—Vamos, Eleine, no tengas miedo, estás a salvo aquí.
— ¿C-cómo no tener miedo? Si ellos están en todas partes, ellos nos hicieron esto.
Conversación entre Oliver (11) y Eleine (9) Mirianni.
—Necesito ir al baño.
Eleine hizo una mueca de desagrado desde la cocina, a pesar de que ya había hecho ese "trabajo" tres veces desde que el sujeto, apodado Caleb, despertó, seguía sin gustarle mucho.
Por eso debía hacer el extenso viaje hasta Woodstone City para buscar muletas y darle algo de independencia al hombre.
—Si me sacaras las esposas yo podría hacerlo solo.
La mirada azul de Caleb seguía siendo intrigante, parecía haber algo más que esa tranquilidad aparente, era un poco inquisitivo y calculador, o tal vez eran imaginaciones suyas.
— ¿Ya no te duele el cuerpo? —preguntó buscando en su bolsillo la llave.
—No, puedo moverme.
Oyó un quejido de molestia cuando Caleb intentó apoyar su codo libre en la cama para levantarse y sentarse.
Eleine se acercó, esos ojos inquisitivos le provocaron cosquillas en su piel a medida que introducía la llave para quitarle las esposas. Apenas vio su mano libre, Caleb movió su muñeca en círculos, después se sentó en la cama y con ambas manos jaló la pierna enyesada hasta moverla al borde y girarse.
Ella tomó su mano y lo ayudó a ponerse de pie, pesaba bastante por lo que perdió algo de su propio equilibrio al intentarlo. Al final, Caleb logró apoyar su peso en su pierna sana y quedarse de pie sin ayuda.
— ¿Ves? Puedo hacerlo sólo —dijo con una pequeña sonrisa, miraba hacia abajo, pequeños mechones de cabello negro caían hacia sus ojos.
—Ya lo veo, pero seguirás con ayuda hasta que consiga las muletas.
Puso un brazo alrededor de su espalda y lo ayudó a caminar, de forma lenta y de a pequeños saltos. Era inquietante lo bien que se sentía su calor corporal, la fuerza exigida en sus costillas para tomar aire, la forma en que se sostenía de ella. En el baño Eleine lo soltó, como cada vez, lo dejó para que hiciera el resto del trabajo por su cuenta mientras esperaba del otro lado de la puerta.
Al principio le había costado superar el miedo de tener un extraño en casa, la primera noche casi no pudo dormir, pero luego el miedo fue pasando, transformándose en una alerta que la mantenía al margen. El extraño era eso, un extraño, y en cuanto se recuperara del todo debía enviarlo de regreso al lugar de donde vino.
Aunque eso era algo difícil de lograr puesto que no tenía idea de dónde era Caleb, y el hecho de que hubiese perdido su memoria solo complicaba más las cosas, además de que para el mundo éste Caleb no existía.
— ¿Ya terminaste?
—Sí.
Repitió el mismo proceso de ayuda, pero esta vez, Caleb se detuvo pasos antes de llegar a la cama.
—No quiero sonar desagradecido, pero estoy cansado de estar tirado en la cama ¿Puedo estar tirado en otro lugar?
A ella casi se le escapa una risa al oír eso, y cuando lo miró a los ojos vio sinceridad real y cansancio. Caleb bien parecía una persona inofensiva con esa expresión tranquila en su rostro.
"Al margen" se repitió.
—Puedes ir a la sala.
—Eso sería fantástico.
También significaba más tiempo cerca de su calor, y de su cuerpo.
—Bien, ahora tendrás que quedarte aquí las próximas cuatro horas. —De la cocina trajo una bandeja con fruta y pan, la colocó junto a él en el sillón y luego le acercó el control remoto—. Tengo televisión por satélite aunque por esta zona la señal no llega muy bien, pero, creo que podrás encontrar algún canal transmitiendo.
Luego de verlo tomar el objeto negro, y comer con hambre una banana, Eleine se dirigió a su habitación para buscar su identificación, billetera y la bolsa con el acolchado sucio, tomó su cartera y al llegar a la puerta, miró a Caleb una última vez.
El azul calmo de sus ojos produjo un ligero calor en su pecho, y cuando las comisuras de sus labios se elevaron débilmente hacia arriba ella tragó saliva. El extraño era atractivo, de eso no tenía duda.
—Gracias —él dijo y luego mordió su fruta—. Ve con cuidado.
—No te muevas —fue todo lo que pudo decir.
Afuera inhaló profundo, como si el sujeto al verla a los ojos y sonreírle fuera capaz de quitarle el oxígeno.
"—Controla tus hormonas" se exigió mentalmente, porque al final esa era la razón de sus reacciones, había vivido alejada del sexo opuesto demasiado tiempo, el suficiente para tener reacciones de ese tipo.
Descendió por la montaña con cuidado de no tropezar, el terreno demasiado inclinado era un gran obstáculo para cualquier vehículo todo terreno, por lo que cualquier automóvil sólo llegaba hasta la mitad de la montaña y de ahí debía continuar a pie.
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Editado: 09.12.2018