... POR LAS QUE CAIGO UNA Y OTRA VEZ
Los King no son lo que parecen.
El destino los hizo ser así.
Actúan según su miedo, según su dolor,
según sus normas.
Alguna de ellas eran las correctas,
otras...
*
Lena revisó por centésima vez las cifras que ya sabia de memoria. Miró hacia la puerta de cristal cerrada y sintió deseos de gritar su molestia, su jefe estaba imposible esta semana. Todo había empezado por lo sucedido aquel viernes en la recaudación de fondos para la fundación en donde Tatiana trabajaba, si, había empezado desde que Ryder King supo quien era ella.
Rectificó cada coma en las cantidades, revisó que cada una coincidiera con los materiales, verificó las fechas y al notar que todo estaba correcto y tal como le entregó la primera vez el presupuesto completo a su jefe se levantó de la silla y miró nuevamente la puerta antes de ir a enfrentarse a el hombre gruñón tras ella.
Después de que se escondiera esa mañana en el baño, se tomó unos minutos para aclararse y salir y enfrentarse a su jefe; él la esperaba recargado en la puerta de su oficina, apenas la vio hizo un gesto de indiferencia y entró pidiéndole las citas de ese jueves. Lena se había dado el valor para seguir el día trabajando sin que nada de lo que había visto afectara su trabajo, sin embargo no podía evitar que llegaran a ella las imágenes de Ryder King haciendo el amor a esa espectacular rubia.
Sostuvo el asa plateada aclarando su garganta y la jaló entrando a los dominios del tiránico rey.
Ryder levantó la mirada al escuchar la puerta abrirse. Lena Kuztnikova entró con el mismo aspecto serio y profesional de siempre, Frunció los labios molesto por dar cuenta que ella era la única en esa habitación que esa semana había actuado como una adulta, mientras que él había sido un verdadero idiota. Miró la carpeta que ella le entregaba, tardó unos segundos en tomarla, sus ojos fueron hasta la mano pálida y delicada de la joven. Notó que tenia las uñas pintadas con un esmalte color neutro, muy parecido al de su propia piel; las estudio sin importarle que ella lo notara, estaban limpias, con un largo propio y discreto, perfectas.
De pronto la carpeta estaba sobre su escritorio frente a él y las manos femeninas habían desaparecido de su vista. Levantó sus ojos y se encontró con un rostro algo sonrojado que no hacia nada por ocultar su incomodidad.
- ¿Necesita algo más?
Ryder no apartó la mirada de ella hasta que su secretaria se movió hacia la puerta.
- Señorita Kuztnikova...
Ella se giró mirándolo tensa.
- Cuando llegué mi cita hagála pasar a mi oficina.
- Si señor King.
La miró salir y bajó la mirada hacia la carpeta. Su mente se quedó en blanco. Cada vez que ella estaba cerca sus nervios se alteraban de una manera que no entendía, al principio no supo que hacer con ellas; su intención no fue tener un altercado con ella esa mañana de lunes pero se había sentido de alguna manera provocado por las palabras de Lena, a pesar de que sabia muy bien que ella sólo se defendía de sus absurdas acusaciones. Suspiró, lo que más le alteraba eran los recuerdos que estaban grabados en su cerebro; la manera en que su cuerpo se amoldó al suyo y sus labios siendo dibujados por su lengua como si quisiera saborear aquellas cerezas brillantes que se habían abierto a él como fruta madura.
¡Maldición! Sintió la sangre llenando su entrepierna con demasiada rapidez, ¡Era una verdadera locura pensar que alguna vez ella podría ser algo más que su asistente o secretaria! Para él no había cabida en su vida una mujer como Lena o Yelena Kuztnakova, como fuera que se llamara. Ella era una mujer que se merecía un hombre normal, uno que supiera valorar los sentimientos quizá inocentes que atraparían a cualquiera que pudiera acercarse a ella lo suficiente. Él, sólo tenia que mantenerse fuera de su camino sin importar la manera que tuviera que hacerlo. Maldijo pasando una mano por su rubio cabello, quizá no estaba haciéndolo de la forma correcta pero sabía que al final la misma Lena volvería a ser para él la empleada propia y perfecta que necesitaba a su lado para que su puesto de director general en Construcciones King continuará en el lugar que estaba actualmente.
Abrió la carpeta apenas sus ojos se posaron en las cifras una muy apenas sombra de una sonrisa apareció en sus labios, definitivamente Lena era la mejor empleada con la que había trabajado alguna vez; tomó la hoja entre sus dedos y se recargó en el respaldo revisando una y otra vez cada cifra en la hoja.
*
Dallas dejó a un lado la guitarra eléctrica y dibujó algunas notas en el papel pautado. Colocó el lápiz entre sus labios y tomó el instrumento raspando las cuerdas moviendo la cabeza al ritmo de la melodía, bajó la cabeza dejando que los mechones de su cabello cubrieran su rostro ensimismado en la nueva composición que surgía de su interior sin problemas, cerró los ojos y el rostro de Tatiana apareció ante él con una enorme sonrisa y su cabello rubio moviéndose por la brisa. ¡Tatiana! ¿Quién no se dejaría llevar por una musa como ella? Apretó el lápiz con sus dientes mientras sus labios hacían un recuento de ese beso que le había robado al principio y que después ella correspondió con pasión; así como debía de ser.
La melodía que salia de su guitarra fue subiendo en intensidad; en algún momento había olvidado anotarla en papel, pero quizá de manera inconsciente sabía que se estaba grabando como todo lo que hacia, de esa manera no perdía el hilo en cada una de sus composiciones.
El sabor de sus labios, su textura, el duelo de sus lenguas buscando algo más allá de lo que un beso les podía dar. Movió la cabeza y sus dedos fueron viajando por las notas como si tuvieran vida propia, mientras él se perdía en los recuerdos de esa mujer...
Alguien se aclaró la garganta muchas veces, hasta que tosió demasiado cerca para que Dallas dejara de notar al intruso.