—Quiero que investiguen donde vive, confisquen todos los papeles y archivos relacionados a nosotros.
— ¿Qué pasará con ella? Hemos oído que es la chica del ataque.
—Intentaré no hacerle daño, pero tiene que aprender que meterse con el clan Moon Fighters no es algo de lo que se sale impune.
Conversación entre Derek Miller y sus rastreadores.
No sabía cuánto tiempo llevaba despierta, pero podía adivinar que era el suficiente para comprobar cómo el dolor en su nuca disminuía lentamente.
Lo más increíble de todo era que no sentía miedo, nada, porque la preocupación eclipsaba a todo lo demás. Necesitaba saber sobre Oliver.
—Esto es mi culpa.
Se movió desde la esquina en la que estaba sentada, el lugar tenía una mesa de metal con dos sillas de plástico, las paredes como el piso eran de un tono gris uniforme, era el perfecto ejemplo de una celda, y Eleine era su prisionera. No tardó mucho en sacar sus conclusiones, los lobos estaban tras el ataque y su captura.
— ¡Déjenme ir! —rogó en voz alta, sabía que detrás de la única forma de ingresar y salir de la celda, dos hombres mantenían guardia.
Lobos, estaba rodeada por esas bolas de pelos desgraciadas, y no sentía nada parecido al miedo paralizante, eso podía contar como una victoria propia, pero en la condición en la que estaba no debía permitir festejar si no sabía qué demonios querían de ella.
Eleine estiro sus piernas, apoyó la espalda contra la pared, sus ojos fueron a la única cámara de vigilancia que la observaba en todo momento, sintió frío, el lugar no tenía calefacción. Su vida estaba deslizando bajo el cuchillo, o para aclarar, bajo los colmillos del clan Moon Fighter, si Oliver y Tanya pudieran verla ahora plantarían un enorme cartel frente a ella diciendo “te lo dije” sintió ganas de llorar, extrañaba a su hermano, y el hecho de no saber qué había sido de él le hacía sentir terrible, todo era su culpa.
—Merezco esto.
Su orgullo dolía en lo profundo, Eleine vio las siluetas de los guardias a través de la ventanilla con barrotes de hierro. En ese momento no tenía control de nada, toda su fuerza quedó reducida a lo que en verdad era, una simple mujer humana prisionera de un clan de cambiantes que un abrir y cerrar de ojos podrían borrar su existencia.
Ella podía morir ahí mismo y nadie sabría donde irían a parar sus huesos, esa era la reputación que mantenían los lobos, por eso lograron el control sobre un territorio tan extenso, infundían temor por su política de no tener compasión hacia los transgresores.
Y Eleine no era para nada inocente, ni siquiera su condición de mujer serviría para aplacar la furia de esos animales.
Flexionó sus piernas, y las rodeó con sus brazos, acercándolas a su pecho para reducir lo más posible su figura, quería ser invisible, desaparecer, no por miedo a morir, pues ya estaba más que muerta, solo tenía que esperar a su ejecución, lo único que quería era que la culpa alejara el dolor en su pecho.
Era probable que Oliver estuviera prisionero como ella, también Will del que no logró saber nada, hasta Tanya estaba en peligro porque sabía demasiado.
Eleine se metió sola por ser obstinada, al final todos decían la verdad, y ahora lo que más le importaba peligraba por sus decisiones impulsivas. Soltó un par de lágrimas, quería ser fuerte pero el dolor era demasiado, emitió un sollozo casi silencioso, y ni siquiera eso fue suficiente para traerle un poco de alivio.
—Señorita Mirianni —habló uno de los guardias—. Tiene visita.
¿Oliver? La esperanza creció en su corazón, alzó la mirada hacia la puerta y esperó hasta que se abriera. Su corazón dio un vuelco cuando vio a ese par de ojos azules, la puerta se cerró tras él, se quedó muy quieto, respirando con prisa, observándola, no esperaba verlo a pesar de que sabía que estaba cerca.
—Eleine —dijo, su voz suave como la pared que la sostenía.
Eleine dejó de mirar sus ojos, volvió a hundirse en su miseria y se hizo más pequeña contra la esquina. Si lo miraba de nuevo era probable que su control se quiebre, pues en ese momento, más que nunca, necesitaba de su abrazo, de su aliento, de él, y el orgullo aún se mantenía latente en ella, así como la culpa al recordar la última vez que lo había visto.
Para darse un poco de crédito, se sintió herida por su mentira, pero lo hizo para que no le abandonara y a medida que el tiempo pasó ella pudo recapacitar, al final, el hombre tenía un justificativo válido teniendo en cuenta su reacción.
—Mírame, por favor.
—Shane —dijo y le costó mucho no mencionar el otro nombre—. No te acerques.
Sus palabras traicionaban a su corazón, ella de verdad lo necesitaba, nunca pensó que podía extrañar tanto a alguien.
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Editado: 09.12.2018