Sálvame y te salvaré

18. Sentimientos mutuos y escondidos

Aiden abrió los ojos y la luz de la habitación le cegó por un momento. No tardó en acostumbrarse ya que no llevaba tanto con los ojos cerrados, tal vez unas cuatro horas. 

No recordaba mucho de lo que había pasado pero sí recordaba perfectamente como Grace se desmayaba ante sus ojos y la impotencia que sintió en esos momento al no poder hacer nada para ayudarla, ya que, irónicamente, era ella quien le ayudaba a él. 

Recordaba vagamente como había podido acabar en su jardín y, aunque no creía mucho en el destino, pensó que tal vez, solo tal vez, tenía algo que ver en eso. 

Su cabeza le dolía un poco pero nada que no pudiera aguantar pero no podía decir lo mismo de sus costillas. Resulta que sí se las había roto por el sobreesfuerzo que había hecho y casí le perfora un pulmón. Pero eso no pasó ya que llegaron a tiempo al hospital y gracias a que los doctores le habían tratado estupendamente bien en casa de Anne. 

El chico inspeccionó la habitación, ya que había llegado inconsciente por todo el dolor que sentía, y vio como una pequeña rubia descansaba sobre el sillón. 

Alexandra estaba durmiendo profundamente a pesar de que eran las tres de la tarde. 

Él, sin querer despertarla, se incorporó un poco pero un dolor punzante se instaló en sus costillas así que tomó la buena decisión de volver a tumbarse. 

Como no tenía nada que hacer ya que su amiga estaba durmiendo, empezó a jugar con el móvil. Pero eso duró poco ya que una mujer que reconoció como su madre entró en la habitación con dos cafés y dos bolsas de papel en la mano. 

Se acercó a su hijo y le dio un beso en la frente, justo después de dejar lo que traía encima de la mesita.

-¿Cómo estás?-su voz sonó preocupada y eso arrancó una sonrisa triste a su hijo.

-Estoy bien má-el chico agarró la mano de su madre y plantó un beso en la palma-. No tienes que preocuparte.

Emma respiró profundamente pero le fui imposible controlarse ya que la vena de su cuello ya se había hinchado lo suficiente como para no poder echar hacia atrás.

-¡¿Qué no me preocupe?!-la mujer elevó las manos hacia el techo de la habitación y empezó a dar vueltas por toda la estancia mientras soltaba palabras que los niños no debían oír.

-Mamá...

-¡De mamá nada!-se giró en dirección al chico y posó sus dos manos a cada lado de su cadera-. ¿Tú tienes idea de lo preocupada que me tenías? ¡Ni siquiera pude ir a verte mientras estabas en casa de Grace!

La mención de ese nombre arrancó una sonrisa en la cara de Aiden y eso enfureció más a su madre, aunque el hecho de ver a su hijo feliz inevitablemente hacía que ella también estuviese feliz.

-Te tiene tonto esa chica.

Emma se sentó en el borde de la cama de su hijo mientras veía como Aiden asentía con la cabeza.

-Aun no me reconoce-habló él sintiéndose un poco decaído. 

-Lo hará-la voz de Alex llamó la atención de los dos y sus cabezas giraron en dirección de la chica.

Ella estaba ahora sentada correctamente y se subía las gafas cada dos por tres. 

Su inseguridad la intentaba esconder detrás de aquellos anteojos, la inseguridad de perder a su amigo por una chica era algo que últimamente sentía mucho. Pero no podía hacer que Aiden no fuese feliz, aunque fuera con Grace.

-Sé que lo hará-informó Aiden-. Pero quiero que lo haga ya.

Aiden llevaba desde que Grace despertó pidiendo lo mismo una y otra vez sin saber que su deseo se había hecho realidad unas horas atrás y que detrás de él, al otro lado de la pared, se encontraba la que pronto entraría por la puerta de su habitación de hospital.

Grace llevaba despierta un par de horas y tuvo que hacerse unos exámenes por el dolor de cabeza. Por suerte, los resultados fueron positivos y los médicos le dijeron que el dolor era porque poco a poco estaba recuperando la memoria perdida y eso solo corroboró el hecho de que lo que Grace vio en esas bolas de cristal eran, nada más y nada menos que, los recuerdos perdidos.

Ella por fin podía recordar a Aiden y se setía culpable por no haberlo hecho hasta ese momento. 

La sensación cálida, que se había instalado en su cuerpo desde que había despertado de esa escena en la que recordaba una y otra vez los días que Aiden se paró en su puerta, la había envuelto por completo y le gustaba. Ahora solo tenía ganas de salir de esa habitación de hospital e ir a verle.

Pero de momento no podía.

-¿Cómo estás?-Blake pasó a la habitación de Grace con unos Donuts en la mano derecha y un Colacao en la izquierda-. Traigo munición de parte de Anne-anunció mientras levantaba las bolsas de papel en dirección a la chica. 

Ella sonrió y no tardó en abrir la botella y dar un largo trago. 

-Grace Blake, eres un cielo. 

El chico se encongió de hombros y se sentó en la silla delante de la chica. 



#12015 en Joven Adulto

En el texto hay: amor, liberacion

Editado: 22.05.2019

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