Saga Blackdalion

9- El camino de la magia

Llovía.

Llovía fuerte.

-¡Bien! lo que me faltaba– exclamó Kyrian enojada.

La joven se había escapado de un muy concurrido salón de la Corte en busca de aire y ahora un inesperado chaparrón la estaba empapando.

Se le ocurrían un par de cosas que podía hacer pero ni siquiera quería considerarlas. Empezó a estornudar y pensó que enfermarse sería la gota que colmaba el vaso. La última vez sus hermanos habían experimentado un par de trucos para curarla y su padre había tenido que intervenir para evitar resultados desastrosos. Definitivamente los mellizos no tenían dones sanadores, ninguno de su familia los tenía. Podían realizar una increíble lista de prodigios, incluso su prima Krista podía ver el futuro pero ninguno de ellos tenía el don de la sanación. Aunque eso no les impediría a sus hermanos cuando la vieran llegar empapada preguntarle por qué no había hecho nada para evitar mojarse y reprenderla como si fuera una niña pequeña..

Estaba segura que ellos eran capaces de detener la tormenta o al menos evitar que los mojara. El poder de ellos crecía cada día, era casi tan fuerte como el de su padre y los continuos experimentos les abrían nuevas posibilidades de utilizar su magia.

Magia.

La palabra resonó en su cerebro y la joven gimió disgustada.

Ella también la poseía, era parte de su herencia pero siempre la había rechazado, quería ser una chica normal , ya era bastante con que los extraños la trataran con una pavorosa reverencia por ser hija de Kalymera Blackdalion y del poderoso mago Dionis Likaios , como para que también le temieran por su propio poder.

Sabía que nadie se atrevería a desafiarla o insultarla de frente, la reputación de su familia lo evitaba, pero también sabía que hablaban por detrás y que no la trataban como a las demás jóvenes.

Deseó estar en casa o en Levany o Dalalbión, en cualquier lugar donde la quisieran tal como era, sin embargo se hallaba atrapada en la Corte del Rey en una visita de cortesía que habían realizado sus padres.

El pelo negro se le pegó a la cara, su vestido se llenó de barro y el frío se le metió en el cuerpo, sin embargo no quería volver, aún recordaba lo que había escuchado decir a uno de los invitados.

-Es una bruja...como los demás...

Lo peor era que aquel muchacho la había rondado con sus atenciones como un posible pretendiente. Con casi diecisiete años Kyrian ya tenía edad para casarse, sabía que de tener otros padres ya estarían buscándole marido pero por suerte en su familia creían en el amor. Sus abuelos, padres y tíos se habían casado al encontrar al amor de su vida, ni antes ni después. Así que podía estar tranquila, nadie la obligaría a casarse, aunque eso no evitaba que los jóvenes la pretendieran y al ser rechazados hicieran comentarios poco halagüeños.

Bueno sólo había algo que podía hacer para sentirse mejor, la única magia que siempre se había permitido, lo único a lo que no podía renunciar.

Una gruesa capa de piel la protegería de la lluvia y podría vagar libre un rato más, antes de que sus padres enviaran a los mellizos tras ella.

Sus ojos claros relampaguearon y en un instante su frágil figura se transfiguró en la de un lobo. Un animal ágil y esbelto, de pelaje negro y ojos de un celeste tan claro como el cielo de invierno.

La joven avanzó guiada por los instintos del animal cuya forma había tomado. En los días pasados había contemplado una extensa arboleda bordeando el lago hacia la que se dirigió. Aunque la noche lo ocultara allí había un conjunto de árboles con grandes flores azules que la deslumbraban.

Se internó en el bosquecillo gozando de la sensación de la lluvia y de la tierra mojada en sus patas, al llegar al lago descubrió una presencia inesperada. Podía distinguir la silueta de un hombre, aunque estaba completamente empapado parecía no importarle la lluvia y como si presintiera la intrusión de ella, se volvió a mirarla dejándola estática.

Con cierto alivio recordó que él no podía ver más que un lobo, aún así la inquietaba la mirada masculina que sondeaba la oscuridad para detenerse con precisión en ella.

Estaba lo suficientemente cerca para distinguir el color de aquellos ojos, eran intensamente violetas.

De pronto la voz del hombre quebró el silencio de la noche.

-Vaya, creí que estaría solo aquí – comentó él- tranquilo pequeño, no te haré daño, aunque creo que eres pequeña ¿verdad?. Eres demasiado menuda para ser un "él", claro que yo no sé mucho de lobos...ni siquiera sabía que hubieran lobos aquí.

Por un breve segundo Kyrian se vio tentada a contestar ya que la calidez en la voz de él le hacía olvidar la forma que tenía, luego recordó la metamorfosis y reflexionó sobre lo extraño de aquella situación.

Bajo la intensa lluvia estaba ella transformada en lobo y a escasa distancia un hombre que le hablaba como si lo hiciera con un humano

-Mi refugio está cerca...ya me mojé demasiado, ¿quieres venir? – la invitó él y luego rió moviendo la cabeza como si reconociera lo absurda que era su actitud. Lentamente emprendió la marcha y Kyrian lo siguió.

El joven llegó hasta una cabaña y cuando iba a entrar se sorprendió de que el lobo realmente lo hubiera seguido. Entró y dejó la puerta abierta para que el animal ingresase. Era extraño ver un lobo por allí y más aún invitarlo a compartir un refugio, pero al verlo había sentido un vínculo con aquel otro ser solitario que no rehuía de la lluvia.

-Pasa...- dijo apartándose para darle lugar al animal. La loba entró cautelosa – Voy a encender el fuego, así nos secamos. Me temo que no tengo comida para ti...no imaginé que tendría invitados –dijo con una sonrisa y la loba lo miró.

Era un hombre muy joven, su cabello era claro y llegaba apenas debajo de las orejas, aunque la lluvia lo había pegado a su cabeza. Se movía con soltura y una vez prendido el fuego, buscó una vieja manta que tendió en el suelo para ella.




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