— ¿Quién es esta bola de pelos?
—Tu nuevo hermano, Seth, salúdalo.
— ¿Por qué nunca lo he visto?
—Estuvo en enfermería durante los últimos años, te dije eso cuando eras más pequeño.
Conversación entre Wendy Anne Turner y su hijo Seth (4)
Lo que Eleine tenía entre sus manos era el tipo de información que ella solía recabar cuando trabajaba en Spokane, todo lo referido a esa mujer estaba en esos papeles, datos personales, fiscales, algunos legajos de escuelas, registros médicos, estado civil, todo estaba ahí.
Después de leer cada papel, Eleine llegó a una extraña conclusión, Patrick tenía esos documentos, podría ser un tipo acosador u obsesivo ¿sería correcto aparecer en la vida de esa mujer para darle la carta de un posible hombre acosador?
Eleine dudó, en su mano volvió a observar con detalle la fotografía, no había tensión ni en Amaia ni en Patrick, solo felicidad, pero eso podía ser una fachada... No estaba segura, y el sueño junto al cansancio le estaban haciendo pensar demasiadas cosas malas.
Bostezó, su reloj marcaba la una de la madrugada, revisó en el sobre y vio que le quedaba un último documento sin leer. Eran sus datos de residencia, bastante actuales, databan del año anterior, la mujer se había instalado junto a su hijo en una propiedad, en el centro de...
— ¡No puede ser!
“Paradise City”
—No, no, no... —murmuró en tono bajo, Caleb ya estaba dormido, pero ella no deseaba despertarlo gritando como loca— ¿Por qué justo ahí? ¿Por qué ahí?
Arrojó el papel sobre el sillón, cubrió su rostro con sus manos, todo deseo de ayudar se estaba esfumando lejos, cumplir con su tarea implicaba precisamente lo que había jurado nunca hacer.
Pisar territorio de lobos.
—Debe haber otra forma.
Le dolía la cabeza, y su cuerpo falto de energía le pedía algo de descanso, decidió dejar sus problemas para lidiar con ellos por la mañana. Volvió a guardar los papeles dentro del sobre y dejo este sobre la mesa central, se levantó para lavarse los dientes y apagar las luces, luego intentó acomodar su cuerpo en el estrecho espacio del sillón doble.
01:55 no podía lograr acomodarse para poder dormir, y cada vez que cerraba los ojos los sonidos de golpes y quejidos ahogados volvían para atormentarla, el miedo crecía en su interior, rogaba por que el león no estuviese muerto, eso sin duda no la dejaría vivir en paz. Por ahora era demasiado molesto y escalofriante revivir la paliza en su mente. Suspiró abriendo los ojos, la sala de estar estaba iluminada por la tenue luz de la luna, y el sonido del viento sobre los árboles por primera vez le pareció aterrador.
—Esto es demasiado.
Se levantó y despacio, casi en puntas de pie, se dirigió hasta su habitación, abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido. Caleb estaba hecho un ovillo sobre la cama de sábanas blancas, una hilera de almohadas pequeñas dividía el espacio.
«Por si decidía dormir en mi cama» pensó con una sonrisa asomando en su rostro.
Con lentitud avanzó, él estaba sobre las sábanas, vestido con una remera negra lisa de mangas cortas, ajustada a su pecho, junto con unos pantalones del mismo color, casi todo su guardarropa provenía de Tanya, o más bien, del hermano.
Eleine se acomodó debajo de las sábanas del otro lado de la barrera de almohadones, tenía ligeros temblores y no eran causados por el frío. Se dio vuelta, y para buscar ocuparse en otra cosa, ella aprovechó para observar su rostro.
El cabello negro se había alargado bastante desde que lo encontró, algo de barba oscurecía su mandíbula inferior, sus intrigantes ojos azules se ocultaban debajo de sus párpados, sus rasgos eran preciosos, mirarlo le calmaba el corazón agitado por el miedo.
Eleine lo observó por un largo tiempo, con el sonido del viento y la luz de la luna como fondo, recordó el beso y su mirada quedó en sus labios.
De pronto abrió sus ojos, ella contuvo el susto, Caleb parpadeó varias veces hasta que su enfoque quedó en Eleine. Sus pupilas abarcaban la mayor parte del color azul, la luna acariciando su rostro le hacía ver más tentador, Eleine tragó saliva, dejó de mirarlo con tanta atención para cerrar sus ojos e intentar conciliar el sueño.
—No puedes dormir —Caleb susurró— ¿Tienes miedo?
No quería admitirlo, quería volver a ser fuerte, pero al final, por más que lo intentara no podía.
—Sí.
Caleb parpadeó suave, su mirada cansada, casi lánguida, le atraía. Se levantó un poco en la cama y movió los almohadones hasta el borde.
—Descansa sobre mi pecho.
Una alerta apareció en su mente, ella dudó.
—Jamás te haría daño —aseguró—. Confía en mí, déjame alejar el miedo.
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Editado: 09.12.2018