LAS RAZONES POR LAS QUE...
Tatiana estaba sentada en uno de los primeros escalones de las enormes escalinatas del edificio de departamentos. Se mordió una uña roja cargando sus codos en sus largas piernas cubiertas por un vestido estilo camisero azul. ¿Cuánto tardaba Yelena en volver del trabajo? Llevaba sentada media hora y aunque no había visto bajar a ningún inquilino se sentía fuera de lugar sentada como una pordiosera en espera de una limosna de atención.
Gruñó ante aquella exagerada comparación, pero ya estaba desesperada. Suspiró, asintiendo su rubia cabeza; era muy raro que buscara a su amiga por la tarde, casi siempre tenían las noches de los jueves para hablar de lo que les había pasado en la semana, pero ahora ella tenía la necesidad de hablar, ¡Oh! ¡Todo era culpa de un guapísimo chico que intentaba entrar en su vida con o sin su permiso!
Recargó su barbilla en la palma de su mano recordando aquella tarde que habían pasado juntos. No tenía quejas acerca de el lugar a donde la llevo a comer, era un restaurante de comida texana muy bueno y con un ambiente ligero. La musica texana le daba al lugar una sensación de no olvidar en donde estaban y disfrutar de ello. Tatiana estaba ligeramente complacida..., ¡No demonios! ¡Estaba muy complacida, mucho más de lo que debería estar! Dallas era un chico demasiado agradable, demasiado guapo y encantador para poder resistir.
Las sonrisas y los coqueteos de su parte y por parte de ella no pararon el resto de la inesperada cita, porque a pesar de haber sido una salida inesperada se convirtió en algún momento en una cita. Y entonces ella después de haberse hundido en la atmósfera y lo había hecho más al permitir que la besara...
¡Maldición! Cubrió su hermoso rostro algo sonrojado, ¡Un beso en la primera cita! Hizo un sonido poco femenino, incluso poco adulto con la boca y los labios. No podría arrepentirse si ese beso hubiera sido un simple roce de labios, pero aún persistía el sabor masculino y las caricias de su lengua en su boca hasta las amígdalas...
Inclinó la cabeza y negando los recuerdos la movió hasta que tuvo que detenerse porque ya se estaba mareando. El clic de la puerta al abrirse la obligó a mirar hacia el frente. Yelena entró con esa misma actitud serena, aunque algo en su delgado y serio cuerpo le indicó que algo estaba mal; no estaba segura pero la conocía desde que ambas tenían cinco años y estaban en la misma clase e ballet allá en París, su ciudad natal.
Lena levantó la mirada sorprendiéndose de encontrar a Tatiana levantándose de estar sentada en los escalones esperándola por lo que notaba.
- ¿Tatiana, algo va mal?
- ¡Por Dios, el día en que necesito hablar contigo llegas más tarde que de costumbre!
Acomodó su bolso de diseñador en su hombro echando hacían atrás un mechón rubio rizado por uno de los tantos aparatos que Tatiana tenia en su baño. Lena fue hasta ella frunciendo el ceño preocupada.
- Lo siento - se disculpó empezando a subir las escaleras junto con su hermosa amiga -, hubo algunas complicaciones en el trabajo...
- No entiendo como puedes trabajar para esos King - suspiró irritada -, no tienes necesidad. Podrías en estos momentos estar viajando por el mundo y no estresandote en esa oficina tan pequeña y con ese presumido King.
- Realmente no es la necesidad del dinero -, miró a su amiga seria - es sólo que necesito tener otras cosas en la mente, no puedo dejarme caer, lo sabes.
- Lo sé - gruñó la rubia deteniéndose mientras Lena abría la puerta de su departamento en el tercer piso -, bueno, es que no me gusta que después de ser lo que fuiste ahora estés encerrada en una oficina común.
Lena movió la cabeza y abrió la puerta haciéndose a un lado para dejar entrar a su amiga.
Tatiana entró dejando caer su bolso sin ningún cuidado en el sillón blanco y largo, se tumbó cuan larga era con un gemido.
- !Me encanta este sitio! - Exclamó levantando las manos sobre su cabeza -, es como si entrara a un santuario o un lugar de esos que siempre esta fresco y da la sensación de estar en paz con el resto de mundo, ¡Justo lo que necesito en estos momentos!
Las palabras de su amiga llamaron la atención de Lena que se quitaba los zapatos en una esquina junto a la puerta. Giró la cabeza para mirar a su amiga aún haciendo ruidos con la garganta.
- ¿Qué pasa Tati? - Preguntó sin apartar la mirada de ella.
Tatiana dejó de gemir y lentamente fue abriendo los ojos buscando su amiga seria. Se incorporó escondiendo sus manos entre la tela de su vestido.
- Sé que es miércoles - dijo inquieta -, siempre nos reunimos los jueves para pasar una tarde de mujeres, pero necesitaba de alguien que me escuchara.
- Siempre eres bienvenida a aquí - replicó Lena yendo hasta su amiga -, nunca voy a negarte la entrada y lo sabes ¿Verdad?
- Lo sé Ye...Lena - asintió sonrojada -, sólo que.., bueno quizá todo esto sea sólo una tontería de mi parte, a lo mejor estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua y en realidad...
- Silencio - Lena la calló sentándose a su lado mientras deshacía el recogido de su cabello -, Dime ¿Qué pasa amiga?
La rubia echó su cabeza hacia atrás y suspiro. ¡Maldición, eran demasiados suspiros! Se dijo mientras buscaba las palabras para contarle a su amiga lo que pasaba en su cabeza para no parecer una niña insegura. ¡Nunca antes había suspirado tanto..., ¿Podría estar pasando?... ¡No, no, no! ¡Nada de eso! Ella no podía pasar por eso, hacía tiempo que había renunciado a perder la cabeza otra vez. ¡No! Levantó la barbilla determinada a no permitir que nadie volviera a jugar con su corazón.
- ¿Vas a decirme de qué se trata todo esto? - Inquirió Lena un poco sorprendida por la actitud d su amiga -, si quieres podemos quedarnos toda la tarde aquí sentadas mientras tú hablas contigo misma, pero antes permite que vaya a prepararme un emparedado, no puedo dejar de comer y tengo hambre.