Mucha gente habla de ganar y no de perder. Hay una especie de romantización de la pérdida, que ha hecho que sea un tema, demasiado trillado. He visto gente ganar, regodearse y alardear. Como así también he visto gente perder y alegrarse. Y esto, me ha traído una gran nostalgia. Lo digo sin temor alguno, ganar es glorioso, ganar, es nuestra nueva y absurda filosofía. Esto de perder, a mi ver, saca en tela de juicio, una serie de cuestiones que son alarmantes, uno de estas, es que el hecho de perder, convierte a alguien, a los ojos de los demás, como un fracasado y se lo aísla. Si alguien no está entre este podio ganador, se lo excluye y a fin de cuentas, el perdedor, termina cayendo en esta trampa de la aceptación social. Otra de estas situaciones es que perder, se ha vuelto una enseñanza para unos, y para otros, una venganza.
Así nos encontramos con situaciones diversas, no son distantes, es nuestra realidad. Es el criterio que armamos, para poder ser aceptado socialmente. Hay que pensar, minuciosamente, si realmente, cuando ganamos, nos rodean las mismas personas que cuando perdemos. Y también, hay que reflexionar, si en el momento que estoy a punto de ganar, es por mérito, por esfuerzo y si en el camino no he aplastado a nadie. Y si perdemos, hay que fijarnos si aprendimos algo de esto y desarrollar mi máximo potencial para ganar. A fin de cuentas la vida es corta y ganar trae sus beneficios.