Benjamín-
—Lucinda se declaró culpable, hizo un trato con la fiscalía por lo tanto no habrá juicio —informa Charles. Todos nos mantenemos en silencio —. La evidencia que proporcionamos fue de muchísima ayuda para llegar a ese veredicto, además de que el juez ordenó una orden de restricción en contra de ella, no puede acercarse a nosotros ni por equivocación.
Clove sujeta la mano de Aiden y cierra los ojos con fuerza.
—Asi que, mi niña —Charles estira su mano hacia Clove y ella la sujeta con fuerza —, vas a poder ir a tu baile de graduación.
—¿Cómo supiste...? —murmura Clove.
—Clarissa me comentó que no ibas a ir por miedo a lo que Lucinda pudiera hacer, y ambos llegamos a la conclusión de que es muy injusto para ti. Llegaste a la universidad de Sabana por culpa de Lucinda y el estúpido complejo de inferioridad que te presionó a tener, aún así hiciste todas las equivalencias correspondientes y saliste con excelentes notas a pesar de haber cursado solo el último semestre —Clove derrama algunas lágrimas antes de limpiarlas —. Por supuesto que te mereces vivir ese momento.
Clove esboza una sonrisa triste.
—Pero no agende cita en ninguna peluquería y la graduación es mañana.
—Tranquila, mi niña —Clarissa capta su atención —. Tengo una amiga que es dueña de un salón de belleza, y agende citas para las tres, así que no hay de que preocuparse.
—Clarissa, muchísimas gracias. No sé qué decir.
—Agradece los esfuerzos de mi hermosa madre —se acerca Sabana abrazarla —. Lo sé, es la mejor del mundo.
—Si, en efecto lo es —concuerda Clove.
—Ahora que todo está aclarado, nos vemos mañana, mis niñas —se levanta de la mesa —. Estoy muy orgulloso de ustedes —ambas le sonríen —, y de ustedes también muchachos.
—Gracias, Charles —nos sonríe y sale del departamento.
Sabana se acerca a Clove.
—Hay que hacer una lista de los detalles finales que hay que afinar —comenta —. Tenemos que arreglarnos las uñas, el cabello, las cejas, las pestañas y todo lo que sea posible arreglarse —Clove suelta una risa.
—Chicos, voy a salir —anuncia Clarissa —. Voy a una cita, no me esperen. Y por favor nada de... desastres —establece antes de salir del departamento.
—No te parece extraño que tu mamá tenga novio —comenta Aiden.
—Es un poco extraño, pero me hace feliz a la vez.
—Que sentimientos más confusos —concluye Aiden.
—Ni te lo imaginas.
—También notaron que dijo "nada de desastres" —señala Clove.
—Si —confirmamos.
—Y saben que eso no es lo que quiso decir realmente.
—Si, mi amor. Lo entendimos perfectamente —afirma Aiden —. Pero bueno, no tiene de qué preocuparse porque esas cosas no se pueden hacer antes de un día importante.
Volteo a verlo con el ceño fruncido.
—¿Eres estúpido? Eso es cuando se van a casar —suelto.
—Escuchaste lo que dijo Clarissa, que nada de nada antes del día importante y punto.
—Te adoro, pero a veces dices muchas estupideces —Clove acaricia su rostro.
Aiden se acerca a besarla.
—Que opinan si salimos a comer, podemos invitar a Ian y a Megan —propone Sabana.
—¡Me gusta muchísimo esa idea! —Clove se levanta de la silla —. Tengo una semana entera sin siquiera acercarme a una ventana y de verdad necesito una de esas salidas en que una se pone divina y se olvida de lo malo que puede ser el mundo a veces.
—Estoy completamente de acuerdo —se emociona Sabana —. Voy a cambiarme —me jala por el brazo y me lleva a su habitación.
Cierra la puerta cuando entramos y se queda mirando su clóset.
—Has estado muy callado hoy —voltea a mirarme.
—Estoy muy cansado, el trabajo me tiene agotado mentalmente.
—Amor, no tienes que ir con nosotros —me siento en el borde de su cama —, te puedes quedar aquí descansando.
—Tranquila, quizás también sea bueno para mí despejar la mente un poco.
Saco mi teléfono de mi bolsillo.
—¿Pasa algo malo en la empresa? —se arrodilla frente a mi colocándose entre mis piernas.
Es una posición provocativa.
—No, es por ajustar los detalles finales del siguiente proyecto que vamos a lanzar.
—Ben, ¿No crees que estás trabajando mucho? A penas nos vamos a graduar mañana y ya tienes las ojeras de un hombre a punto de jubilarse —sonrió —. Entiendo que tú carrera es importante para ti y te apoyo totalmente pero no tienes porqué matarte.
Acaricia mi mano.
Es tan linda.
—Es que tengo un plan, o algo más parecido a una meta.
—Cuéntame, ¿Cuáles son tus metas?.
—A corto plazo, quiero comprarte una casa o un departamento, lo que más te guste, e irnos a vivir juntos. A mediano plazo, como en unos cinco años cuando ya hayas cumplido tus metas profesionales me gustaría que aceptaras casarte conmigo. Y a largo plazo, volvernos viejitos juntos —los ojos de Sabana se llenan de lágrimas —. Bueno, al menos esa es la idea.
—Me fascina esa idea. La amo.
—¿En serio? —le sonrió.
—Me encanta.
Se sienta en mis piernas y me besa suavemente.
Este beso tiene algo diferente, tiene un ligero sabor a para toda la vida.
Desde hoy solo le daré a Sabana solo de esos besos, de esos que saben a para siempre.
—Mi amor, tengo que avisarle a Ian que vamos a salir hoy —digo cuando nos separamos.
—Cierto, no le hemos avisado —besa mi mejilla.
Baja lentamente dejando un rastro de besos hasta mi cuello.
—Aunque si sigues haciendo eso voy a olvidar que existe el mundo y voy a preferir quedarme aquí.
—No me parece mala idea.
Vuelve a centrarse en mis labios.
Me recuesto de la cama y Sabana cae sobre mi.
—Recuerda que no podemos hacer desastres.
—Cierto, y nada de hacer esas cosas porque mañana es un día importante y es de mala suerte —dice en tono de burla.
Aguanto las ganas de reír.
—Aunque un poco de mala suerte no es tan mala idea, ¿No crees? —le doy un beso.