-Me llamó Alya hace un par de horas. Me pidió que viniera en cuanto pudiera, porque tenía algo importante de qué hablar- tomó la cerveza que Liz le ofrecía- Gracias.
- Bueno, aún no regresa. Pero ya no ha de tardar- acercó su botella a la de él para chocarlas y después le dio un trago enorme.
Se sentía algo incómoda. Y juraba que Jackson también. Siempre que Alya no estaba para allí con ellos para relajar el ambiente, se sentía pesado. No podía culparlo.
Jackson miraba el pequeño departamento que rentaba como si fuera la primer vez que lo hacía. Como si jamás hubiera estado allí antes. Liz notó como su mirada se detenía unos segundos más en el perchero y en la repisa dónde tenia los portarretratos. No era tonta. Sabía lo que él buscaba. Alguna prenda o fotografía que no estuviera antes. De un hombre. Siempre que Jackson estaba de visita, hacia el mismo escaneo. Y siempre encontraba igual. Era evidente para Liz que, aunque habían quedado como amigos, Jackson aún no lo aceptaba.
-¿Ya lo habló contigo?- la miraba nervioso. Siempre la miraba así.
-Si. Pero no me preguntes, que no te diré- le advirtió- Es mejor que lo haga ella- le clavó su índice en el pecho, bromeando. Cualquier cosa por relajar el ambiente.
-¿Por qué el misterio?-se acercó la botella a los labios- Ni que estuviera embarazada.
Liz se atragantó con la cerveza que acababa de tomar. Jackson se levantó, acercándose a dónde estaba ella sentada, algo preocupado.
-¿Estás bien?- le preguntó, a la vez que le daba unos golpes suaves en la espalda.
Liz, que seguía tosiendo, solo logró asentir.
¿Qué mierda? ¿Acaso es un maldito adivinó?, pensó Liz. Tomó varias respiraciones lentas y profundas, hasta que la tos cesó. Jackson la miraba sin pestañear.
-Entonces lo está, ¿eh?- frunció los labios. Evidentemente, al igual que a Liz, no le agradó la noticia. Y a Alya no le agradará el que se le haya adelantado. Aunque, técnicamente, no lo hizo. Jackson lo adivinó.
Debido a la tensión que se sentía, ambos intentaron entablar una conversación: del trabajo, la familia, las fiestas de Bobby que solían acabar hasta el día siguiente, y a las cuales Liz no siempre podía asistir debido a sus responsabilidades con el trabajo; pero sin Alya ahí para hacerla fluida, solo resultaban más incómodos con la situación.
Liz lamentaba profundamente el que no pudieran ser de nuevo los amigos que antes fueron.
No importaba cuánto lo intentaran. Y ambos lo sabían. Solo que ninguno daba un paso atrás. Se aferraban a aquella buena amistad que habían tenido. Probablemente lo habrían hecho, de no estar Alya en el medio de ellos dos. Ella era el pegamento que los mantenía unidos.
Cuando llegó Alya, se le veía muy contenta. Y antes de decir nada, Liz pudo notar en su mirada que lo sabía. Sabía que Jackson ya estaba enterado.
En serio, Liz. ¿Le dijiste?, le reclamó.
Jackson se adelantó a Liz, y le dijo a Alya que lo había deducido, dado el tono de voz que le escuchó durante su llamada, y el misterio con que lo hizo. Alya no parecía muy convencida.
-Tampoco te alegra, ¿Eh?- se dejó caer en el sofá, con algo de dramatismo.
-No es eso, Alya. Y lo sabes- Jackson le tomó la mano entre las suyas, y se acercó a ella. Suspiró. Dudaba sobre si decirle algo. Liz lo notó enseguida. Y, es que, Jackson, como que temía alterarla.
-Es sobre Marcus- término por decir Liz, luego de que Jackson pidiera por su ayuda con una mirada. Es que hasta parecían leerse la mente mutuamente. Realmente extrañaba a su amigo.
Aún recordaba las primeras veces que salieron juntos, los tres, a los bares y fiestas en casa de Bobby. Todos solían pensar que ellos dos terminarían por enamorarse. Incluso ella llegó a pensarlo. Lástima que no fue así.
-¿Y qué con él?- les respondió molesta, a la vez que se soltaba de Jackson- Ni siquiera lo sabe aun y ya están juzgándolo.
-Solo estamos preocupados, Alya. ¿En verdad crees que va a tomar su responsabilidad? ¿Qué va a hacerse cargo de ti?- le cuestionó Liz.
Esto, en verdad le preocupaba. A pesar de que Alya tenía una familia numerosa, con 3 hermanas y un hermano, no siempre se podía contar con ellos. Su madre, casi no estaba en casa. Desde que se había divorciado del padre de Alya, se la pasaba de viaje. Y Edward, su padre, casi no veía a sus hijos desde que volvió a casarse.
