Los últimos días me la he pasado con Gisel, la chica nueva, pues la muchacha resultó ser más divertida de lo que parecía, comparte todas las historias que ha leído conmigo y habla sobre cosas muy interesantes, aunque hay un mundo de diferencia entre nosotros creo que lo único que nos une y que por cierto es lo que tiene más peso es el amor a la lectura. Me ha causado mucha risa el enojo ella, le cabrea demasiado que yo le agregue nombres que no son suyos como por ejemplo: “Gisel María, Ven aquí…”, le digo yo “¡Que no me llames Gisel María!”, gruñe ella con indignación fingida al otro lado de la mesa. No es mi culpa que su nombre combine con absolutamente todo.
“Gisel Alberta, Gisel Eunice, Gisel Fabiana”, Juega la voz en mi mente combinando más nombres raros.
Siempre había querido tener a una persona así en mi vida, ella es tan diferente a las demás, ella es muy... ¿Rara? Y digo rara porque hay algo que no me termina de cuadrar en ella. Pasa que cuando hablamos ella siempre parece estar con su mente en Júpiter y cuando se da cuenta que llevo hablando por más de cinco minutos solo hace cara de desorbitada y es la señal de que no me está entendiendo nada de lo que estoy hablando, también cuando lee parece que estuviera encerrada en una habitación alejada del universo, se desconecta totalmente del mundo real.
Cosas extrañas.
Me quedo viendo fijamente a ‘Gisel Adriana’ mientras lee una obra que le llamó la atención en la biblioteca, sus labios se mueven suavemente y parece que estuviera hablando en otro idioma, unas ganas incontenibles de besarla se arremolinan en mi pecho pero mi cerebro y mi corazón no hacen sino empujar la puerta que me mantiene cuerdo. Mi mente empieza a reproducir la escena y luego ocurre que Gisel me golpea fuerte con su puño derecho y las ideas perturbadoras se van de mi mente.
¿Qué me está pasando?
***
No sé por qué voy tan tarde rumbo al Mall en el que trabajo no suelo llegar muy temprano que digamos pero tampoco llego excesivamente tarde. Cuando paso por la entrada principal el celador me hace un gesto de cabeza indicándome que estaba dispuesto a delatarme y yo le regalo un gesto de súplica uniendo mis manos y el solo sonríe. Paso corriendo por el frente de la oficina de Daniel mi hermano, si me llegara a descubrir me partirá todo lo que se llama cara, en verdad no quiero otra discusión con él. Esta vez me he mandado por las escaleras, pude haber tomado el elevador vacío, pero lo que importa es que… *Choco con alguien* Un grito muere en mi boca por el líquido que se me derrama encima. Grito por ayuda y por agua mientras la persona trata de ayudarme pero instintivamente me alejo.
“No me toques”, digo con mi voz inestable y alterada. De pronto el olor a café invade mis fosas nasales y alzo la mirada para encontrarme con un rosto familiar.
El joven parece reconocerme al instante en el que me quedo identificándole, entonces mi mente trae al proyector en mi cabeza un recuerdo. Es del día que me encontré por primera vez con Fernando, y es nada más y nada menos que el que iba de parrillero de la moto rosa de aquella chica y mi estómago se revuelve con violencia al recordar el gesto que me hizo. Entonces dejo de quejarme y retomo mi camino en rumbo al local, la tentación me puede y miro hacia atrás, noto como el muchacho va avanzando aun mirándome y su labio inferior vuelve a ser mordido por sus dientes y sus ojos apuntan en dirección a mi trasero, mi gesto se tiñe de hastío y hago todo lo posible por hacérselo saber. Me toma alrededor de diez minutos llegar al local, cambiarme de camiseta y abrir las puertas completamente.
También, he salido un par de veces más con Fernando y él ha sido muy amable conmigo pero hay algo que no me cuadra del todo. Sigo con la sensación de estar haciendo algo incorrecto, los sermones del pastor, los comentarios homofóbicos de mi hermano y lo machista que es mi abuela, todo ello sigue sin dejarme tranquilo. Toda mi vida he tratado de agradarle a la gente y hacer todo lo que se me impone pero últimamente he estado muy rebelde y por eso he tenido varios problemas en mi casa ya que no aceptan que el borreguito manso se convierta en un cactus andante. Pero, como evitarlo si con lo que ha pasado últimamente hace que tome más conciencia y abra más los ojos, no había notado a tan grande magnitud lo machistas que son en mi casa y digo son, porque siempre he sido liberal en todos los ámbitos. Me la he pasado leyendo blogs y artículos y me he informado bastante acerca de la comunidad LGBTIQ+ y la lucha que ha mantenido por hacer valer sus derechos, supe que hacen una marcha cada periodo de tiempo donde hacen carteles con frases alusivas al respeto y a la libertad de pensamiento, he consultado también todo sobre lo que significa cada letra y he navegado tanto en ámbitos políticos como sociales. Aun me cuesta un poco aceptarlo del todo, aun me quedan las esperanzas que impone siempre la sociedad tales como: "Es una etapa" o también "Es un cambio de hormonas" y todo eso. Algo me dice que no he llegado ni al punto de partida aún.
— Pssd, Joe. ¿Estas allí? — Dice Yolanda asomada en mi local con la mitad de su cuerpo en el suyo.
— Aquí estoy ¿Qué pasa? — Digo yo.
— Necesito que me ayudes a mover esto que está muy pesado — Dice ella y contesto un “Okay”. Camino hacia su local donde vende cacharros de Jardín, herramientas para ello y semillas de todo tipo de plantas.