DETRÁS DE UNA CRUDA REALIDAD
(Burt)
Burt abrió los ojos llenos de lágrimas. Miró el techo de plafones y parpadeó buscando la manera de detener las lágrimas que se escapan de sus ojos. ¡Era una maldita mierda! Se mordió el labio inferior mientras llegaba a su cabeza todo lo que había hecho y por lo que ahora mismo estaba en esa cama en el hospital.
El torbellino de las ultimas horas estaba pasando factura en su cuerpo cansado. Los flashes de las cámaras en el angosto cubículo del baño en aquel tugurio gay, las voces, las burlas, las sonoras carcajadas de burla, el guapo rostro de Robby Jones mirándolo con burla y un destellante brillo de maldad y desprecio... El sudor cayendo por su cuerpo mientras huía aterrorizado por su propio descuido.
Le había causado mucho trabajo bajar la guardia. Él había terminado de cortar los últimos hilos junto con el desprecio de Panther King. Después de un momento cuando se vio sin nada que perder y se dejó llevar.
Gimió en silencio sujetando con fuerza las sabanas lastimándose a propósito la muñeca izquierda, quizá para sentir que todavía estaba ahí y que los errores de las ultimas veinticuatro horas estaban ahí para recordarle la mierda que era.
La puerta de la habitación se abrió. Su madre entró con los ojos vidriosos aguantando las lágrimas, mientras su boca se fruncía por el enojo. Fue hasta su hijo dejando su costoso bolso en la orilla de la cama y se acercó golpeando su mejilla con fuerza.
Ambos se miraron con los ojos muy abiertos. Ruth encogió su brazo y cerró en un puño su mano con fuerza.
- ¿Cómo pudiste?
¿Cómo pudiste? Entró en su cabeza como un eco, rebotando de un lado a otro. ¿Cómo pudiste?...¿Cómo pudiste...
- ¡Has estado a punto de arruinar la carrera de tu padre! - Levantó la voz de una forma tan aguda que sus oídos se lastimaban al estar escuchándola -, en estos momentos podría terminar tu trabajo yo misma.
- Serias de gran ayuda madre.
Ambos se callaron. Ruth no buscó la mirada de su hijo, paseó sus ojos verdes por la habitación privada como si lo que estaba alrededor fuera más importante que su propio hijo acostado en la angosta cama.
- Fue una reverenda estupidez - dijo juntando sus manos nerviosa -, al menos debiste haber mantenido tus torcidos deseos de forma discreta. Tú padre te lo advirtió. Lo que hiciste es imperdonable.
- ¿Imperdonable?
Ruth lo miró apenas y se giro hacia la ventana de la habitación privada en donde estaba.
- Todo lo que has hecho ha peligrado la carrera de tu padre.
- Entiendo, aquí lo que interesa es mi padre - asintió manteniendo la calma
- Sin lo que ha logrado tu padre no serias nadie - replicó Ruth severa.
- Tú tampoco - asintió él.
Su madre se tenso y una vena sobresalió en su sien palpitando. Sus labios rosas temblaron sin control sosteniendo su mano para no abofetearlo nuevamente.
- Me he reforzado en educarte...
- No se trata de educación madre - replicó Burt con un suspiro.
- Desde que se te metió en la cabeza eso de que eres... - volvió a fruncir los labios como si le costara trabajo pronunciar la palabra -; no puedo reconocer a mi propio hijo, no eres el mismo al que le dimos la mejor educación que el dinero puede ofrecer. Tu padre se esforzó en encontrar las mejores escuelas de Houston para que nuestro hijo fuera un hombre exitoso y no en lo que te has convertido...
- He sido el mismo desde el día en que nací - musitó con tristeza -, sólo que tú nunca te diste cuenta.
Su madre lo miró con rabia hasta que su muy maquillado rostro expresó algo más que desprecio; quizá fuera odio o pena por el patético hombre que veía en la cama, Burt cerró por unos instantes los ojos y volvió a abrirlos al escucharla respirar pesadamente, fue hasta en donde estaba su bolso y lo tomó con violencia antes de ir hasta la puerta, antes de abrirla movió su cabeza hacia un lado.
- Ojalá hubieras muerto... Ojalá... - musitó con un leve dejó de angustia -, lo hubiera preferido antes de...¡Todo este escándalo!
Abrió la puerta y salió apresurada dejando tras ella su fino perfume y el taconeo de sus zapatos mientras se alejaba.
¡Un maricón de mierda!... Era un maldito maricón de mierda, sólo eso...solo eso...
*
(Panther)
Sus ojos estaban secos. No había nada a su alrededor que le apartara de donde estaba metido. Estaba lejos de que algo ajeno le molestara. Miró a su alrededor y vio solo gente que seguía con su vida como si nada pasara y al mismo tiempo tenían sus propios problemas, sus propios dilemas como él, quizá mas terribles que él.
Se detuvo frente a el hospital, un vuelco en el corazón le hizo recordar los eventos de hace dos días atrás cuando... Se tocó el frente de su camisa a cuadros y lanzó un suspiro. No estaba ahí para perder la calma que esos días le había costado trabajar, estaba ahí para ver a un hombre herido del alma y del cuerpo. Un hombre que le importaba lo suficiente para sentir deseos de que pudiera lograr alcanzar la sanación que necesitaba.
Sólo era eso. Asintió con la cabeza y obligó a sus piernas a seguir su camino, aunque no fue su intención llegar a el cuarto en el mismo instante en que la voz de una mujer le decía a Burt que lo prefería muerto antes que el escándalo hundiera a la familia.
Miró a la mujer salir a pasos apresurados limpiándose las apenas visible lágrimas de sus muy maquillados ojos. Apenas logró hacerse a un lado, se asomó a la habitación y sus ojos se centraron en el hombre sobre la cama que pasaba su mano una y otra vez por su cabello despeinado. Una sonrisa llena de dolor se dibujaba en sus labios rodeados por la oscura sombra de la barba que aparecía después de dos días. Una carcajada seguida de otra y de otra salia de su interior hasta que se convirtieron en dolorosos sollozos.
¡Maldición! Se violentó Panther apretando fuertemente el envoltorio de papel en donde llevaba un ramo de tulipanes amarillos los favoritos de Burt. Apretó los dientes rechinándolos hasta que le dolieron. Entró a la habitación dejando caer el ramo en el asiento de una silla acercándose a Burt, apretó los labios mientras sus ojos llenos de lágrimas se posaban en él. Ninguno de los dos dijo nada, Panther se inclinó hacia él peinando su cabello, dejando que las hebras gruesas de su pelo se enredaran en sus dedos haciendo remembranzas de su textura y suavidad, con la otra mano limpió sus lágrimas y entonces fue cuando sintió la mano sana de Burt sostener su cabeza bajándola hasta él, hasta su propio rostro.