La tormenta de nieve aumentó su poder considerablemente. El monte Brightpeak era famoso en todo Arnbvus por muchas razones. Una de ellas era porque muy pocos habían podido subirlo, además de ser quien se cobró la vida de todos aquellos que no pudieron llegar hasta la cima del mismo.
De esto hablamos sobre personas del continente que estaban preparadas para subir. En ese momento, Annia y Mergo, dos extranjeros, trataban de escalar más allá de las faldas de la temible montaña, con una tormenta de nieve golpeando sus cuerpos de forma indiscriminada, abatido principalmente Mergo por el poder de dicho clima brutal y congelante.
—No puedo más… —confesó Mergo, mientras temblaba y sentía sus extremidades, así como su rostro, completamente helados—. El clima es demasiado intenso, siento que me voy a congelar —mencionó de rodillas en la nieve y levantó la mirada, con lo que vio que Bardan, algo por delante de ellos, se veía normal. Por su parte, Annia se notaba aparentemente bien, pero estaba temblando un poco. Ya le estaba afectando.
—No podemos parar. Hay que seguir. Estamos muy cerca del corazón del monte —explicó el hombre de barba, mientras Annia retrocedía y trataba de levantar a Mergo.
—¡No! Es demasiado. ¡Deberías ayudarnos y detener un poco la tormenta como lo hiciste antes! Hay que buscar refugio si ya no puedes. Debe de haber una caverna cerca y…
—Lo siento —emitió Mergo entre dientes, sujeto a su amiga.
—Estarás bien. Vamos a superar esto.
—No lo creo —comentó el hombre, a la par que observaba su hacha—. Me temo que su viaje, ha de terminar aquí —explicó el sujeto con una mirada fría e inexpresiva, alzó su arma y la azotó hacia los extranjeros con un poder tal que levantó una onda de nieve y agua que fue directo a los cazadores de Nwarvus.
De inmediato, Mergo invocó las garras del dragón y empujó a Annia lejos, a la par que él mismo, a duras penas, consiguió evitar el golpe.
—¡Hijo de perra! —gritó Annia al prepararse para atacar, mientras que Mergo lanzó su espada al hombre, detenida aquella a medio camino por la tormenta.
—Es inútil. Tu arma no puede con toda la nieve que estoy atrayendo de la tormenta. —La declaración provocó que ambos cazadores se impresionaran. —Así es, los he engañado. No ha aumentado el poder de la tormenta. He sido yo quien ha hecho esto con el mínimo aumento que hubo desde que llegamos al monte.
—¿Por qué? ¡Danya te pagó!
—Te equivocas. No tengo interés en esa mujer y sus ofertas. Esto es por mi cuenta, traidores —declaró Bardan, preparado para atacar.
—¿Traidor? ¿No te mordiste la lengua, maldito? —gritó Annia, apuntó con sus armas y disparó al hombre, mismas que evitó el de barba al levantar una muralla de nieve frente a él, la cual se volvió agua pronto.
—Ustedes están traicionando a cada cazador de este mundo. Nuestras cómodas vidas serán sustituidas por mediocres rutinas en nauseabundos trabajos. Algunos cazadores sabrán usar sus riquezas adquiridas y triunfarán, mas los nuevos están condenados a una vida simplona, sólo porque un par de malditos egoístas decidieron que era tiempo de desaparecer a los noxakos y hacer que los orbes dejen de funcionar. ¡Qué tienen en la puta cabeza! —gritó enfadado Bardan y agitó su hacha hacia Annia. Dicha evadió el embate de agua y hielo que le lanzó y disparó nuevamente, esquivadas las balas por su agresor, rosándole un par en un brazo.
—¡Imbécil! ¡El mundo se está acabando! ¡No habrá hogar ni nada si la oscuridad lo consume todo! ¿Cómo no puedes entender eso?
—¿Y cuándo ocurrirá? ¿En 30 años? ¿En 50 años? Ya no estaremos para ese entonces. ¡Qué importa! —pregonó el sujeto al seguir atacando a Annia, esquivados los embates por la mujer a la par que continuaba contraatacando, protegido el hombre de barba por su habilidad de controlar el agua.
—¡Tienes hijos! ¡Tu descendencia no vivirá por tu egoísmo! —reclamó la mujer, cosa que hizo reír al hombre, burlas que alteraron a ambos cazadores, sobre todo a Mergo, que no podía ni pararse por el frío.
—¡No me hagas reír! Esos malditos críos lo único que hacen es quitarme dinero, al igual que las putas de mis ex esposas. Odio que en este país las mujeres tengan que contraer matrimonio para dejar que te las cojas. Al menos las hermosas. Perdí la cuenta de hijos que tengo, y no me importa. Ésta es mi vida y es para mí. Ser cazador es lo que me mantiene pudiente y libre. No dejaré que me lo quiten así el mundo entero muera. —Luego de eso, el sujeto trató de golpear a Annia con otro embate, mas vio algo por la vista periférica, un objeto que se acercó a él.
Se trataba de Mergo, quien invocó una vez más las garras azules de dragón y se lanzó hacia Bardan con todas sus fuerzas, detenido el zarpazo del vendado por el hacha del barbón, impresionado por la voluntad del extranjero.
—¿Tienes otro poder además del arma? ¿Qué significa esto? —preguntó extrañado Bardan, atacado por Annia, pues cargó su arma y le disparó con balas poderosas.
Uno de los proyectiles logró darle en una pierna, mientras que el otro lo consiguió evadir con dificultad, golpeado Mergo por el hacha de Bardan, cubierto el vendado por sus garras de dragón, aunque sí fue lanzado lejos y lastimado por el agua que empezaba a congelarse en sus enormes extremidades de luz azul.
—¡Mergo! —gritó la chica y llamó la atención de su camarada, a la par que Annia lanzó múltiples balas de fuego al arma del cazador, acción que la liberó de la nieve y el hielo, encendida en un tono un tanto rojizo que emitía vapor.
Pronto, Mergo saltó hacia su arma para sujetarla, mas Bardan se atravesó en el camino del hombre, alzó su hacha con ambas manos y trató de abatir directamente a su enemigo.
—¡Ni siquiera lo pienses! —Pero lo que no se esperó el de barba es que Mergo, bajo él y abierto a un mortal ataque de su hacha, le sonriera.
La espada atravesó el pecho del hombre, a la par que un montón de balas cercenaban su brazo derecho a quemarropa. El hombre cayó sobre una rodilla, derrotado.