— ¿Qué planeabas hacer después de graduarte?
El vehículo reanudó su camino minutos después de la tan bizarra historia, que Alejandro afirmaba, era cierta. Carlos, Norma y el pequeño Alan lo escuchaban con atención, según Marlene, más de la que merecía. ¿Relojes que suenan como trompetas? Su relato lo decía todo, era uno más de aquellos freaks que, para su fastidio, parecían abundar más cada día. Personas raritas que se meten demasiado en relatos obsoletos y terminan creyendo cada ridícula palabra plasmada sobre las hojas. Igual, no podía decir que no vio a su primo ser convertido en un montón de sal horas atrás, específicamente por un maniquí viviente que no proyectaba sombra alguna. Quizás y sólo quizás, ese rarito tenía algo de razón en sus palabras, y si no, aprovechaba la gentileza e ignorancia de su tío para huir del mismo destino de la mayoría de las personas que se hallaban allí.
Conforme se metía más y más en la historia, que según él, aquel sexto sentido le contó en un breve momento de lucidez superior a todos, las cosas se ponían peores. Esas palabras que parecían dichas por alguien ajeno al estudiante; alguien ajeno al tiempo y a las leyes naturales que ahora se sabía no aplicaban para seres más allá de la comprensión. Desgarraban en el pecho de la joven, y le estrujaban el corazón, haciéndole sentir que se encogía y a su vez, la garganta se le cerraba, provocando que una lucha por respirar se librara en su sistema: miedo.
No quería seguir escuchando, no, lo que más le apetecía entonces era dormir, soñar, y despertar en cama, para luego sentir el inigualable alivio de acabada la pesadilla. Nunca podría hacerlo otra vez.
Al final de tanta palabrería, sólo una pequeña frase de todo lo dicho se le quedó en la mente, y estuvo dando vueltas sin parar: «Va a matarnos a todos». Ella no quería morir, no todavía, sus planes a futuro no podían venirse abajo por un infortunio como ése. ¡Seguramente había personas tratando de evitarlo! ¡Claro que sí! El ejército no tardaría, y sin dudas pondrían en su lugar a aquel extraterrestre o lo que fuera. Todo se resolvería y volvería a casa con sus padres para seguir con su amada rutina… ¿Pero por qué su tío Carlos seguía manejando, alejándose de la ciudad? Llevaban ya tres horas de viaje, desde que se detuvieron un momento a comprar comida en aquella tienda ya no hicieron alguna otra parada. Tenía unas terribles ganas de ir al baño, mas pensaba que si lo decía en voz alta sería ignorada, el silencio volvió a propagarse como un virus apenas volvieron a andar.
Harta se sumergió en su celular, mala idea, las noticias estaban repletas de aquel demoniaco ente, con ese caminar tan tranquilo, al mismo tiempo que despojaba de su fugas existencia a personas con sólo un toque. Decidió apagarlo con un gesto de espanto, lo guardó en su bolsillo sin que la idea de llamar a mamá o papá le pasara por el cerebro. Fue entonces que hizo aquella pregunta, que por cierto, tomó desprevenido al estudiante.
— ¿Por qué preguntas? —cuestionó, intrigado.
—Seguías estudiando, así que creo alguien te pagaba la carrera. ¿Por qué no has vuelto por tus padres o hermanos antes de venir acá?
—No lo hice porque quisiera—aclaró—. El sexto sentido fue el causante, casi fue como si éste hubiera movido mis piernas.
— ¿Y no estás asustado por lo que pueda pasarles con aquella cosa? ¿No te han marcado?
—Oh, lo estoy, y sí, me marcaron—enseñó su celular; diez llamadas perdidas—. ¿Les voy a explicar que vine junto a una familia desconocida luego de que aquella maldita cosa cayera del cielo? No, gracias—ironizó—… Siempre han sido muy cerrados conmigo. Igual, con estas llamadas sé que siguen allá, ya habrán escuchado la noticia y con suerte se largaron a otro lado. Vivo a las afueras de la ciudad, no creo que esa cosa los haya alcanzado todavía.
—Ah—asintió Marlene antes de tragar saliva—. Sobre lo que dijese hace rato… ¿Es verdad? —su voz se quebraba—. ¿De verdad va a matarnos?
—Fue lo que vi—ante la respuesta, el pequeño Alan soltó un bufido y su madre se apuró a arrullarlo para que no despertara—… Espero que no. Luego de graduarme quería trabajar en una escuela secundaria—finalizó.
Para cuando Marlene se dio cuenta, el auto se detuvo.