Al otro día amanecí casi muerto. La alarma de mi móvil sonó alrededor de cinco veces, no pude ni despertar. Cuando abrí los ojos, los pajaritos ya habían dejado de cantar. Mi casa estaba en silencio.
<<¿ Estaré vivo?>> Pensé observando todo a mi alrededor.
<< Levantate...>> Escuché una voz en mi interior.
- ¿Toda la vida va a hacer así? - Me hablé en voz alta o le hablé a mi consciencia, en voz alta.
No esperé su respuesta. Sin embargo, le hice caso. No por él, sino por mí. Mis piernas me lo pedían.
Ingresé al comedor y al observar el reloj de pared eran las 16 hs. En diez minutos entraría mi madre por la puerta y posiblemente debería preparar alguna mentira para que no descubra que durante dos días consecutivos no fui a la facultad.
Después de ir al baño y corroborar que mi rostro volvía a la normalidad poco a poco, me cambié como si hubiese salido hacía la facultad muy temprano. Inclusive, acomodé una campera en la cocina y tiré la mochila sobre una silla.
<< Pareces un profesional, podrías armar escenas de crímenes>> Me dijo mi subconsciente y sonreí cruzado de brazos observando lo que había hecho.
No me demoré mucho en poner la pava y preparar unas tostadas para que mi madre meriende, antes de que continúe con su gira laboral. Sin embargo, casi después de colocar la tostadora sobre la hornalla, escuché las llaves que ingresaban en la cerradura y posteriormente, el picaporte que giraba. Una leve brisa sentí cuando abrió la puerta. Eso no era para nada imposible, ya que nuestro hogar era, mejor dicho sigue siendo demasiado pequeño, aunque lo justo para ella y para mi.
- Hijo, que temprano. - Me saludó con un beso por detrás, mientras acomodaba los panes.
- Hola má. Sí. Salí antes de la universidad y... -
- Decía, que temprano que volviste anoche y que tarde te habrás levantado hoy. -
No supe que decir, abrí mis ojos y por unos instantes tuve el pan la mano, entre el trayecto de ponerlo o no en la tostadora.
<< Al final, no eras tan bueno plantando pruebas>> Me dije o me dijo.
- No, ma. Hoy fui a la facultad. -
- Hijo, no mientas. Entré y salí de esta casa, por lo menos cuatro veces durante este día porque es jueves y los jueves debo llevar demasiados materiales a varios lados, y en todo momento vos estuviste roncando. -
¿Qué podía decir? Nada, ella es tan sabia. Sólo me reí.
- ¿No tenes ganas de meditar un poco, teniendo en cuenta que ayer tuviste un día duro en la facultad? - Se fue hacia el living, que era el comedor y casi que la cocina, el lugar dónde ella daba algunas clases. Un poco mi cuarto y casi el de ella.
- ¿Te parece? - Le cuestioné.
- ¿No sentís que estás estresado? -
<< ¡Contale la verdad, ya está. Tarde o temprano tiene que saberlo! >>
- ¡Sh! ¡Callate! - Me susurré, enojado.
- ¿ Qué? - Me preguntó mi madre, acomodando las colchonetas.
- No, nada má...-
<<Tenés que hacerme acordar que no estamos sólo vos y yo>> Pensé.
<< Yo tampoco me dí cuenta. Sorry, culpa mía>>
- ... quise decirte, que ya hice la merienda ¿ Te parece meditar ahora? -
- Siempre es buen momento hijo, vení. - Golpeó la colchoneta contigua a ella.
Yo resoplé, un poco más suave que la anterior vez que había hablado, y apagué todo para ponerme a su lado.
- Bueno hijo, ponete en posición. -
Colocó sus manos sobre sus rodillas, con sus piernas entre lazadas. Yo la imité. Cerró los ojos, y la volví a imitar.
- Ahora quiero que pienses una cascada, tal vez el sonido de algún pájaro, el ruido de las copas de los arboles que lo producen por la leve brisa de un bosque tupido... -
<< Decile la verdad>>
<< No es momento>>
- ... Quiero que tomes una gran bocanada de aire y que cuentes hasta cuatro y luego, lentamente, expulses el aire. Lenta y suavemente. - Indicaba, con una voz tranquilizadora, sólo producto de una profesora de yoga.
Sí. Nora, mi madre, no sólo es profesora de yoga tradicional, sino también tradicional, Yoga budista, Yoga chino, Reiki y un sin fin de disciplinas relajantes, que ya perdí la cuenta y los nombres.
Era mi madre y como buen hijo, hice todo como corresponde. Debo admitirlo, no podía pensar en otra cosa que Niki y SSE.
<< ¡Decile! >> Mi subconsciente no colaboraba en este proceso de relajación.
<< No>>
<< Cagón>>
<< Vos también>> Le respondí, sonriendo un poco.
Por suerte, terminamos. Nos sentamos a merendar.
- Hijo, ¿Cómo te fue ayer? -
- Bien, ma. Todo bien, creo que me fue bien. -
- Que bueno. Me alegro que seas así, hijo. Ante todos los problemas que tenemos, sos lo mejor que me puede pasar. - Lo dijo titubeando, con un poco de lágrimas en sus ojos que se le dificultaba controlar.