Sálvame y te salvaré

22. Miserable

El silencio en la sala era ensordecedor. 

Todo el mundo ve este momento en películas o en series pero nunca creen que puedan formar parte de ello alguna vez en la vida. 

Todos estaban sentados y el juez ojeaba la sentencia. Las pruebas presentadas eran claras y las declaraciones Maxwell y Michael eran iguales, por lo tanto no necesitaban una tercera declaración por parte de Brad ya que sus dos cómplices le habían mencionado, aparte de que la habitación en la que habían encerrado a Aiden era propiedad suya y sus huellas estaban presentes. 

La estancia de Aiden por el hospital también había sido de ayuda para corroborar con la historia, incluidos los moratones y la droga encontrada en la sangre.

Todo estaba claro, los tres se habían aliado para hacer daño a Aiden, eso lo sabía. Lo que no sabía nadie era por qué, pues cada uno tenía un motivo diferende y desconocido. 

El juez picó con el martillo encima de la mesa un par de veces para anunciar las sentencias y todo el mundo puso sus ojos sobre él. 

-Por los cargos de secuestro premeditado, agresión y posesión de drogas siendo estas utilizadas para el obligado consumo hacia una persona ajena a su persona, le condeno, señor Michael Anderson a una pena de cuatro años de cárcel sin posibilidad de reducción y con una fianza de veinte mil.

Michael, que sabía que el momento era inevitable, simplemente asintió y tomo asiento.

A su lado se encontraba Maxwell. El chico temblaba como un flan.

-Por los cargos de secuestro premeditado, agresión y posesión de drogas siendo estas utilizadas para el obligado consumo hacia una persona ajena a su persona, le condeno, señor Maxwell Tomlison, a una pena de dos años de cárcel sin posibilidad de reducción por haberse declarado culpable  y con una fianza de diez mil. Y, por último, por los cargos de secuestro premeditado, agresión y posesión de drogas siendo estas utilizadas para el obligado consumo hacia una persona ajena a su persona, le condeno, señor Brad Bell, a una pena de cuatro años de cárcel sin posibilidad de reducción y con una fianza de veinte mil.

Los dos últimos susodichos tomaron asiento. El primero, Max, lloraba en silencio sabiendo lo que le esperaría en la cárcel si sus padres no hacían todo lo posible por pagar la fianza. En cambio, el segundo, Brad, seguía con su semblante serio, como si todo lo tuviese bajo control. 

Aiden y su madre se levantaron a la vez y se fundieron en un abrazo familiar. La mujer ya podía respirar con tranquilidad sabiendo que su hijo estaba a salvo. En cambio, el chico sabía que Brad pagaría su fianza sin problemas y que posiblemente le esperaba otra paliza, mínimo. 

[...]

Eran las cinco de la tarde cuando Grace salía de su casa, esta vez sola, para ir a su cita con el psicólogo. 

En su mano llevaba un simple papel con un escrito corto con letra cursiva. Estaba contenta por haberse dado cuenta de tantas cosas en tan poco tiempo. Lo cierto era que su felicidad, ahora mismo, estaba siendo ocupada por ese chico que había decidido hacer algo para sacarla de su casa aun teniendo ella ese aspecto. No sabía si era bueno, malo o ninguna de las dos opciones, pero de momento estaba contenta sabiendo que poco a poco, y con la ayuda de ese sentimiento cálido que se instalaba en su interior al ver a Aiden, estaba centrando su vida en algo más. 

Abrió la puerta del edificio y subió al primer piso donde Greg tenía la consulta. Picó dos veces y esucuchó un fuerte ''pase'' así que empujó la puerta con suavidad y la cerró a su paso. 

Levantó la vista y se encontró con el señor Greg sentado en su sofá tomando un té.

-¿Te apetece?-le preguntó a la chica al verla y reconocerla.

Grace asintió y caminó hasta sentarse en el sofá que había delante del de su psicólogo. Con cuidado levantó la otra taza que había encima de la mesita y se la llevó a los labios.

Quemaba.

-Ah sí, lo olvidaba-habló Greg-, quema.

La chica entrecerró los ojos en su dirección y sonrió después de dejar la taza otra vez sobre la mesa.

-¿Qué tal estás?

La pregunta ya era una rutina y para Grace contestarla con total libertad se había vuelto algo extremadamente sencillo. 

-Estoy verdaderamente bien-contestó ella mientras se acomodaba en el sofá-. El novio de mi tía ha tenido un accidente de coche.

-¿Eso te produce algún tipo de felicidad?-preguntó él mientras levantaba una ceja, dando a entender que no entendía del todo por qué eso hacía que su paciente estuviese ''verdaderamente bien''.

Grace abrió los ojos al darse cuenta de como habían sonado esas dos frases juntos y negó repentinamente con la cabeza.

-Por supuesto que no, simplemente quería compartirlo. Lo cierto es que me siento algo culpable por ello.

-¿Qué fue lo que pasó?

-Tuvimos una pequeña discusión momentos antes y poco después de que él se fuese llamaron a mi tía-explicó ella pacientemente. 

-¿Se encuentra bien?-preguntó Greg más por preocupación que por ser un buen psicólogo.



#12014 en Joven Adulto

En el texto hay: amor, liberacion

Editado: 22.05.2019

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