'Ἑλένη. Ruler of Everland

I

—¡Elen! ¿Dónde estás niña tonta?


Ferris intentaba encontrar a su energética pupila, pero lo más probable fuera que fracasara.


—Por qué siquiera lo intento, cuando es obvio que voy a fallar.
Arrugó el ceño cuando una sombra en los árboles llamó su atención.


—Esta vez no te escaparás del castigo jovencita.


Como una especie de felino convertido en mujer, Ferris se posicionó detrás de un álamo de abundante follaje y en silencio comenzó a escalar. Siempre era lo mismo. Elen se las arreglaba para escapar de sus lecciones y camuflajearse en la naturaleza como si la chica fuera una parte más de ella. Alissa la iba a matar, por dejar a su favorita hacer lo que mejor le parecía cuando era vital perfeccionar sus habilidades antes de regresar a Everland.


—¡Te atrapé!


Ferris trató de asustar a la más joven pero solo obtuvo su mirada ensimismada. Elen arribaba a los diecisiete años y de haber nacido en la ciudadela ya estaría comprometida. Su irreal belleza cautivaba a todo el que tuviera ojos. El cabello que jamás se había cortado le envolvía como una larga túnica trenzada hasta más allá de la fina cintura. Aquel irreal color semejante a los haces de la luna se unía a unos extraños ojos con la tonalidad del oro matizados con destellos amatista la convertían en la pequeña sacerdotisa más demandada de su clan.


—Te he observado desde antes Ferris. No cambias en tu manía de perseguirme.


—Alissa nos va a castigar se supone que estamos trabajando con el grimorio. No cazando fleuries.*


Un destello azul impactó contra la respingona nariz de Ferris y la chica se vio tentada a darle un manotazo al diminuto ser que había ofendido. Para los comunes* no era posible ver a las criaturas del halo, pero para dos aprendices del Pacto, nada quedaba fuera del velo de las Tierras Altas. Una barrera mágica que por siglos había cuidado aquellos acantilados del influjo de la oscuridad. 


Titania, Asperia y Velaris, completaban los cuatro reinos en el Continente Paris. La Historia de los Creadores hacía referencia al sello entregado a los primeros reyes por las criaturas del Mundo Evanescente con la responsabilidad de mantener el balance en un mundo dividido. Una responsabilidad que Riegar el grande se había adjudicado el derecho de quebrar. Para los habitantes del abismo y el mundo evanescente, era vital mantener el equilibrio entre los comunes y los “nocturnos.”


Una denominación errónea que Riegar había dado a todo aquel con habilidades mágicas o el poder de notar las fluctuaciones del velo. El odio y la persecución a una raza tan antigua como los brotes de la noche habían llevado a la rebelión. Ferris se enfadaba cada vez que Alissa les obligaba a rememorar esa parte de la historia de su Clan. Como las Brujas Blancas del Pacto habían sido igualadas a las del abismo y por tanto exterminadas por la monarquía Riegar.


“Llegará el día en que el velo se acabe de fracturar y el Durmiente del Abismo cobre venganza sobre el príncipe infiel y su progenie.”


Así sentenciaban las antiguas escrituras y Ferris se preguntaba si ese momento estuviera más cerca de lo que podía calcular. Para ella la batalla sería una liberación.

 

No conocía nada más allá de Alissa y Elen o el pequeño grupo que vivía en las faldas de la Cordillera de los Álamos. Una comunidad que básicamente se había asentado en los centenarios árboles y construido una pequeña ciudad campamento a base de sueños y magia blanca. Ferris lo perdió todo cuando solo contaba siete años. No quería volver a aquel punto donde la soledad espoleaba los sentimientos más amargos y su habilidad para controlar los elementos lastimaba a todo el que se interpusiera en su camino.


—Los fleuries te están odiando justo ahora. Dicen que en el reino acaba de partir el último heredero de la creación.


—¿Y a ti qué te debe interesar eso?


Cuestionó Ferris rectificando los nudos en su cabellera escarlata. Elen arrugó la nariz cuando otro pequeño fleurie se dejó caer en sus manos. Las delicadas alas multicolores le hacían cosquillas.


—Solo tengo curiosidad. Alissa no quiere decirme nada pero no lo necesito. Ayer volví a ver el trono real en mis sueños y a Drakon apoderarse de la cabeza de una mujer de oscuros cabellos.


Ferris iba a quejarse pero la seriedad en el rostro delicado de Elen la detuvo. Soñar con Drakon, el devorador de almas, nunca era un buen augurio.


—No pienses mucho en ello. Solo iremos a las fiestas de coronación y regresaremos con la información que quiere Alissa. Aun falta un año para recibir la unción del Clan y dudo que nos den permiso para permanecer en Everland.


Elen estuvo a punto de decirle a su compañera que no habría coronación. Que el sueño de la noche anterior no terminaba con la mujer de oscuros cabellos y un hombre había pronunciado su nombre antes de que la criatura el abismo emergiera en su esplendor. No podía levantar sospechas cuando su plan era otro.

 

Por diecisiete años Elen había crecido como una flor silvestre al abrigo de los bosques de la cordillera de Los Álamos. Su madre había enfermado cuando ella solo contaba con cuatro años, pero aun podía recordar la bondad en los ojos dorados de Leda de Riegar. Nunca le dijo más allá de que su padre era un príncipe oscuro y que por eso ella había heredado demasiados dones cuando con solo dos años de edad ya comprendía el lenguaje de las criaturas del halo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.