— ¿Alguna novedad?
—Los pumas encontraron su rastro de olor en su territorio, pero la seña es más fuerte en Addy, Seth y una cuadrilla de rastreadores ya está en camino.
—Son excelentes noticias, justo lo que el clan está necesitando.
Conversación entre Derek Miller y uno de sus rastreadores.
Tenía sangre en sus manos, gotas rojas deslizándose por sus garras largas y negras, veía puntos rojos, su cerebro latía al ritmo de un corazón vacilante, un susurro ronco se hizo un eco en el espacio vacío, ojos amarillos captaron su mirada en el espejo, un grito sacudió sus cuerdas vocales y luego la nada misma surgió en sus ojos, de la luz a la oscuridad en tan solo segundos, una voz emergió del abismo de su mente...
—Estás infectado, pero no es tu culpa, haremos lo posible por salvarte.
Las palabras se repitieron mientras seguía inmóvil frente al espejo, sabía que no era real, porque la habitación no era la de Eleine, quiso despertar, ya no quería seguir viendo ese horrible reflejo.
—Cariño, no lo hagas...
— ¡No! ¡Soy un monstruo! ¡Déjame ir antes que me lleve una vida inocente!
Caleb despertó jadeando, sentía sus palmas doler, agitado se sentó en la cama, garras aparecieron de nuevo pinchando su piel, se fueron dejando puntos rojos. Asustado miró alrededor, la habitación estaba vacía. Escuchó agua correr, el sonido distante y lejano, supo que estaba de vuelta a la realidad. Su mente ahora estaba reducida a fragmentos y con una presencia extraña que abrazaba su cerebro como si fuese una sombra que lo cubría por completo.
Golpeó una almohada con fuerza, ahogando en su garganta el grito de impotencia que quería salir al aire. Respiró, centró su oído en el sonido del agua cayendo, salió de la cama y miró por la ventana, el cielo era un raro mosaico de blanco y azul, pero no dejaba caer agua.
Entonces el sonido era de la ducha, y Eleine estaba en el interior. Estuvo tentado a entrar para lavarse, pero prefirió esperar en la sala de estar.
Ella se veía con mayor energía, más relajada, con su cabello unido en largos mechones por la humedad, cayendo por su pecho sobre la chaqueta de jean azul.
—Hola Caleb, el baño está listo para que lo uses, luego debes desayunar antes de irnos.
Caleb asintió, el recuerdo del sueño aun en su mente, el secreto de su verdadera identidad era un constante punto que amenazaba con alejarlo, todo apuntaba a que sufriría un cambio inminente, Caleb no deseaba eso, no quería que Eleine lo viera con horror en esos ojos que le fascinaban tanto.
Para enfriar sus pensamientos tomó una ducha de agua caliente, procuró no tardar mucho, sólo necesitaba pensar, su vida había sido muy cómoda desde que despertó, a excepción del incidente del león, todo había sido calmo, sin ningún problema, hasta se acostumbró a la idea de que su memoria jamás regresaría y él estaba bien con eso, pues se dio cuenta de que la mujer que le salvó la vida era lo único que necesitaba.
Eleine era su todo.
Cerró la llave del agua y miró sus manos, comunes y normales, humanas, recordó las garras que salieron al abrir los ojos de ese sueño, el grito de su voz, la súplica de mujer, la orden... Eran matices vocales que le sonaban conocidos...
Negó, era un sueño y nada más, por ahora debía centrarse en que Eleine no lo viera transformado, aunque si lo pensaba bien, no tenía muchas formas de controlar esos pequeños cambios de su cuerpo.
El baño se cubrió de vapor, salió con cuidado y procuró de pisar la alfombra, el piso era resbaloso, se cubrió el cuerpo con una toalla y comenzó a secarse, vio el espejo con vapor y lo limpió con una mano, espantado retrocedió un paso, brillantes ojos ambarinos lo miraban de frente. Con fuerza cerró sus ojos, los restregó con sus dedos hasta que dolieron y la desesperación se apoderó de sus sentidos, al abrirlos, esperó a que todo se aclarara, el azul regresó.
— ¿Qué es lo que soy? —preguntó sintiéndose un extraño, un monstruo, y tal vez eso era.
Tenía algo en su interior que quería salir a la luz, y arruinar la vida que el destino le concedió, que ella le dio.
Caleb terminó de secarse y vestirse, luego salió dispuesto a ir a la cocina para tomar unas galletas, no tenía mucha hambre, no después de todo lo que estaba pasando con él, con su mente y cuerpo, todo se escapaba a su control.
— ¿No vas a desayunar? —preguntó Eleine al verlo tomar su abrigo.
—No tengo hambre, con un par de galletas me basta, ¿estás lista?
—Sí, eso creo.
Eleine puso el sobre con los documentos y la carta en su bolso, tomó las llaves y le dio un contenedor de plástico con el resto de las galletas, con una mirada nerviosa le indicó que saliera, ella echó llave y miró al exterior el sol casi estaba en lo más alto, el tiempo llegaba casi al mediodía, la brisa era suave y tibia, una caricia tenue sobre su piel. En silencio descendieron cuesta abajo, Caleb notó que Eleine retrasaba un poco sus pasos, estaba insegura, pero al final ambos llegaron hacia donde dejaba el vehículo estacionado y se subieron.
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Editado: 09.12.2018