En la cima de una montaña, sobre una escalera de lecho rocoso, dos seres se mantenían protegidos por la oscuridad de la noche. Uno había sido reflejado por un momento por la luz de la luna, su apariencia se asemejaba a la de un tigre oscuro. El otro se mantenía oculto en las sombras de las rocas.
— ¿Por qué nunca me dijeron que ella estaba viva? —preguntó con voz furiosa el ser escondido en las penumbras, su nombre era Goliat.
—Tal vez no sea ella —respondió la criatura atigrada, tratando de persuadir el enojo de su amigo.
— ¡No trates de engañarme! —Gritó furioso Goliat—. ¡Jamás olvidaría su luz!
Goliat sabía que le habían mentido, lo había intuido desde el principio de la guerra, pero se había mantenido callado a la espera de que la verdad fuera revelada. Nunca podrían matar a un ser tan especial como lo había sido ella durante el tiempo que la había conocido.
—Encontraron su cuerpo flotando a orillas del mar —recordó su acompañante—. Dicen que se suicidó.
Goliat bufó molesto, jamás creyó esa historia y jamás lo haría.
— ¡Mientes! —gritó Goliat, sus ojos brillaron de un intenso color rojizo antes de salir corriendo en la oscuridad de la noche.
La otra figura observó a la primera y gruñó con suavidad.
—No veo la lógica de tu argumento —dijo—. Tú sabes que ella murió hace muchos años.
—Esto seguro de que es ella.
—No puedes desafiar a las autoridades…
—Haré lo que tenga que hacer para demostrar sus mentiras —dijo resuelto Goliat—. Al final me darás la razón.
Su oscura figura comenzó a bajar la colina con mucha prisa.
— ¡Goliat, espera! —fueron los gritos que escuchó mientras se alejaba a gran velocidad.
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Editado: 20.11.2020