Los días desde el accidente habían pasado muy lentos. Intentaba recuperarse por la pérdida de su hermana y de su sobrino, y ahora mismo rezaba por no perder a su sobrina también. Se sentía sola, estaba sola. La familia de Charlie nunca había sido cercana a su familia y eso hizo que solo compartieran el entierro.
Tuvo que llevarlo todo sola y ahora frecuentaba a una profesional de la psicología.
Siempre prometió a Helen que si algo les pasaba a ellos, ella velaría y cuidaría a sus hijos, pero nunca pensó que ese día llegaría tan pronto. El 17 de enero Anne se encontraba trabajando cuando esa llamada hizo que tuviese que dejarlo todo e irse.
La convivencia con Grace esos días había sido difícil. Ella no salía de la habitación y su tía se paraba cada mañana, antes y después del trabajo, delante de su puerta y le hablaba. No encontraba la manera de sacarla de ahí, de conectar con ella. Antes de la tragedia, Leslie era una chica alegre, abierta y sonreía a todas horas. Pero Grace... Grace, había apartado a Leslie completamente.
La visitó durante días a casa de Helen pero dejó de hacerlo, o eso creyó Grace.
Anne iba todos los días a ver si algo había cambiado, si ella había decidido abrir alguna cortina. Pero nada cambiaba, ella ni siquiera asomaba la cabeza.
Hasta ese día.
Ver a aquel chico sentado delante de la puerta de casa, hablando, supuestamente con ella, hizo que un atisbo de esperanza naciera en Anne.
Uno que murió en cuanto le dieron la noticia de que su sobrina estaba en coma.
[...]
5 de Abril
Ya era Abril.
Grace llevaba un mes en coma y su tía aun seguía con la esperanza de que ella despertaría.
Esa mañana Anne había decidido tomarse un día en su trabajo. Simplemente dijo que estaba enferma y que mañana iría sin falta. Estaba demasiado exhausta por toda la situación, aunque no tenía ni idea de que la situación iba a mejorar considerablemente.
Cogió una manzana roja y le dio un mordisco antes de encendre su móvil y revisar el e-mail, era cierto que hoy no iba a trabajar, pero no podía pasar ni un segundo sin saber lo que pasaba en la empresa.
Anne era la directora de una sede que formaba parte de la multinacional que había llevado Helen y Charlie. Era una sede, un gran edificio, en medio de la avenida más importante de la ciudad, ahí donde todo los turistas iban cuando visitaban el país. Ahora la principal dirección de la multinacional estaba en manos del subdirector ya que en los papeles de la multinacional decía que si les pasaba algo a los co-directores, la empresa pasaría a ser de Grace y Evan, es decir, todo el capital. Pero, en caso de que el subdirector lo quisiese, él podría seguir llevando la multinacional con la condición de darle la parte correspondiente a los dos hermanos, es decir, la mayor parte.
Ahora mismo el director de toda la multinacional era Spencer, el antiguo subdirector, el que siempre fue la mano derecha de los dos fallecidos. Al tener tanta cercanía con el caso de Grace, cuando Anne lo necesitaba le daba unos días de tregua.
La multinacional se extedía por gran parte de Europa, de Asia y de América. Tenía un total de 1.578 sedes alrededor del mundo y unos noventa y seis mil empleados. El capital total al año podía ascender a varios millones, siendo esta una de las multinacionales más importantes y conocida mundialmente, ascendiendo a un total de dos cientos treinta y cinco mil millones desde su nacimiento.
Se podía decir que Grace era la adolescente más rica del mundo.
Anne siguió revisando el e-mail hasta dar con uno de hace unos meses. Los billetes a París la miraban como burlándose de ella. Ojalá no hubiesen encontrado nada disponible, ojalá hubiesen ido a Brasil.
La mujer eliminó el mensaje con lágrimas en los ojos y sintiendo que el mundo se le venía encima. ¿Cuando se iba a ir esta sensación de soledad que le había invadido desde la muerte de su hermana? Esa era una de las preguntas que siempre le preguntaba a su psicóloga.
Sentada en el taburete de la cocina se limpió las lágrimas que habían descendido sobre sus mejillas y continuó viendo sus e-mails hasta que una llamada entrante hizo que se sobresaltara.
Lo cogió de inmediato al ver que provenía del hospital.
-Buenos días señorita Sprouse, soy Cindy del hospital donde se encuentra su sobrina Grace-la voz de la chica del teléfono sonaba alegre y risueña.
-Sí, dime Cindy-colocó el móvil entre su hombro derecho y su cabeza y encendió un cigarro. Un hábito que había jurado dejar, pero que le resultaba imposible-. ¿Grace está bien?-su voz sonó preocupada después de explusar el humo por la boca.
Las llamadas del hospital siempre le habían puesto los pelos de punta y esta vez no era menos.
-Grace está de maravilla-soltó un grito de felicidad que no pudo contener-. Tu sobrina acaba de despertar, deberías venir.
Anne había dejado de respirar desde la palabra despertar. El corazón se le había parado y las piernas le temblaban de la emoción. El siguiente minuto fue silencio hasta que la mujer pudo hablar.