- Después de unas horas de viaje ya merezco un descanso
Dijo un hombre al bajar de su vehículo, había manejado varias horas, se encontraba exhausto y hambriento. Cerró su auto y se dirigió al pequeño restaurant que divisó. La marquesina decía: Restaurant Hidalgo, sin pensarlo mucho entró, pues un aroma delicioso que provenía de dentro lo convenció.
- Buenas tardes, disculpe pero qué rico huele, ¿es la especialidad de la casa ése platillo?
Preguntó aquel hombre sentándose en la barra, al lado de un anciano que degustaba un guiso, del cual provenía el exquisito aroma
- Buenas tardes, es asado, una de las especialidades de nuestro restaurant, en un momento le sirvo un plato
Contestó el hombre tras la barra dirigiéndose a la cocina del local.
- Gracias, muero de hambre
- Y esto está delicioso, le aseguro no ha probado nunca nada igual, yo vengo cada semana sin falta a comer aquí, es el único día que puedo bajar al pueblo. Pero verá le gustará tanto que volverá.
Le dijo el anciano sentado a su lado
- Aquí tiene, ¿y, de dónde viene si se puede saber?
Preguntó el hombre tras la barra, en su pecho portaba un gafete donde se alcanzaba a leer José Moncada, gerente. Él había colocado un plato de asado frente al forastero.
- Le agradezco. ¿Es tan evidente que no soy de aquí? Vengo de paso, voy a la ciudad a la exposición de floricultura, es mi pasatiempo si se puede decir, aunque en realidad soy psicólogo. La exposición es en unos días pero me tomé unas pequeñas vacaciones para disfrutarlas en la ciudad.
-Pues bienvenido y provecho, cualquier cosa estoy para servirle.
El gerente se retiró mientras el forastero comenzó a degustar el platillo que acababan de servirle y no pudo evitar comentarle al anciano
- Mmmm tiene usted toda la razón, esto está delicioso
- Se lo dije, está riquísimo y espere a probar los demás platillos, cada día es uno diferente.
Dijo el anciano mientras el forastero pensaba:
- Tal parece que no me escuchó que voy de paso
Y continuó comiendo, casi al terminar su platillo entró un hombre al restaurant, se notaba que estaba ebrio pues entró tambaleándose y caminó hasta llegar a una mesa al fondo del pequeño local mientras los comensales lo miraban en silencio.
- Vamos Abraham, ¿Otra vez tomado? Esto no es bueno para ti, debes aprender a olvidar
Dijo José al hombre ebrio que acababa de entrar, éste entrelazó las manos y las colocó sobre la mesa y con la cabeza baja respondió:
- Sírveme un plato del guiso, tengo hambre.
El forastero vio a aquél hombre de reojo y le pareció conocido, sólo que no recordaba dónde lo había visto.
- Que tristeza, él era un buen hombre, sano, trabajador, pero una mujer lo convirtió en lo que ahora ve
Comentó el anciano y el forastero le prestó atención
- Ella no era cualquier mujer, es quien creó los platillos tan ricos que estamos comiendo, no era mala persona tampoco, ellos se querían mucho, nadie sabe qué pasó, desde hace tres años ella se fue y ya no volvió, dejó a este pobre hombre buscándola y al no encontrarla se convirtió en el despojo que ve ahora.
Sin saber por qué el forastero tomó su plato y se dirigió a la mesa de aquél hombre solitario.
- Hola buenas tardes buen hombre ¿puedo acompañarlo?
- ¿Lo conozco?
- No, es sólo que no me gusta comer solo. No sé por qué pero usted me parece conocido.
El ebrio levantó el rostro, tenía un aspecto descuidado, barba larga, poco aseado, la piel quemada por el sol, sus ojos café oscuros de mirada triste y su cabello negro, a pesar de ello denotaba que no tenía más de treinta años, pero su apariencia descuidada lo hacía parecer mucho mayor.
- ¿Sabe? Yo dejé éste pueblo a los 5 años de edad, mis padres me enviaron con mis tíos, volví a los 20 y desde entonces no he abandonado este pueblo, la verdad dudo conocerlo amigo, aunque no sé para qué volví, así no la hubiera conocido mi vida sería diferente, si tan sólo no la hubiera querido, maldito ese día que fui a la biblioteca, no soy nada sin ella. ¨Una rosa pierde su belleza cuando se encuentra en las manos de una hermosa mujer¨, la frase que condenó mi vida
Un escalofrío recorrió el cuerpo del forastero al escuchar a aquél hombre, esto lo intrigó y quiso saber más de la historia del ebrio quien había guardado silencio.
- Señor, me llamo Gary, soy psicoterapeuta y me gustaría escucharlo, saber el porqué de su dolor, conozco a alguien que pasó por algo similar a usted, tal vez yo pueda ayudarlo.
- ¿Ayudarme? Nadie puede ayudarme, sólo deseo que ella vuelva y ser lo que antes era, quiero pedirle perdón, tenerla de nuevo, me estoy volviendo loco.
Y comenzó a llorar sin importarle que estaba ante un desconocido.
- Vamos Abraham, tranquilízate
Le dijo José mientras le servía un plato de asado
- Es cortesía de la casa, deja de llorar que todos los comensales te están mirando. Anda come, te sentirás mejor.