Las cosas iban a ir muy mal, el semblante duro del profesor mientras ordenaba entre sus manos las hojas de los exámenes lo decía todo. El aire era tan denso que se cortaba con un cuchillo. Aunque algunos incluso iban a clases particulares para prepararse, otros quemaban sus pestañas en casa y otros tantos se dedicaban en hacer las trampas y trucos más extraños para copiarse y sobrevivir, en este examen en específico, algo había salido muy mal y todos serían castigados por ello.
La primera vergüenza era que ese viejo del infierno tenía la costumbre de leer el apellido y la nota en voz alta. Nadie respiraba mientras uno a uno iban poniéndose de pie para caminar hacia el escritorio del tipo y retirar con nerviosismo o simple resignación los papeles malditos. Una fila de uniformes marrones yendo y viniendo.
―No puedo creer la falta de vergüenza de esta clase, parecen haber venido todos a probarme. ¿Qué dirán sus familias cuando vean este rendimiento? Merecen estar todos castigados, estudiando hoy horas extras los mismos contenidos con los que no han sabido enfrentarse en este examen. Sepan que sus padres serán informados y luego citados por esto.
En mitad del salón, una chica bajita y particularmente apocada hacía fuerzas por contener unos lagrimones que le sobrevenían al pensar en lo que le esperaba cuando llegase a su casa, además, no quería pasar vergüenza frente a los otros, algo que de todos modos le ocurría a menudo. Caerse de su silla, chocar con las puertas, tirar una laptop, resbalar mientras limpiaban el piso del salón y ahora, además, reprobar con notas muy bajas, por seguirles la corriente a los otros y salir de fiestas en tiempo de exámenes. Eso le pasaba por querer ser aceptada.
―¿Qué les hace creer que pueden comportarse peor que niños de primaria? Son la peor clase que he tenido en años y dan mala reputación a esta institución. Todos son un desastre, todos menos la señorita Fujioka…
La mencionada era una chica orgullosa que acostumbraba a sentarse en primera fila del salón, para aprovechar mejor la clase y porque tenía problemas de vista y usaba lentes. Pese a todo era algo egoísta y bonita, con su cabello negro prolijamente trenzado de maneras rebuscadas. Siempre obtenía las mejores calificaciones sin importar qué pasara y el resto de la clase estaba convencido de que ella era superdotada. Era la candidata a presentarse en las mejores pruebas internacionales y eso a más de uno no le agradaba, lo cual quedó demostrado cuando una goma de borrar voló hacia su nuca desde lugar indefinido.
Ella soltó un gritito y se dio la vuelta, acusando con el profesor lo que acababa de pasarle y levantando la goma del piso para entregársela.
―Alguien además de su castigo por mal estudiante parece querer sanciones disciplinarias serias ―decía ahora el hombre sosteniendo el cuerpo del delito en la mano―. Y a menos que toda la clase quiera el mismo destino, conviene que el responsable se levante ahora mismo.
Hubo un largo y muy tenso silencio. Era de persona de buenas costumbres hacerse responsable de sus actos, ¿verdad? Pues en este caso, la situación era un poco difícil.
Maki, la más desagradable del salón, muy popular entre chicos y chicas de su edad y acostumbrada a hacer bullying saliendo siempre indemne, sobre todo debido a su posición económica, ella, responsable del tiro de gracia, levantó la mano para indicar a su próximo chivo expiatorio.
―Señor, fue Rin.
Todos en el salón se dieron vuelta a ver a la chica confundida, sentada allá atrás, que había sido indicada como culpable. Apretó los puños, miró a su izquierda, a su derecha y sólo encontró ojos acusadores, seguidos de muchas voces declarando “sí, fue ella”. Todos hicieron lo mismo, nadie tenía un gesto de compasión porque siempre había tenido dificultad para hacer amigos, siempre tan pequeña, tan insignificante, diciendo sí a todo y tratando de ir junto a la corriente. Aunque se levantase para decir que ella no había sido la causante, no había oportunidad de que le creyeran.
―Mei Rin: Quédate de pie en el pasillo hasta el término de la clase, luego entrarás para leer con los demás en la hora de castigo y cuando hayas acabado, limpiarás con los otros según tu responsabilidad semanal. Cuando te hayas retirado llevarás las dos notificaciones de tu mal comportamiento a casa y me veré obligado a hablar con tu madre.
Madre. Soltera. Las risitas aumentaban a su alrededor.
Ella, asintiendo, salió con paso lento del salón, mientras todos murmuraban en voz muy baja acusaciones en su contra, algunos divertidos por lo que pasaba, otros aliviados de no haber sido los chivos expiatorios.
Rin se paró junto a la puerta del salón, del lado de afuera y perdió su vista en el vacío.
No era la primera vez que le hacían bullying, pero era un poco su culpa, ya desde niña no sabía jugar en grupo, lloraba por todo, hasta por golpecitos, en los eventos festivos solía estar en la cocina o como ayudante, o en tareas poco visibles, de hecho, tenía pánico escénico y nunca supo hacer un número de teatro sin quedar en ridículo o recibir algún apoyo. Por ejemplo, le decían “chica lagarto” y se acostumbró tanto a ello que dejó de quejarse al respecto y lo aceptó como segundo nombre. Nunca había tenido un novio ni nada parecido, debido a que no querían los jóvenes ser vistos con ella y convertidos ellos mismos en motivo de burla y habladuría. Leía mangas y novelas de romance para sentir que tenía algo de tierno en su vida.
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Editado: 11.05.2020