Suspiraste y trataste de ignorar los gritos de fuera, hoy irían en familia a ver los fuegos artificiales en el festival de la ciudad y querías arreglarte para la ocasión, ser madre de dos pequeños no te dejaba mucho tiempo libre, así que por una vez decidiste ser egoísta y tomarte tu tiempo para arreglarte. Elegiste una bella yukata, peinaste y recogiste tu cabello, un poco de maquillaje y para culminar buscaste el broche que te regalo tu esposo poco tiempo después de casados, era un recuerdo muy importante y por ello lo tenías guardado con recelo. Colocaste el broche en tu cabello y una vez lista saliste de la habitación.
La familia Shinazugawa salió con dirección al festival, esta era la primera vez que concurrían puesto que los niños aun eran muy pequeños. La calle principal de la ciudad estaba repleta de puestos de comida rápida, dulces y juegos, todo iluminado por varias luces que pendían entre los banderines de colores. Nada más llegar los ojos del pequeño Genya se llenaron de Brillo e ilusión, tironeo de tus ropas hasta que lo llevaron a los juegos, mientras tanto Tu hermano compraba comida y Sanemi paseaba con la pequeña Sumi en los hombros. Te lleno de ternura ver como se detuvo en un puesto y le compro un molino de viento de colores haciendo sumamente feliz a la pequeña niña de 2 años. Verlo siendo un padre tan amoroso te llenaba de alegría. Genya, luego de atrapar un pececito de colores corrió a mostrárselo a su padre quien lo acaricio gentilmente en la cabeza y lo felicito. Luego pasaron por un puesto en donde el premio era un gran peluche de oso, a los niños que nunca habían visto un peluche tan grande, les fue imposible apartar la vista, hasta a ti misma te daban ganas de tener ese peluche, pero para obtenerlo había que hacer una demostración de fuerza: había que golpear con una gran masa en un medidor que hacía que una bola suba, dependiendo de la cantidad de fuerza que se le aplicara la bola subía mas. Al ver una oportunidad de poner a prueba sus asombrosas habilidades físicas Sanemi se arremango la yukata que llevaba y pidió el mazo. Hacía tiempo que no entrenaba, al menos no con la misma seriedad y determinación que antaño, pero había cosas que el cuerpo no olvidaba. Se posiciono en el lugar señalado y, como si estuviese por cortar la cabeza de un demonio, realizo un único movimiento con el que rompió los parámetros del juego haciendo que la bola medidora saliera disparada por los aires. Ante tal hazaña el público lo ovacionó, pero a él no parecía importarle, solo obtuvo el premio y se lo entrego a sus hijos que, llenos de alegría, lo abrazaron y agradecieron a su padre.
Así continuaron por unos cuantos minutos más, corriendo de un juego a otro hasta que llego un punto en el cual los padres ya no podían más, se sentaron en una banca mientras los niños, llenos de azúcar de los dulces que comieron, les pedían recorrer más puestos. Estaban exhaustos, pero suspiraron para complacer un poco más a sus niños cuando Josh apareció.
Hacía tiempo que tú y tu esposo Sanemi no estaban solos, el ida y vuelta de las tareas del hogar, la crianza de los hijos y el trabajo hacían que pocas veces tuvieran tiempo de estar así, solos, tomados de la mano, tranquilos.
Pero pronto su momento de tranquilidad se acabó ya que comenzaron a anunciar por altavoz el comienzo de los fuegos artificiales, por lo que la gente se empezó a mover hacia la orilla del rio donde se podrían ver mejor.