LO QUE SOY SIN...
El avión aterrizó suavemente en la pista. Unos hermosos ojos azules miraron el edificio. En los últimos seis meses había soñado volver a casa. Limpió sus manos sudorosas en los pantalones negros ajustados de algodón; estaba nerviosa de lo que se podría encontrar al llegar a casa. No le preocupaba el hecho de que la casa estuviera abandonada, su hermano pequeño llevaba viviendo con ella desde el año pasado, lo que retorcía su estómago y hacia saltar su corazón era otro asunto. Mordió el labio inferior aguantando un sonido nervioso.
Apenas se hubo detenido el avión soltó el cinturón y se levantó. No le molesto ser la primera en hacerlo, simplemente quería salir de ahí y llegar lo más pronto a casa. Realizó todos los tramites y al salir miró sin atención a la gente alrededor esperando a sus familiares, un hombre alto, joven, de cabello rubio y una alegre sonrisa llamó su atención. Una sonrisa más amplia se dibujó en sus labios al ver el pequeño letrero que sostenía sobre su cabeza.
- ¡Eres un idiota Dallas King! - exclamó mientras se acercaba a él abriendo los brazos para darle un abrazo.
- Temí que no me reconocieras - la estrechó en un abrazo fuerte inclinando su cabeza hacían su hombro -, hace tanto tiempo que te fuiste...
- Diez meses no es mucho tiempo - replicó apartándose de él enviándole una mirada severa.
- Bueno, para mi lo fue - levantó los hombros rodeando sus hombros y caminando con ella hacía la banda de equipajes -, es horrible vivir solo en esa enorme casa tuya.
- ¡Por Dios! - Gimió rodeando su cintura -, la casa no es tan grande. Papá no se hubiera desecho de ella si lo fuera.
- Eres la niña de sus ojos - le recordó burlón a sabiendas que ella odiaba que su padre la tratara como una delicada princesa -, siempre tendrás lo mejor. ¡Lo mejor para la consentida de papá!
- ¡Callate Ya! - golpeó su estómago plano juguetona -, sabes muy bien que ha sido mi peor pesadilla.
- Nunca te oí quejarte cuando eras más joven - le dijo sonriente -. Estabas encantada de ser la única hija de Frank King. Todos tus caprichos siempre fueron cumplidos.
- Eso fue en el pasado - dejó de sonreír por unos momentos -, ahora mismo papá no está muy contento conmigo.
Dallas apretó su hombro a manera de entendimiento. Se acercaron a la banda cuando su maleta de piel de cerdo roja se asomo. Dallas la tomó separándose de su hermana, se volvió y entrelazó sus dedos con los de ella.
- Vamos la casa te espera - le guiñó un ojo -, te ha extrañado más que yo.
Win bajó la mirada y siguió a su atractivo hermano hasta la salida. La camioneta 4x4 esperaba peligrosamente roca de los anuncios de prohibido estacionarse, Win movió la cabeza, a Dallas le gustaba mantenerse cerca del peligro, incluso en la vida diaria. Desde que era un niño bonito trató de practicar todos los deportes que amenazaban con hacerle daño. Era un experto en cualquier deporte extremo que utilizara ruedas. Ahora había elegido convertirse en músico y sabia que como todo lo demás que hacia tendría el éxito que se merecía porque él era simplemente el mejor en lo que se proponía. La mayor parte del tiempo siempre obtenía lo que deseaba.
Aquel punto en su carácter era lo que le gustaba de él. Subió a la camioneta cuando su hermano menor le abrió la puerta. Rodeó el vehículo y subió sentándose frente a el volante.
- ¿Lista para volver a empezar? - Preguntó encendiendo el motor.
- Sólo para volver a empezar en donde me quedé antes de irme - respondió sin mirarlo.
Dallas frunció los labios aguantando las palabras que amenazaban con salir llenas de sarcasmo. Odiaba tener que callarse pero ella era mayor de edad y sabia muy bien lo que hacia con su vida, aunque según su opinión estaba demasiado alumbrada para poder ver a su alrededor.
No cabía duda que la testarudez de los King era legendaria en el estado de Texas.
*
Miró su reloj una vez más. ¡Mierda! Estaba jugando con él, Anita nunca había hecho esperar a nadie anteriormente, ella sabia que necesitaba hablar con ella acerca de la situación de ambos. Estaba seguro que ya sabía del pronto arribo de Win a Texas después de lo que le había parecido una larga ausencia. Cruzó una pierna recargándose en el respaldo de la silla. Esa mañana era cálida y perfecta para estar sentado al aire libre en el café favorito de su esposa.
Esposa. Era casi risible, darle ese titulo a Anita; no podía negar que hacia cinco años que dio aquel pa...tropiezo, seria la mejor palabra fue, al menos en el lapso de un día lo mejor que le hubo pasado desde que la conoció, pero como siempre decía cuando hablaba sobre ello, salió de un sueño coloreado de rosa y cuando se despertó se dio cuenta del tremendo error que había cometido y en lugar de rosa era todo gris, sin color. Como una tarde de violenta tormenta en la que cualquiera desearía estar bajo la protección de un hogar, sólo que él estaba afuera recibiendo el golpe con toda la fuerza.
Su matrimonio no había durado una semana. Casi de inmediato Anita mostró su verdadera personalidad y el se fue, no pudo soportar vivir a su lado. Fue un golpe del que después de algún tiempo logró recomponerse. Miró a través de sus anteojos de sol la gente que caminaba por la calle y dibujó una tenue sonrisa. El honor le correspondía a una mujer, ella fue la que le hizo volver a creer en los seres humanos, sobre todo en las mujeres, aunque para él no había otra, solo ella, sólo su amada Win...
- Espero que esa sonrisa sea para mí.
La voz de Anita lo sacó de sus agradables pensamientos. Permitió que le diera un beso en la mejilla antes de que el atento mesero se acercara para sacar su silla.
- Has perdido la caballerosidad querido - le reprochó dejando caer su bolso en la superficie de la mesa junto a ella - ¿Acaso tu pequeña amante es la causante de tu descuido?
- No te metas en mi vida privada Anita - le advirtió quitándose los anteojos.