Saga King's

CAPITULO 39

 

UNA LECCIÓN
 

las cortinas fueron corridas de una manera enérgica. Lena gimió cubriendo sus ojos mientras buscaba la manera con sus manos de cubrirlos para que la luz no los lastimara.

Todavía dormida se hundió en la suavidad de su almohada ocultando su rostro pálido y demacrado por una noche de insomnio. Sin embargo algo entró en su cabeza, una alerta que la hizo abrir de golpe los ojos. Miro la tela de algodón sobre la que estaba recostada. Miró confundida las mantas que la cubrían. Las conocía muy bien, ella misma las escogió de la tienda y sabia que no habían costado poco dinero, pero ella se había enamorado del diseño que entrelazaba los pequeños capullo de flores con otras grandes abiertas en su máximo esplendor.

Se incorporó sosteniéndose con ambos brazos. Una figura alta terminaba de abrir la ultima cortina de la ventana mas alejada de la habitación. ¿Qué...

La cabeza de Ryder King se giró hacia ella. Sus ojos se abrieron apenas cuando se posaron en ella, de inmediato volvieron a su forma original mientras en sus labios se iba formando una mueca burlona, de la que Lena se había acostumbrado en los dos años trabajando para él.

- Buenos días - la saludó soltando la tela de sus cortinas cruzando las menos sobre su pecho las que inmediatamente después hundió en los bolsillos de sus pantalones de lona gris azulado -, teníamos una cita.

- ¿Una cita?

Lena lo miró curiosa atolondrada por el sueño que aún no la dejaba despertar por completo a pesar de la inesperada presencia de Ryder King en su... ¿Habitación?

- ¿Qué está haciendo aquí? - Demandó sintiendo como el enojo por su atrevimiento salia ala superficie. ¡Oh Dios! ¿Cómo se atrevía a...

De inmediato se dio cuenta de que los raros ojos de Ryder King miraban fijamente su pecho la hizo recordar que estaba vestida sólo con ropa interior de transparente encaje.

Cubrió su cuerpo con un agudo gemido que obligó a el atractivo King a parpadear y apartar la mirada de esos perfectos y pálidos senos.

Él lanzó un suspiro cuando Lena se cubrió su cuerpo hasta los hombros. Volvió a posar sus ojos en ella con una pequeña sonrisa burlona, aquella que intentaba ocultar el crudo deseo que le provocaba esa mujer y que llenaba su cabeza de recuerdos que aceleraban su corazón y sus latidos. Por ejemplo la noche anterior cuando había tenido que desnudarla para evitar que durmiera incomoda en la habitación de huéspedes. Ir descubriendo su cuerpo fue para él como si abriera un regalo muy anhelado.

Todavía podía sentir la calidez y suavidad de su piel que había tocado sin la más mínima malicia, simplemente habían sido unos pequeños roces accidentales. Aclaró su garganta y señaló la puerta abierta.

- Iré a preparar una taza de café - le dijo manteniendo su siempre actitud despreocupada -, si quieres una te espero en la cocina.

Dio media vuelta caminando hasta la puerta. Sostuvo el picaporte y antes de salir giró la cabeza hacia ella.

- Usa ropa cómoda - le ordenó -, iremos hasta el rancho de mi padre. Ahí será más fácil para ti aprender a conducir. No habrá nada que se interponga en tus lecciones.

- No tengo intenciones de ir con usted.

- Lo harás Lena - le sonrió guiñándole un ojo -, no tienes alternativa.

- No voy a permitir que...

Ryder King salio dejándola sola en la habitación. Lena apartó molesta un mechón que cayó sobre su ojo. ¡Mal...

Frunció los labios al darse cuenta que nunca antes había maldecido tanto. Siempre se había considerado una mujer tranquila, que no se alteraba con casi nada, pero desde que Ryder King se había convertido para ella en una gran molestia al entrometerse en su vida todo su entorno, incluso ella estaba comportándose de una manera que nunca hubiera creído.

Suspiró, salio de la cama hacia el baño. No quería apresurarse, Ryder King no era nadie para darle ordenes, ella usaría su tiempo como quisiera. Así que se detuvo frente a el espejo del lavabo, miró su rostro pálido. Ya no veía los huesos prominentes de sus pómulos marcarse como unos meses atrás; haber subido de peso era una victoria para ella a tal grado que era la primera vez desde que era una mujer adulta que se sentía bien consigo misma, incluso atractiva, aunque eso no significaba que le agradara que Ryder King estuviera entrometiéndose en su vida.

Abrió las llaves de la ducha.Templó el agua que salia, se desnudó y entró suspirando profundamente cuando sintió la frescura del agua sobre su cuerpo. Levantó la cabeza dejando que el agua lo tocara, buscó el gel del cuerpo con aroma a frutos rojos y lo frotó sobre su piel dejando que el burbujeante jabón se fuera deslizando hasta desvanecerse. Mientras mantenía sus ojos cerrados, unos ojos brillantes como dos piedras preciosas que un joyero hubiera elegido después de una búsqueda exhaustiva para encontrar la manera de que ambas pudieran combinar en ese rostro y bajo esas cejas rubias al grado que cualquiera que se encontrará con ellos quedara de alguna forma hechizado por esa mirada.

Aclaró su cabello después de lavarlo con el shampoo parpadeó sorprendida por esos pensamientos acerca de los ojos de su ex jefe. No podía negar que eran...diferentes pero no tenían porque hacerla perder un maravilloso baño aunque fuera así.

Terminó de asearse y salió envuelta en una esponjosa toalla que le había costado lo de casi un mes de sueldo. Limpió el espejo del vapor y sus ojos verde oliva la miraron serenos. Estaba consciente de que los últimos días de su vida habían hecho cambios bruscos en su vida y que podían notarse en su rostro y sus ojos. Estos últimos ya no eran como antes de huir de Construcciones King después de que Ryder King la besara a la fuerza.

Cerró los ojos unos instantes y... Como si tuviera vida propia uno de sus dedos toco sus labios buscando recordar las sensaciones que en ocasiones no le dejaban conciliar el sueño.

Unos golpes en la puerta del baño la hicieron sobresaltar al grado de que un grito salió de sus labios.




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