Sacrificio

Vigésima Séptima Ofrenda: Perdida

Lentamente, y con algo de pesar, Mergo finalmente pudo abrir sus ojos, observado que a su alrededor se encontraban paredes blancas de lo que parecía ser un hospital, repleto de engranes que sobresalían de las esquinas del sitio, mismos que estaban en constante rotación.

El hombre, confundido, tocó su rostro y se percató de que no llevaba puesto sobre éste los vendajes de siempre.

—Finalmente despertaste —dijo la voz de Annia, a lo que el joven volteó hacia ella para notar que se hallaba sentada a su lado, con nueva ropa y un café en la mano, puesto en un vaso para llevar.

—Annia… ¿Qué sucedió? —preguntó con una voz tranquila y rasposa, aparentemente adolorido y todavía extenuado.

—¡Ey! Estás bien, en buenas manos. Nos encontramos en el famoso castillo de la sanación, propiedad de Morgrem, en Hexlevus. Te están atendiendo los mejores doctores a disposición. Tuviste una pequeña cirugía, pero todo salió bien y sanarás en un par de días a como el doctor Hope me dijo —explicó la mujer, tomada la mano de su amigo al instante.

—Gracias, Annia. ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Dónde está Novan?

—Puedo volar, literalmente. Muy rápido y con la facilidad de cargar a alguien.

—¡Wow! Esas alas verdes… ¡Eso es increíble! —Sonrió al destacar aquello.

—Novan se quedó en Arnbvus, en la cabaña donde te tratamos por primera vez.

—¿Y el asesino?

—Lo maté. Era sólo un niño, pero seguramente fue enviado ahí por Danya —concluyó la chica, algo que hizo a Mergo recargar su cabeza en la almohada con la vista al techo, pensativo.

—¿Cuánto tiempo pasará antes de que un asesino entre por la puerta de este hospital, mate gente inocente y de paso a nosotros? —preguntó el hombre con un rostro serio, observado por Annia de momento.

—Eso no va a pasar —mencionó el doctor Yair al entrar en la sala—. Éste es un fuerte, además de un hospital. El maestro Morgrem jamás dejaría que eso ocurriera, y ya lo han intentado sin éxito alguno. Así que quédese tranquilo, Mergo. Aquí sanará sin problemas. —Las palabras del joven provocaron que Mergo sonriera lastimosamente.

—Supongo que usted es el doctor Hope.

—Yair Hope a su servicio. Señorita Annia, el maestro Morgrem sugiere que duerma en la mansión. Le tiene una habitación preparada cerca a la de Ricardo y él.

—Gracias, Yair. Yo mismo informaré a Morgrem que no me quedaré aquí —acertó en decir la mujer, cosa que impresionó un poco al doctor para luego asentir e irse.

—¿Cuánto pagaste?

—En realidad, nada. Morgrem es una persona muy cercana a mí.

—Dijiste que lo conociste en Ghalax y que tuviste suerte de haberle caído bien.

—Mentí —reiteró con vergüenza Annia—. No me gusta decir que Morgrem y yo tenemos una buena relación porque los cazadores comúnmente buscan beneficio de eso. Debí contártelo luego de que vencimos a «D». —Al decir eso, el hombre hizo un gesto de confusión.

—¿Quién es «D»?

—Son cinco entes y cada uno es un aparente dragón. Decidí llamarlos por las letras del nombre de Dandy hasta que sepamos qué son —explicó la chica, cosa que hizo reír mucho a Mergo.

—Nos toca ir contra D de nuevo, entonces.

—Así es, la segunda D. La minúscula que espero le haga honor a ello y no ser tan fuerte —bromeó la chica, para luego poner un rostro serio, desvanecida su sonrisa.

—¿Sabes algo de él? —Lo dicho hizo que Annia se pusiera de pie y diera unos pasos lejos de la cama donde estaba Mergo, dada su espalda a su amigo de momento, cruzada la chica de brazos.

—Sí, conozco a alguien que sabe dónde está e, incluso, tienen experiencia peleando en su contra —esa información impresionó mucho al hombre, mismo que se sentó en la cama e hizo un gesto de dolor—. ¡Tonto! Acuéstate de nuevo, no estás ni por asomo listo para pararte —mencionó la mujer, a la par que había regresado su mirada al herido para ir hasta su cama y ayudarle a acomodarse bien de nuevo.

—Debemos ir a acabar con él. Tan pronto pueda salir de esta cama, lo haremos —aseguró Mergo, cosa que Annia parecía no estar tan de acuerdo con él.

—Ricardo, una persona también muy cercana a Morgrem y a mí, se ofreció a ayudarnos. Tal vez podamos hacerle frente sin que tengas que involucrarte —comentó condescendiente la mujer, algo que no pareció agradarle a Mergo.

—¡Annia!

—¡No tienes por qué arriesgarte otra vez! Estás muy mal herido y te necesito en contra de Qwinbakvus —exclamó Annia, cosa que tranquilizó al herido—. Sabes que nuestra prioridad es acabar con esto. Danya tratará de atacarnos y no podemos darle tiempo. Deja que Ricardo y yo nos encarguemos.

—No, Annia. Espera a que me recupere e iremos los tres. Esas cosas son muy fuertes y debemos hacerlo juntos. Si no lo hacemos así, habrá más muertes —la declaración hizo que la chica suspirara, mas luego le dio la razón a su amigo—. ¿Cómo los conociste? A Ricardo y Morgrem. ¿Cuál es la historia? —Luego de pensarlo un poco, Annia dio un respiro profundo y se preparó a contarlo todo.

—Supongo que es tiempo que te cuente sobre mí. Mi historia por completo. No es algo que me guste mucho, pero me parece que mereces saber la verdad más que nadie. —Las palabras de la mujer se volvieron imágenes en la mente de Mergo, pues sus sentimientos y precisión al contar todo eran tan exactas que transportó al hombre al pasado.

Cuando era niña, ocurrió un atentado terrorista en mi ciudad, en Ghalax, de donde soy originaria. Fue la primera vez en Nwarvus que ocurría eso, así que la gente no estaba preparada para los cazadores sociópatas y los noxakos que invadieron la zona de inmediato al caer los muros que nos protegían.

Fue horrible, mi familia fue masacrada por las criaturas. Mi madre, mis hermanos y mi padre fueron asesinados, aunque nunca supe qué pasó con este último al final, mismo que no apareció ni en casa ni en los registros de fallecidos a como Morgrem y Ricardo me mencionaron.




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