Si Marcus no se hacía responsable, iba a ser muy difícil para Alya. Claro que siempre podría contar con su ayuda. No lo dudaba, la ayudaría en lo que pudiera y estuviera en sus manos.
Pero Liz era realista. Tenía todas las intenciones. Pero sabía que no sería suficiente.
-Alya, no te molestes- intervino Jackson- pero, ¿De verdad crees que va a hacerlo?-le tomó las manos entre las suyas, de nuevo.- No es secreto para nadie la naturaleza de su relación. Y, aunque no muchos, o, por lo menos nosotros – se refería a él y a Liz- no estamos de acuerdo, lo hemos aceptado. Y, honestamente, no creo que el que estés embarazada vaya a cambiar esa relación.
Alya y Jackson se conocían de mucho más tiempo, antes de que Liz se integrará en ese dúo y lo hiciera trío. Y, a pesar de que Liz y Alya eran las mejores amigas, no tenía esa confianza que se tenían entre ellos. Liz ya había pensado decirle lo mismo a Alya, pero no se atrevía. Era duro de escuchar, pero alguien tenía que decírselo.
Alya hizo pucheros. Intentó decir algo, pero solo salieron sollozos. Jackson la atrajo en un abrazo y la consoló.
Mierda, pensó Liz. Ahora estaba llorando. Y era obvio que iba a hacerlo. Por eso no se atrevió a decírselo ella. Era muy sensible. Justo ahora estaba por comenzar a llorar por Alya. Así que se levantó del sofá, y les dio la espalda, abrazándose a si misma.
Odiaba llorar. Y aún más, odiaba que la vieran llorar. Odiaba exponer sus sentimientos de esa manera. Pero no podía evitarlo. Amaba a Alya, y sufría por el sufrimiento de ella. Un embarazo, un hijo era algo hermoso. Pero era difícil, cuando no se compartía esa dicha. Y le gustaría tanto equivocarse, pero estaba casi segura que Marcus iba a dejarla sola.
-Quiero golpear a ese hijo de puta- susurro Jackson, a un lado de Liz, que estaba de pie, mirando por la ventana. La vista daba directo a un pequeño parque para perros que había en el barrio. Todas las tardes se detenía un momento, y observaba a las personas, jugando con sus mascotas. Hacia poco más de dos meses que su perro L había muerto. Tenía cáncer. Y lo mejor que pudo hacer por el fue ponerlo a dormir, por recomendación del veterinario, ya que sufriría mucho. Aún lo extrañaba mucho. Tenía más de 10 años con ella.
-Lo sé. Yo también quiero hacerlo- le susurró también. Pero ambos sabían que aunque Marcus fuera un cretino, no podían culparlo. Alya estaba con el por su voluntad, y había sido honesto con ella desde el comienzo. No le interesaba nada serio. Y ella estuvo de acuerdo.
Alya estaba dormida en el sofá. Después de desahogarse con Jackson, estaba agotada emocionalmente. Se quedó dormida en un abrazo de Jackson, y no quisieron despertarla. Necesitaba descansar. Aún más ahora, en su estado.
Era evidente que Alya también tenía sus dudas, acerca de cómo reaccionaría Marcus, pero insistía en que el iba a apoyarla. Que ella lo conocía como nadie más, y sabía que no la dejaría sola. Jackson la dejó hablar, y no le dijo nada más. Solo se dedicó a escucharla y consolarla.
Liz no se había atrevido a acercarse a ellos. Lo último que necesitaba Alya era verla llorando a ella también. Tenía que apoyarla, ser su roca. No había podido serle de ayuda. En cambio, se acercó a la ventana, y mirando a la nada, intentó controlarse. No funcionó. Si bien, no sollozó como Alya, si que se le habían escapado las lágrimas. Una tras otra. Todas por su amiga.
-Hey- la tomó por los hombros Jackson, y la giró hasta que estuvieron frente a frente- aún nos tiene a nosotros. ¿Ok?
Jackson le sonrió, y la miró con ternura. Ahí estaba. Su amigo. Dios, cómo lo extrañaba. Odiaba que las cosas se pusieran raras entre ellos después de aquellas citas fallidas que tuvieron. Se odiaba a si misma por no haber podido corresponderle. Era un buen hombre. Y no encontraría a otro como el.
Rayos. ¿Por qué no podía corresponderle?
-Ok- asintió Liz, y lo abrazó. Por un momento, Jackson solo mantuvo sus brazos inmóviles, y pensó en alejarse de él. Lo último que quería era incomodarlo. Pero enseguida la abrazó de vuelta.
Se sentía tan bien. Estar en paz con Jackson, igual que antes. Pero no iba a ilusionarse. Su amistad no podía regresar a lo que era antes. Habían cruzado un límite, y no se podía dar marcha atrás. Por lo menos, él no. El mantener esa amistad era egoísta. Solo le hacía daño a Jackson.
Y Liz lo sabía.