coalición. No era sencillo unirse a Gold Pride, no podían aceptar así sin más a todo aquel que buscara formar parte. Los enemigos eran capaces de enviar infiltrados con tal de obtener información de posibles blancos vulnerables.

Y no se trataba de otros clanes u organizaciones cambiantes, al menos los cambiantes de allá afuera se mostraban honestos en sus intenciones, siempre era tentador expandir y reclamar nuevos territorios para un depredador, estaba impreso en su naturaleza, en sus genes.

Pero el enemigo al que temían era el mismo que Ava se dedicaba a combatir: cazadores humanos.

Marshall recordó la preocupación tensando el rostro de Gala —quien en ese momento era todo el equipo médico que tenían—, luego de recibir el informe psicológico de aquellos cuatro tigres.

Los hermanos tenían secuelas físicas y psicológicas, las cuales podían ocultarlas muy bien. Sin embargo, Ava... Había comenzado a mostrar señales de agresividad.

—No, no lo he hecho.

Esa noche, Marshall había encontrado el cuerpo mutilado de un ciervo salvaje y una tigresa en piel humana, desnuda, que desquitaba su fuerza contra el tronco de un árbol. La había mirado a los ojos y se encontró con una siniestra furia asesina en el brillo ámbar.

Semanas antes de esa noche, había obtenido reportes de dos patrullas sobre la disminución de la población de la pequeña manada de ciervos salvaje que vivía en los bosques espesos del territorio.

Marshall nunca reveló la identidad del culpable.

—Entonces recuerdas la violencia que sigue en mí, y aún así me muestras tus puntos vulnerables.

Sonaba abstraída, confundida.

—Porque confío en ti. Lo suficiente para creer que no eres capaz de traspasar esa línea.

Ava había tenido múltiples oportunidades pero siempre se detenía. Siempre.

—Tengo la teoría de que el soporte de Nolan contenía esta necesidad asesina —dijo, bajando su tono de voz en la última palabra. Ava se inclinó hacia adelante y continuó—. Y ahora que no está ¿por cuánto tiempo podré contenerla por mí misma?

Ella le sostuvo la mirada, el fuego de sus ojos ardía con ferocidad, tenía la afilada atención del depredador que observa a una presa.

Y el león dio un paso al frente, confiado en su propia fuerza.

—No sé lo que hay en tu mente —repuso—. Pero te ayudaré a resolverlo.

Ava quiso retirar su mano pero Marshall atrapó sus dedos con fuerza.

—No puedes.

—Claro que sí.

Ella lanzó un siseo bajo.

—No.

—Ahora sí parece que quieres huir. No te dejaré.

Ava lanzó un gruñido, lo suficientemente fuerte para que el trío de leonas en la otra esquina del salón detuvieran su platica.




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