Sabor a Café

Capítulo 8 - El mensaje

Me es inevitable quejarme de mi mismo, lo único interesante que ha pasado durante estos días es que hemos tenido algunas horas libres porque el profesor de Filosofía tiene una incapacidad y lo más extraño de la semana fue que por alguna extraña razón Janeth y mis amigas han tenido mucha interacción y por ende me dirige la palabra a mí y por cortesía le respondo pero es más natural y no me sigue cayendo tan pesado como al principio del año. Lo que en verdad me molesta es que sigue siendo muy fastidiosa y juega con absolutamente todo en las situaciones menos indicadas, por ejemplo, íbamos saliendo de la biblioteca y empezó a gritar "Me duele la conchita, ay ay...", Gemía como si estuviese actuando para una película de adultos y fue de lo más incómodo porque la bibliotecaria casi nos saca a todos a puros escobados.

 

*Suena justo ahora el timbre para las horas de artes*

 

Mis amigas, Janeth y yo estamos en la cafetería. Lina y yo nos pusimos de acuerdo para no desayunar en la casa y tener que traer nuestros alimentos aquí y apenas suena el timbre empezamos a embutir el contenido de los recipientes en nuestras bocas. Adela, Janeth y Tina molestan a una muchacha que come sola en la otra mesa y por ultimo Julia y Lara escuchan las notas de voz que les envió un desconocido por la red, por un momento nos olvidamos de que el timbre sonó y mientras yo trato de bajar el emparedado con jugo de lulo me acuerdo y grito “¡El timbre!”, escupiendo a Lara que está más cerca y ella rueda los ojos al cielo limpiándose con una servilleta.

Las horas de artes pasan muy rápido, pienso que es porque vemos un tutorial y empezamos a trabajar en silencio con los materiales que traemos y a mi me gusta mucho todo eso de las manualidades. Hago mi mejor esfuerzo. Janeth cada vez que habla nos hace reír y sin querer se me bajaba el coraje que sentía hacia ella.

Interesante…

***

Pasamos por una tienda de objetos antiguos. Lina y yo nos quedamos observando el gran atrapa sueños que cuelga al lado del estante y mi amiga se incorpora para tocar una de las plumas, de repente el anciano dueño de la tienda dice “No te atrevas” y ella aleja su mano.

“¡Vamos!” Grita Tina desde afuera “¡Por que se tienen que quedar en cada esquina!”. Avanzamos unos metros en silencio cuando Janeth nos dice “Amigos míos, espérenme un momento y yo saludo a un amigo” Todos asentimos amontonados al lado de la telefónica. El local en donde se incorpora Janeth se ve muy ‘fancy’ y bien decorado, es una tienda de ropa y cacharros del hogar, hay lucecitas y muñequitos en las vitrinas y en la parte superior...

“Con que aquí trabaja el señor desastre andante” Dice una voz en mi mente, pues el chico que regó el café en mi local sale al encuentro con Janeth y le saluda con un beso en la mejilla, ellos hablan muy divertidos mientras nosotros esperamos como pendejos.

“Muévete Janeth”, dice Adela con los brazos cruzados y la ceja arqueada hasta el techo, los jóvenes voltean a ver hacia la telefónica donde nos encontramos, el muchacho se percata de mi presencia y me señala con su dedo índice y ríe socarronamente.

— ¿Le conoces? — Me pregunta Lina moviendo sus cejas varias veces con una sonrisa amplia.
— Ay, Claro que no... — Digo aclarando y sueno indignado. De pronto Janeth le dice algo en el oído y el chico asiente, ella le hala del brazo hacia nuestra dirección.
— Chicos, les presento a mi amigo Fernando. — El ríe con los ojos entrecerrados mostrando su fila de dientes perfectos, saluda una a una a mis amigas.
— ¿Señor...? — Dice extendiendo su mano cuando llega a mí.
— Joe — Complemento con la ceja arqueada y devolviéndole el gesto.
— Es un placer señor Joe, — Dice el joven y finjo sonreír con los ojos entrecerrados mientras pasan unos segundos de incomodo silencio
— Am, em. Necesito mi mano — Digo sintiendo las miradas de mis amigas en la nuca.
— ¿Qué? Ah sí, lo siento. — Dice finalmente soltando mi mano.
— Okay — Dice Julia quedándose en la vocal o.

Nos despedimos todos y cada quien toma su camino. Janeth siempre seguía derecho, Julia y Lara voltean  hacia la derecha y por ultimo Tina, Adela y yo nos vamos hacia la izquierda y eso es un problema a la hora de encontrarnos porque todos vivimos al otro extremo de la ciudad.

Cuando llego a casa mi abuela ya tiene el almuerzo listo, mi hermano ya había llegado y estaba regado en el viejo sillón de la sala de estar. Yo saludo y me dirijo a las escaleras rumbo a mi habitación.

“Joe, ya tienes servido” Advierte Molly probando la sopa con una cuchara de madera.

“Vale, ya bajo. Dejaré la maleta arriba”, digo subiendo lo más rápido que puedo.

Nadie dice nada durante el festín, de hecho está muy delicioso de modo que le agradezco a mi abuela por la comida, regularmente lo hacemos porque si no, representa una ofensa para ella y creo que llevaré ese lema hasta que le haga la comida a mis hijos.

“Si es que tienes”, dice una voz en mi mente divertida.

“¡Oye!”, mi corazón molesto se encoge un poco para provocar malestar en mi interior. “Claro que vamos a tener hijos”.



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Editado: 17.03.2020

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