La llovizna que caía aquella mañana era ligera y suave, un pequeño regalo en aquel verano tan caluroso y lleno de complicaciones para la capitán de policía Yuu, aunque aquella ruta no era la de costumbre el aviso de varios residentes de ver un chico raro que al amanecer se dirigía al cementerio y la posibilidad de recorrer aquella hermosa ruta junto al mar le habían hecho decidir verificar aquello. La figura que observó después de girar para tomar la última cuesta antes de entrar en el antiguo cementerio era simplemente tan ecléctica que no pudo darle crédito a sus ojos en primera instancia; Era un muchacho no mayor a quince años calzado con botas vaqueras de espuelas brillantes, con un pantalón negro de bota ancha y adornos dorados a los costados, una camisa blanca de manga larga con ribetes en el cuello, en su mano derecha un estuche de guitarra y a sus espaldas una guitarra negro azabache, su rosto daba clara cuenta que no era de Japón, su pelo largo y ensortijado no permitía mirar sus ojos, pero para ella era claro que era el mismo sujeto sobre el cual había estado recibiendo circulares de todo Japón.
Encendió las luces de la patrulla y aparco junto al camino, y con la misma agilidad de siempre tomo el sombrero del asiento saliendo del vehículo para hacerle frente a la llovizna matutina y a este personaje. Para ella era cada vez más frecuente encontrar prófugos en aquella provincia retirada de las vías principales del país, su cercanía al mar y lo aislado del lugar lo hacían un destino bastante apetecido para las personas que deseaban salir del país de forma ilegal, pero aquella vez ella sabía que no era un prófugo común y corriente. Los avisos que había estado recibiendo vía fax y E-mail de capitanes de policía de todo Japón eran por demás extraños, normalmente las comunicaciones inter departamentales eran escuetas y al grano pero ahora se habían convertido en algo inverosímil, todas hablaban de un muchacho con vestimenta extraña que de una u otra forma había estado en el lugar y hora equivocados, los reportes hablaban desde gatos perdidos a detener intentos de violaciones y en los últimos días incluso había ayudado a víctimas de los yakusas a escapar y solicitar ayuda policial, en realidad en los últimos seis meses se había convertido en una pequeña celebridad en el gremio policial de Japón o más bien en un mito urbano que siguió creciendo y haciéndose cada vez más fuerte “samurái cosplay”, de cualquier manera los oficiales que habían tenido contacto con él solicitaban a sus colegas estar atentos a sus movimientos.
Al salir del vehículo el muchacho ya se había detenido debajo de un frondoso árbol de cerezo, de su cabello escurrían las últimas gotas de llovizna, y en su rostro se dibujaba una sonrisa que a ella le pareció una mueca. Era un muchacho alto, atlético, bastante bronceado, de ojos cálidos y sonrisa triste, pero eso a la capitán poco le importó, ella sabía que donde estuviera este muchacho habían problemas y lo último que ella necesitaba eran problemas especialmente con los últimos acontecimientos para la familia Faa, la más antigua y prestigiosa del pueblo, su guía los había sacado de difíciles momentos durante la pos guerra y con posterioridad con la caída del precio del pescado, ellos habían hecho todo por ayudar al pueblo y sus habitantes, hasta el punto de que el segundo de la familia había hipotecado varios predios pertenecientes a la familia desde tiempos ancestrales con el fin de ayudar a la cooperativa pesquera local a salir a flote después de que sus barcos se hundieran en el muelle misteriosamente y ahora ella debía ayudar a un pelele abogado de la capital a efectuar el remate de aquellos bienes, si las cosas marchaban bien la familia Faa perdería todo y si marchaban mal habría una revuelta de los habitantes, de cualquier manera ella había decidido hacer todo lo posible por que los próximos quince días marcharan lo más calmadamente posible, “la paz se debe mantener a toda costa”.
El muchacho saludó a la oficial tan familiarmente que ella casi le da un cabezazo como lo suele hacer con su hermano pequeño cuando le falta al respeto, tuvo que contenerse bastante mientras él le entregaba los papeles para que ella pudiera revisarlos.
La capitán yuu levantó la cabeza y pudo reconocer a la distancia la figura de aquella mujer que con solo una seña le indicaba que dejara al muchacho en paz y que la siguiera al interior del cementerio. Ella sabía a la perfección que no era buena idea contradecir a aquella persona así que le entregó los papeles al muchacho y se dispuso a marcharse.
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Editado: 13.05.2021