Benjamín-
—Buenos días, dormilón —deja un beso en mi mejilla, sonrió —. Hey, tienes que despertar —habla cerca de mi rostro.
Su aliento huele a café y un toque de pasta dentífrica.
—Cinco minutos más —pido tapando mis ojos con una mano.
—Casi son las once, ¿A qué hora piensas despertar?.
—Como a las cuatro, si es posible —ruego haciéndola reír.
Acaricia mi mejilla y apartó la mano de mis ojos.
—Ahora solo falta que abras los ojos —esta muy cerca de mis labios —. Si te beso, ¿Te levantarás?.
—Si lo haces te aseguro que otra parte de mí se levantará.
Suelta una carcajada haciendo que abra los ojos.
Esta a centímetros de mi mirándome con una sonrisa. La luz del sol de la mañana se cuela por la ventana hacia su rostro, aumentando el brillo de su sonrisa.
Me encantaría despertar así todos los días.
—¡Logré despertarte! —aplaude emocionada —. Ian dijo que sería una tarea difícil, pero sabes que no me rindo sin importar la dificultad.
Le dedicó una sonrisa.
—¿No me ibas a dar un beso de buenos días? —la miro coqueto.
—Por supuesto.
Se acerca rápidamente a besarme.
Si, podría acostumbrarme a esto.
Antes de que lo que apartarse, la abrazo.
—¿Eres así todas las mañanas? —bromea.
—Solo cuando me despierta mi hermosa novia.
—Eso es bueno saberlo —me abraza fuerte.
A la distancia se escuchan risas y charlas. Parece que soy el último en despertar.
—¿Todos siguen aquí?.
—Si, mi mamá, Jonh y Anne durmieron en la casa de Megan, llegaron como a las nueve a desayunar —levanta la cabeza para mirarme —. ¿Quieres desayunar? ¿O mejor busco café para la resaca que debes tener?.
—¿Resaca?.
—Anoche bebiste como un vikingo, estoy segura que honraste a tus antepasados —suelto una carcajada.
—Solo fueron unas copas...
—¡Unas copas! —me interrumpe —. Te caíste de una silla.
—No calculé bien la distancia y el angulo de inclinación de mi trasero.
—¿Es en serio, Ben? —pregunta entre risas.
—Estoy bien, te lo aseguro. Y sí, quiero desayunar, tengo muchísima hambre.
—¿De verdad no tienes resaca? —me mira sorprendida.
—Tengo mucha práctica en esto —sus ojos destellan curiosidad. Parece un gatito —. ¿Recuerdas que te mencioné que hace unos años era totalmente diferente que ahora? Vivía de fiesta, bebía mucho e incluso me drogaba. Puedo resistir beber el doble que anoche y consumir algunas pastillas sin estar moribundo a la mañana siguiente.
—Te entiendo. Nunca llegue a drogarme, o al menos consciente, pero todo lo demás sí —aparta la mirada.
—Somos más parecidos de lo que creía —tomo su barbilla y hago que vuelva a mirarme —. Tuvimos nuestro momento oscuro, y ahora estamos aquí. Somos muy valientes.
—Dices eso más para mí, que para ti.
—Lo digo para los dos por igual —trago fuerte —. Ver a Jonh y Anne hace que vuelva a vivir ese momento, me recuerda todo lo que sucedió, todo en lo que sumergí, todo lo que ellos perdieron por un sentimiento vacío de grandeza. No obstante, no solo me recuerdan lo malo, también me recuerdan que pude salir de ahí, que no soy esa misma persona y me hace agradecerle a la vida la segunda oportunidad que me dió.
—¿Las drogas te hacían sentir bien?.
—Me hacía sentir imparable, como si pudiera hacer cualquier cosa. Era un sentimiento adictivo, te hacia olvidar tus miedos y todo el dolor, y te transportaba a un mejor lugar. Pero cuando la dosis se acababa era como caer más profundo, cada dosis te hundía más. Te hacia pensar que no podías sentirte de esa manera de no ser por el vicio.
—¿Te hacía sentir así?.
—Si... —agacho la cabeza. Sabana toma mi barbilla y nuestras miradas se cruzan —. Aunque eso no importa, porque ahora he consigo una afición mucho mejor, está tiene nombre, apellido, una hermosa sonrisa, un cuerpo de infarto y unos besos cautivadores —una sonrisa aparece en su rostro al igual que un leve sonrojo —. Además es hermosa, muy hermosa. Estando con ella siento que soy capaz de hacer cualquier cosa, y lo mejor de todo es que el efecto no se acaba.
—No dejaré que se acabe —murmura con las mejillas sonrojadas.
—Vas hacer que muera de tanto belleza —toco mi pecho —. Me está dando un ataque al corazón.
—¡Harás que me sonroje aún más! —esconde su rostro entre sus manos.
—No te escondas, quiero verte —me acerco a ella intentando ver por los espacios entre sus dedos.
—¡Creí que iba a darte un ataque al corazón!.
—¡Pero será uno bueno!.
—¡¿Qué ataque al corazón es bueno?! Uno real podría matarte.
—Moriría feliz.
Abre un espacio entre sus dedos para poder mirarme. Logró distinguir la parte superior de su mejilla, está totalmente roja.
Le sonrió cautivado por ella.
—Eres un idiota —dice tapándose el rostro de nuevo.
—Un idiota muy feliz.
—¡Me voy! —se levanta velozmente de la cama.
—¡Espera! ¿A dónde vas? —exclamo viéndola salir.
—¡Te veo abajo! —grita desde el pasillo.
—¡Te amo! —exclamo con fuerza.
Me siento en la cama.
—¡Y yo a ti! —escucho a la distancia sacándome una sonrisa.
Me levanto de la cama pacientemente.
Camino por el pasillo con solo el pantalón de pijama y el torso desnudo. A mitad de la noche una ola de calor me azotó y estuve apunto de desnudarme, pero no quería incomodar a Sabana. Cada vez que recuerdo su mirada fija en mi torso y sus mejillas sonrojadas, sonrió de satisfacción.
Entro al baño, saco la pasta dentífrica y echo un poco sobre mi cepillo de dientes.
Fijo la mirada en mi reflejo, es gracioso verme cepillar los dientes.
—¡Sabana! ¡No puedes huir! —escucho gritar a Megan a la distancia —. ¡Tienes que saber que vas a ponerte hoy!.
—¡Ya te dije que no es importante! —exclama devuelta.