—Alfa...
—Logan te he dicho mil veces que no me llames así.
—Lo siento, es una costumbre, pero tengo noticias, lo encontraron, Seth lo llevará a su casa.
—Oh, gracias al cielo, por fin, buenas noticias.
Conversación entre Derek Miller y Logan Hale.
— ¿Esta es mi casa? —Caleb preguntó al ingresar.
Estaba confundido, somnoliento y a cada paso que daba parecía que el suelo lo haría caer, las sensaciones le fallaban y el pulso de su corazón no había desistido en su ritmo desde que Seth lo despertó.
El interior era grande, luminoso y extraño, todo hecho en madera que irradiaba un color anaranjado claro por las lámparas en el techo, había en el centro un enorme tronco de árbol que sobresalía de la pared, rodeado por asientos blancos que se amoldaban a él como si fueran parte, Caleb se mantuvo en la puerta, sus ojos abarcando todo, su hogar era tan deslumbrante como insulso. Sintió un escalofrío, no podía imaginar todo lo que esas paredes podrían haber visto.
—Así es, este es tu nido. —Seth lo empujó al entrar y cerró la puerta, se quedó cruzado de brazos junto a él.
— ¿Nido? —Caleb lo miró de reojo.
—Es un término que usamos en el clan.
Caleb se atrevió a dar un paso, a recorrer los tramos del lugar que una vez fue suyo.
—Los lobos pretenden ser pájaros.
Seth rió detrás de él.
—No, por supuesto que no, de verdad estás muy trastornado.
Se detuvo frente a una chimenea hecha de piedra natural, sobre una saliente de la estructura estaban acomodados varios cuadros con fotografías.
—Un nido se le llama a las casas que ocupan los solteros —Seth continuó, su tono de voz cálido y alegre, el tipo parecía uno de esos seres amables y amistosos—. Cuando encuentran a su pareja se les llama guarida.
—Entonces, yo estaba soltero —concluyó tomando entre sus manos uno de los cuadros.
—No exactamente, tenías a un par de chicas tras de ti, en especial a una, Raven Hale ¿la recuerdas?
Caleb ya no prestó atención a lo que Seth decía, la imagen era exacta, la mujer en ella de alguna forma le parecía cercana, era más que una conocida, tenía el cabello largo y negro, una amplia sonrisa y unos ojos tan claros como los suyos, en sus brazos sostenía a un bebé, a sus pies otro niño un poco más grande se aferraba a su pierna.
—Era una madre terriblemente protectora —Dijo Seth en voz baja, evocando un recuerdo en palabras—. Sobre todo contigo.
—Era... —Caleb repitió, aún inmerso en la imagen que le provocaba una sensación de angustia—. ¿Qué le pasó?
—Murió cuando tenías ocho años. —La respuesta de Seth lo tomó por sorpresa, un par de lágrimas se derramaron, aquella mujer era su madre y ya no la recordaba—. Intentaba salvarte de un humano extremista.
El recuerdo vino a su mente sin siquiera llamarlo.
“— ¡Mírelo! ¡Es un animal! —una ronca voz gritaba con fuerza.
— ¡Es mi hijo! —clamaba una voz de mujer, desesperada, con angustia”
Su sueño, el que tuvo después de despertar en casa de Eleine, ahora le parecía real, demasiado.
Caleb se quejó por la dolorosa punzada en su sien derecha, se llevó una mano a la cabeza e intentó mitigarlo, su respiración se agitó de pronto.
— ¿Por qué? —exigió.
Hubo un silencio, Seth le quitó el cuadro y lo miró por unos momentos.
—Entonces sí es serio —dijo como un pensamiento, luego lo miró a los ojos—. Nunca pudiste olvidarlo, siempre soñabas con ella.
— ¿Quieres decirlo de una vez? —Insistió con voz cortada, un nudo en su pecho, emoción en sus ojos y la impotencia marcada a fuego por no poder recordar a aquella que lo trajo al mundo.
—Te escapaste por octava vez, los niños del clan te molestaron y te fuiste. No sé cómo, pero llegaste a la ciudad y te sentiste desorientado, te metiste en el patio trasero de una familia y trataste de pedirles ayuda a los niños humanos que allí jugaban. Mamá y los tíos siguieron tu rastro, se dividieron, pero ella logró llegar en el momento en que el dueño de casa intentaba dispararte. Todo fue un malentendido, pero los humanos cuando temen sólo ven lo que quieren ver.
— ¿Qué pasó? —preguntó en un temblor.
—Mamá te cubrió en su abrazo, los rastreadores del clan llegaron al lugar y provocaron más miedo, el hombre disparó para proteger a sus hijos y una de sus balas le dio a ella.
Sus ojos se sentían pesados, su mente cansada intentaba llegar a sus recuerdos con la intención de encontrar a su madre ahí, en el abismo que le quitaba toda su existencia. Era una tarea inútil.
— ¿Por qué dices que era un extremista? —su pregunta sonó lejana, Caleb todavía sentía el frío recorrer su cuerpo mientras asimilaba la información.
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Editado: 09.12.2018